No voy a mentir, el festival que la dirección de CJC organizó para su 40 aniversario me generaba muchos sentimientos: alegrías, nostalgias, recuerdos de victorias y de derrotas y algún que otro sabor amargo que el tiempo ha convertido en una divertida anécdota con altas dosis de ironía. Y es que mandé un correo para unirme a CJC en octubre de 2008, cuando tenía 15 años y la Secretaria General era Emma Esplá. Desde entonces han pasado casi 17 años, y mi vida y la de los Colectivos de Jóvenes Comunistas han estado entrelazadas. Simplemente montarme en el tren a Madrid con camaradas de mi célula y del colectivo de CJC me recordó aquellos viajes en autobús nocturno para llegar a reuniones del (entonces) Comité Central que se celebraban en lugares tan poco acogedores como San Cosme y San Damián o Miguel San Narciso.
A pesar de que tenía cierto miedo a que el festival no estuviese a la altura y recordase a la «Willy Wonka Experience» de Glasgow, esos fantasmas se disiparon cuando superé la cola de entrada y vi las capacidades colectivas de organización de los actuales Colectivos de Jóvenes Comunistas. Un espacio inmenso cubierto de stands políticos y culturales y con una afluencia considerable.
Seamos claros, el encuentro con los últimos secretarios generales, que supuso un recorrido por la historia de los CJC, fue para mí el acto más emotivo. No en vano, yo entré a los CJC cuando Emma era la Secretaria General, fui invitado al Comité Central bajo la dirección de Juan, miembro del mismo durante el mandato de Sócrates, miembro de la Comisión Política con Marina y pasé prematuramente al Partido –pese a ser de la misma generación que Javier– en el contexto de la crisis interna de este.
Las actividades políticas y culturales del festival fueron maravillosas, entre las que destaco el concierto de la Banda de la Juventud y la representación de la obra de Alberti La cantata de los héroes y la fraternidad de los pueblos. Por medio de ambas, la Juventud Comunista se toma muy en serio la construcción de una nueva cultura proletaria, que recupere nuestra historia y muestre, por medio de la acción militante, otra forma de ser colectivamente.
Ya he vivido el 25, el 30 y el 40 aniversario de los CJC. Nos volveremos a ver en el 50 aniversario, cuando las banderas rojas llenen de nuevo la Casa de Campo.