Doñana se seca, es algo que se viene repitiendo esporádicamente en la prensa en los últimos años, parece ser que es algo que se asume como natural, pues, al fin y al cabo, nos ha tocado vivir en la época del cambio climático y la degradación de la naturaleza se asume como algo cotidiano y cada vez más naturalizado.
Pero la cuestión es que Doñana (y al igual que Doñana muchos otros ecosistemas) no sufre un proceso de degradación que responda sólo a estos problemas generales; y a pesar de que obviamente estas problemáticas son factores fundamentales; si queremos comprender el proceso de degradación de uno de los espacios naturales más relevantes, no sólo de Andalucía o de España, sino del Sur de Europa y el Norte de África, tenemos que detenernos a analizar las causas y motivos concretos.
A la hora de hablar de Doñana es ineludible plantearse la realidad socioeconómica de la zona, puesto que sin negar el papel que está suponiendo la grave sequía que estamos atravesando, la sobreexplotación de los acuíferos para los regadíos y el uso descontrolado de los mismos, en el enclave vacacional de Matalascañas, para campos de golf, riego de césped, hoteles y viviendas de verano parecen ser las causas directas de la crítica situación en la que se encuentran actualmente el Parque Nacional y su entorno.
El que supuestamente es uno de los espacios más protegidos de nuestro país se ha visto convertido en las últimas décadas en un escenario de lucha para los diferentes actores en escena. Por un lado, los empresarios agrícolas de la zona (dedicados a la explotación intensiva de fresa y fruto rojo) que demandan la extensión del terreno asignado a cultivos de regadío y que hacen continuamente un uso ilegal de los recursos hídricos. Por otro, los diferentes gobiernos del PSOE que han ocupado la Junta de Andalucía, quienes han utilizado el parque para su propio beneficio haciendo un uso electoralista del mismo, sin afrontar en ningún momento que la situación del Coto en la práctica distaba mucho de ser tan idílica a como se reflejaba en el papel.
Esta situación se ha mantenido así durante años, con un parque cada vez más degradado, pero la situación se ha acelerado en los últimos 6 años, con dos sucesos fundamentales.
En primer lugar, el devastador incendio de junio de 2017, que se saldó con 10.340 hectáreas del parque calcinadas durante 11 días de fuego descontrolado.
En este sentido, no nos olvidemos que las labores de prevención de incendios forestales brillan por su ausencia en España, como se ha visto claramente en los incendios que asolaron zonas de Zamora en 2022, siendo el papel de los bomberos forestales meramente reactivo (a pesar de los propios bomberos forestales, quienes se han pronunciado repetidas veces en contra de esta política) lo que pone en riesgo tanto a los propios bomberos como a los entornos naturales que deben proteger.
Tras el devastador incendio (cuyas causas está sin resolver, apuntando la investigación a una negligencia cometida por la empresa Carbones Fergón) la empresa Naturgy se lanzó a impulsar un proyecto gasístico consistente en la construcción de un gaseoducto y depósitos de gas en la zona, lo que aumentaba aún más si cabe el riesgo ecológico de la zona en su momento de mayor vulnerabilidad.
Este proyecto finalmente fue frenado, pero teniendo que pagar el gobierno central una cuantiosa suma a la empresa, unos 6’5 millones de euros en el año 2020, asumiendo así el Estado parte de las pérdidas pues, al fin y al cabo, no olvidemos que una de las funciones del Estado capitalista es amortizar las pérdidas de las empresas.
En segundo lugar, nos encontramos con que en el verano del año pasado se secaba, por tercera vez desde que se monitoriza el entorno natural por parte de la Estación Biológica de Doñana, la laguna de Santa Olalla, la principal reserva permanente de agua del humedal, siendo la presencia de agua durante todo el año un elemento fundamental en la migración de numerosas especias de aves, que usan el humedal en el proceso de sus migraciones estacionales.
El propio director de la ya mencionada estación biológica, Eloy Revilla, dejó claro que por mucho que los periodos de sequía extrema, que se han venido sucediendo con cada vez mayor frecuencia, hayan agravado la situación del entorno natural, los momentos más graves han coincidido con periodos de aún más explotación de los acuíferos.
Parece que las escasas lluvias del otoño de 2022 y lo que llevamos de 2023 han permitido sobrevivir de momento y a duras penas a este entorno natural.
Entramos así en el presente año, con nuevas amenazas para el entorno de Doñana, con la nueva ley de regadíos del PP andaluz como elemento más amenazador, que como una suerte de espada de Damocles cuelga sobre el Coto, amenazando su supervivencia.
La nueva ley propone transformar en suelo agrícola entre unas 1.900 y 750 hectáreas de los municipios de Almonte, Bonares, Lucena del Puerto, Moguer y Rociana del Condado, todas colindantes con el parque, formando parte a efectos prácticos del mismo entorno natural.
Por mucho que desde el gobierno andaluz, una coalición del PP y VOX afirmen que no se autorizará la extracción de un solo litro del acuífero de Doñana, la realidad sabemos que dista mucho de lo que se refleja en los papeles y todas las evidencias apuntan a que la extensión de regadíos lo que supondrá en la práctica es una extensión de los riegos ilegales.
El beneficio de los empresarios de la fresa se pone por encima de cualquier otra consideración, devorando en el proceso tanto la naturaleza como a los trabajadores que sufren las condiciones de trabajo draconianas a las que los someten en los invernaderos de la zona.
Esta propuesta de ley ha generado una amplia indignación social, convocándose una multitudinaria manifestación el pasado 14 de mayo en Sevilla, que ha sido convenientemente ignorada por el PP, siendo más que evidente de nuevo que la ley nace única y exclusivamente para apoyar los intereses empresariales.
Para más inri, el pasado mayo volvió a darse un nuevo impulso al “macroproyecto turístico” de la localidad gaditana de Trebujena (colindante con el Coto), consistente en un campo de golf, un hotel y 300 viviendas de lujo, impulsado por el gobierno local de IU y apoyado por el gobierno de la Junta de Andalucía, para ser finalmente parado por el gobierno central del PSOE al carecer los terrenos designados de las condiciones mínimas de viabilidad, pues son inundables y carecen de ningún recurso hídrico aprovechable.
Situación que supera lo esperpéntico, puesto que el susodicho proyecto, que lleva en el tintero desde 2006, fue apoyado inicialmente por el PSOE andaluz y vendido por el antiguo alcalde de Sevilla y consejero de Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta, Juan Espadas como una especie de panacea que iba a solventar los problemas económicos de la deprimida localidad gaditana.
Este ejemplo muestra la relación de un PSOE, ahora en la oposición en Andalucía, con el entorno de Doñana en particular y los espacios naturales en general, que no dudan en sacrificar en aras del beneficio empresarial cuando se encuentran en el gobierno y que instrumentalizan con intención electoralista cuando les conviene.
En este caso ha sido el PSOE, pero la subordinación de la naturaleza a los intereses empresariales es una constante de cualquier gobierno que se lance a la gestión de los estados capitalistas.
Finalmente, con una rapidez pasmosa tras el avance de los partidos a la derecha del parlamento burgués en las elecciones locales y autonómicas del pasado 28 de mayo, PP y VOX finalmente han llevado a trámite la ley, utilizando su mayoría absoluta para impedir la comparecencia de científicos y expertos en el Parlamento Andaluz, haciendo aún más bochornoso si cabe el esperpento que está teniendo lugar en el parlamento autonómico.
Difícil futuro tiene Doñana, a pesar de su inmenso valor tanto a nivel de ecosistema como de patrimonio, sacrificándose para aumentar aún más si cabe los beneficios de la producción intensiva de la fresa en Huelva. Lo paradójico del asunto es que la misma producción de fresa y fruto rojo, en una zona con un déficit estructural de lluvias, depende de la salud de los acuíferos.
La destrucción de estos no solo se va a llevar por delante al Parque Natural de Doñana, con toda su biodiversidad, sino que en ultima instancia va a hacer insostenible los cultivos intensivos en la zona.
El del Coto de Doñana es otro triste ejemplo de cómo la producción capitalista es incompatible en ultima instancia con la vida, pues en su anarquía productiva va arrasando como un enorme rodillo todo lo que se le ponga por delante, desde la naturaleza a las vidas de los trabajadores.