Hay que echarlos a todos

Dice un proverbio africano que si quieres viajar rápido debes ir solo, pero si quieres llegar lejos debes ir acompañado. La orientación, cuando se trata de buscar un sentido y un horizonte a nuestra existencia social, debe conjugarse con un quinto cardinal: la colaboración. Somos seres sociales y no estamos preparados para vivir solos, todo nuestro éxito evolutivo se debe precisamente a esa “mente colmena” que rentabiliza nuestro trabajo, esencia última de nuestra condición como seres humanos. Ejemplos como “el niño de Avignon” demuestran hasta qué punto el ser humano depende del resto de la sociedad para sobrevivir.

Por otra parte, Foucault, con su famoso péndulo, demostró que la Tierra se mueve y que lo hace además de una forma determinada: girando sobre sí misma como si fuera una peonza, siempre en la misma dirección, y (vista desde el polo norte) en sentido contrario a las agujas del reloj.

Comprender cuál es la dirección necesaria y la necesidad de tener compañeros de viaje es fundamental para la orientación social. Pero ¿quiénes son esos compañeros de viaje? ¿Cuál es la dirección que adquieren las sociedades? Auspiciado por el auge del movimiento obrero y los países socialistas, durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX se impuso entre los científicos la visión del avance de la historia como algo lineal y, en general, siempre a mejor: el pasado es atraso y el futuro, progreso. Sin embargo, actualmente, el postmodernismo ha cambiado los consensos sociales en relación a la concepción de progreso. El todo vale ha formado una neblina que dificulta ver la esencia real de nuestra sociedad, que en realidad ha cambiado poco sus fundamentos económicos desde la fundación del capitalismo. Las sociedades capitalistas contemporáneas tienen mucho de relato y poco de cambio real.

Desde sus orígenes, el péndulo capitalista bascula entre dos polos.

Por un lado, la gestión liberal, que se basa en defender una sociedad sin ascensor social, donde los ricos (los burgueses) son muy ricos y los pobres (la clase obrera y los sectores populares) son muy pobres. Desde el “designio divino” al “fin de la historia”, esta ideología desarrolla argumentos que pretenden mantener el status quo en pro de las clases beneficiadas por la desigualdad social. Para paliar los evidentes efectos que tiene lanzar a la miseria a la mayoría social trabajadora, esta ideología recurre a la caridad, en sus múltiples formatos, desde la caridad religiosa al Ingreso Mínimo Vital.

Por otro lado, la gestión socialdemócrata. De tanto usar el palo, a veces es necesario recurrir a la zanahoria. Pero, como en la fábula en la que el burro avanza siguiendo una zanahoria que jamás degustará, a la clase obrera se le ofrecen ilusiones que jamás se cumplen. Durante el siglo pasado, la socialdemocracia se esmeró en montar una arquitectura ideológica que ofreciera un formato de progreso compatible con la explotación capitalista. Actualmente, recurren a la defensa de luchas que diluyen la existencia de la clase obrera como sujeto social. En todos los casos, se utilizan discursos en los que se recurre a atributos abstractos que evitan profundizar en la comprensión de la realidad capitalista para mantener una sociedad en la que se garantiza que con ninguna gestión existe un ascensor social, una manera de garantizar la igualdad.

Esta realidad dual, alternativa, se repite en todos los países capitalistas y es lo que permite modular la conciencia social. El espíritu de la época se canaliza en un eterno retorno, que se inicia con la cólera que genera la gestión descarnada liberal, pero que inmediatamente se desinfla y se calma con la ilusión del cambio de gestión favorable a la clase obrera que promete la socialdemocracia. La ilusión rápidamente se transforma en “sentido de estado” y responsabilidad capitalista. Las promesas se incumplen y se maquillan hasta convertir la ilusión por un cambio en frustración social ante la traición socialdemócrata, lo que abre la puerta a que vuelva, de nuevo, el ala liberal del capitalismo, iniciando de nuevo el ciclo de gestión alternativa.

En nuestro país, el ejemplo de esta gestión alternativa, bajo diferentes siglas, ha sido la norma desde finales del siglo XIX, con la excepción de la etapa franquista. Desde la crisis de 2008, han surgido liberales contemporáneos (Ciudadanos) y socialdemócratas contemporáneos (Podemos). Si analizamos sus propuestas, tan solo se diferencian del liberalismo y de la socialdemocracia clásicas en matices. De hecho, han sido un viaje a la nada precisamente porque el cambio que pretendían aportar no se ha sustanciado en nada tangible, como explicamos más arriba. Como reflexión, desde 1986, con la primera experiencia de unidad socialdemócrata de la que nació Izquierda Unida, hasta la plataforma Sumar, pasando por Podemos, jamás ha existido un debate ideológico sobre el contenido real de ese cambio y tampoco ha estado encima de la mesa la necesidad de superar la formación social capitalista española. El debate se centra en las matemáticas de la gestión capitalista, eliminando así el componente político de la economía y blanqueando el capitalismo. Por eso, el lenguaje que utiliza Sumar (por ejemplo), aunque no transforma la realidad, expresa perfectamente la interpretación de la realidad de ese sujeto político. Palabras como “seducción” son ejemplo de quien no quiere transformar la realidad, sino negociarla y adaptarla a una visión que consiga alejar a los trabajadores de la lucha obrera.

Por eso es fundamental entender que la transformación social, la superación del sistema capitalista, es la única alternativa para salir de ese círculo vicioso, como la rueda del hámster, en la que se encuentra la clase obrera.

Por otra parte, debemos comprender que los únicos compañeros de viaje que están en situación de acometer tan ingente tarea son los que son como tú, aquellos que viven de un sueldo: la clase obrera.

La dirección y los compañeros de viaje son aspectos fundamentales para llegar a buen puerto, pero, además, debemos definir objetivos para la superación del capitalismo que puedan recabar apoyos de las masas. Encontrar los medios para hacerlo y que estos sean medios descriptibles para que las masas vean factible alcanzar esos objetivos.

También es necesario vincular todo ese desarrollo con los objetivos internos, sean cuales sean, de la única organización que es capaz de organizar, coordinar, unificar y dirigir ese viaje hacia la superación del capitalismo, el Partido Comunista, para ser capaces de generar luchas y canalizarlas junto con las existentes en un torrente de lucha de masas que, además, muestre una imagen fácil de entender de cuáles son los objetivos del partido y la manera de conseguirlo.

Respecto a las gestiones capitalistas es necesario matizar que suavizar la cuesta abajo, como hace la socialdemocracia, no cambia la dirección: seguimos encaminados hacia la miseria. La gestión liberal y la caridad suponen esperar con las palmas hacia arriba al futuro que nos toque, pero que decidirán otros. La rabia se debe organizar y canalizar hacia un horizonte de superación de los problemas que genera la sociedad en la que vivimos.

Nunca es tarde para colaborar con las fuerzas revolucionarias. Hay un olivo en Grecia que nació hace 4.000 años, alrededor de 2.000 años antes de Cristo. En ese momento, en China, alguien estaba descubriendo el bronce, y el último mamut estaba siendo cazado por humanos. La séptima dinastía de Egipto había terminado, y en Creta el rey Minos inició la construcción del palacio que inspiraría el mito del Minotauro y el laberinto de Teseo… En el mismo período que este árbol germinó fue cuando nuestra especie descubrió la existencia del vidrio. El olivo vio al ser humano caminar desde la Edad del Bronce, descubrir el astrolabio y posteriormente la electricidad, desentrañar los misterios del átomo, llegar a la era atómica, y hasta hoy. Ese olivo vio el mundo cambiar, vio reyes, déspotas, políticos, poetas, guerreros y profetas levantarse y morir. Fue testigo del paso del esclavismo al feudalismo, del nacimiento del capitalismo y su superación por las sociedades socialistas. Pasó por muchas, incontables guerras, siendo testigo de que el cambio siempre es, tarde o temprano, la norma del desarrollo de las sociedades… y todavía sigue dando aceitunas cada temporada.

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