La guerra que comenzó formalmente hace tres años con la invasión rusa de Ucrania continúa derramando la sangre de dos pueblos que vivieron, lucharon y prosperaron juntos bajo la URSS y que ahora sufren bajo el capitalismo, tras la victoria de la contrarrevolución.
Estos acontecimientos confirman las posiciones de la Acción Comunista Europea sobre el carácter imperialista de la guerra, que estalló en medio de la agudización de la competencia y las contradicciones entre los dos bandos capitalistas beligerantes.
Ahora está más claro que hace tres años que este no es solo un conflicto entre Rusia y Ucrania, sino un conflicto extendido entre la burguesía ucraniana, EE.UU., la UE y la OTAN, por un lado, y la burguesía rusa y sus aliados por otro.
Hay una fuerte tendencia a la internacionalización y extensión del conflicto, con la generalización de la guerra económica y comercial, el uso de sistemas de armamento más avanzados y potentes, la amenaza de las armas nucleares, la implicación directa e indirecta de un número creciente de Estados en el bando de las partes beligerantes y la fusión con otros puntos calientes donde se enfrentan las mismas potencias, como Oriente Medio, el Pacífico, el Ártico, África, etc. La confrontación entre EE.UU. y China adquiere un papel central en la competencia internacional.
La agresión de la OTAN aumenta, mientras en estos tres años de guerra se han unido a ella dos nuevos países: Suecia y Finlandia. Se refuerza su presencia en el Mar Báltico, se multiplican los ejercicios militares en los Balcanes y se construyen bases en las fronteras con Rusia y el Mediterráneo oriental. Asimismo, se espera que el aumento del gasto militar de los miembros de la OTAN supere ampliamente el 2%. De hecho, se habla de que alcance al menos el 3% o incluso el 5% del PIB de cada país.
Sigue intensificándose la militarización de la UE. El informe Draghi señala la aceleración de la transición hacia una economía de guerra, mientras que el informe Niinistö predice que en los próximos siete años la UE tendrá que gastar casi el 20% de su presupuesto en preparativos de guerra. Se habla abiertamente de enviar tropas a Ucrania, ya sea a los frentes de guerra o como «garantes de la seguridad», mientras la UE ya ha superado a EE.UU. en cantidad de armas entregadas a Ucrania.
Por su parte, el gasto militar de Rusia alcanzará el 6,3% del PIB en 2025 y tiene previsto gastar el 40% de su presupuesto estatal de 2025 en «necesidades de defensa y seguridad».
Ambos bandos de la guerra están empleando nuevos sistemas de armamento más destructivos, y crece la amenaza del posible uso de armas nucleares en el conflicto.
Además, tal y como están anunciando de manera provocadora el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, y los Gobiernos burgueses, se está exigiendo a los pueblos que paguen un precio mayor mediante duros recortes en una inversión del Estado ya de por sí insuficiente en sanidad, seguridad social, educación y otros sectores sociales, con el fin de financiar la guerra, que se está librando únicamente por los intereses y los beneficios de los capitalistas. Al mismo tiempo, los pueblos se enfrentan al creciente anticomunismo, la represión y los recortes en derechos y libertades democráticas y sindicales.
Cualquier proceso de negociación entre Estados Unidos y Rusia para un supuesto acuerdo «pacífico» de la guerra imperialista en Ucrania, como la reciente conversación telefónica entre Trump y Putin u otras sucesivas, será en contra de los intereses de los pueblos, pues están condenados a dejar intactas las verdaderas causas de la guerra. Además, los movimientos, planes y debates, tanto militares como políticos y diplomáticos, sobre «el día después», así como la creciente competencia por el papel que cada potencia imperialista desempeñe en ellos confirman que, más allá de los pretextos utilizados por las clases burguesas para engañar a los pueblos, la raíz del conflicto se halla en la competencia entre grupos monopolistas y Estados capitalistas por el control de los recursos naturales, las rutas de transporte, las posiciones geoestratégicas y las cuotas de mercado.
Ninguna iniciativa político-diplomática pondrá un fin efectivo a esta guerra. Incluso aunque se llegue a alcanzar, todo compromiso entre los bandos burgueses rivales será frágil y temporal, como los anteriores, porque seguirán intactas las causas que la originaron; es decir, la explotación capitalista, la búsqueda de beneficios y la competencia entre monopolios.
Nuestros Partidos lideran la lucha contra la guerra imperialista, las clases burguesas, sus aspiraciones y la implicación de sus Gobiernos en ella. Los pueblos no deben esperar a una «solución» que provenga de las mesas de negociación de los imperialistas ni creer que pueda existir un capitalismo «pacífico». Su «paz» siempre preparará nuevas guerras y derramamientos de sangre. La salida de la guerra imperialista en su propio interés solo pueden darla los pueblos mediante el firme fortalecimiento de su lucha: contra las bases extranjeras y el despliegue de unidades militares y de equipamiento militar fuera de las fronteras, contra el gasto bélico para los intereses del capital, contra el capitalismo que va de la mano de la guerra. Llamamos a luchar contra la OTAN, la UE y todas las demás uniones imperialistas y alianzas capitalistas.
Movilizamos a la clase obrera y los sectores populares para que reivindiquen sus derechos y la satisfacción de sus necesidades, contra las políticas antipopulares de los Gobiernos burgueses, a cuyos objetivos sirven la guerra junto con otros medios violentos.
Luchamos contra el chovinismo, el nacionalismo y el fascismo alimentados por el sistema capitalista. Fomentamos la solidaridad y la amistad entre los pueblos. Luchamos para que nuestros pueblos no elijan un bando de la guerra frente al otro, sino que se unan con determinación a la lucha por el derrocamiento del sistema capitalista, el causante de las guerras imperialistas; por una sociedad sin explotación del hombre por el hombre, que pueda garantizar la verdadera paz, seguridad y prosperidad para los pueblos; por el socialismo.