Johannes Vermeer, Van Gogh, Goya, Monet o Picasso son solo algunos de los artistas que, durante los últimos meses, han sido noticia. Y no por su maestría como artistas o por haber vuelto a batir récords en la venta de uno de sus cuadros, algo muy característico y habitual en el capitalismo con esa “manía” de sacar el máximo beneficio hasta de nuestra propia historia (Marx ya dijo que la obra de arte es un objeto de cambio en la sociedad capitalista y que el mismo sistema hace de cualquier obra de arte en el capitalismo una mera mercancía), sino porque grupos de supuestos activistas medioambientales han atacado, de diferentes maneras, grandes obras de arte de estos artistas.
Pero empecemos por el principio. El 22 de julio del año pasado, dos activistas del grupo “Ultima Generazione” vandalizaron La primavera, del artista Sandro Boticelli, en un hipotético toque de atención sobre la crisis climática y sus consecuencias para la población. Después le seguirían actos contra Las Majas de Francisco de Goya, Los Girasoles de Vincent Van Gogh o contra Masacre en Corea de Pablo Picasso. A “Ultima Generazione” se le unen otros grupos como “Extinction Rebellion” o “Just Stop Oil” entre otras.
Bajo el pretexto de llamar la atención ante un problema concreto se atacan obras de arte que son patrimonio de la clase obrera y que en muchas ocasiones han supuesto la pérdida de centenares de vidas para su protección y salvaguarda. No nos olvidemos del ejemplo que los comunistas dieron en España en la Guerra Nacional Revolucionaria, con Josep Renau y María Teresa León a la cabeza, para que todo nuestro patrimonio histórico-artístico se salvara de los bombardeos y la destrucción.
Mientras millones de personas han salido a criticar estos actos por los daños que se han podido provocar a estas obras de arte, muchos activistas medioambientales han defendido con ahínco sus protestas, primero, como forma de tener difusión a través de redes sociales y medios de comunicación, y segundo, dando al arte, a la estética, y a la historia en general, una importancia nula para las masas trabajadoras.
Lo que no dicen estas organizaciones es que no tienen ningún tipo de problema en tener difusión entre los grandes monopolios de comunicación puesto que tienen financiación de multimillonarios y grandes lobbies financieros internacionales.
“Just Stop Oil” no esconde que está financiado por el Fondo de Emergencia Climática, fundado por multimillonarios estadounidenses, destacando Aileen Getty, cuya fortuna proviene de la empresa petrolífera que fundó su abuelo. Por no hablar de aquellos que financian a la archiconocida Greta Thunberg, vinculada directamente con la European Climate Foundation, con patronos más que cuestionables por ser parte de las mayores fortunas del mundo: el fondo “filantrópico” Rockefeller Brothers Fund, cuyo origen es el magnate del mismo nombre, que atesoró millones de dólares desde el siglo XIX gracias a sus negocios con el petróleo; el fondo Bloomberg Philanthropies, fundación de Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York y dueño de la compañía financiera Bloomberg LP; el Children Investments Fund Foundation, del multimillonario británico Chris Hohn, segundo máximo accionista de Aena y parte del Consejo de la empresa hasta febrero de 2022; o su relación con el magnate Ingmar Rentzhog, presidente de We Don’t Have Time donde participan destacados políticos socialdemócratas de Suecia y ejecutivos de las grandes empresas energéticas del país nórdico.
Como podemos comprobar, estos grupos supuestamente activistas no dejan de ser más que una tercera pata en la lucha por el conocido ‘capitalismo verde’, donde lo único que quieren conseguir es una mayor eficiencia energética, tratando de reducir el impacto medioambiental de los diferentes procesos productivos, pero sin dejar de mantener sus altas cuotas de beneficios económicos.
Es decir, nos encontramos ante unas performances contra el arte, que lo único que buscan, al final, es atraer a más inversores hacia su causa, aunque ese dinero venga de explotaciones petrolíferas o de grandes monopolios eléctricos. No es que quieran proteger el planeta, es que quieren seguir manteniendo sus privilegios a costa del patrimonio del pueblo trabajador.
Por otro lado, intentan mostrar al mundo que el arte solo sirve para nuestro gozo y placer estético sin darle la importancia que en realidad tiene no solo para tener una vida plena, sino también como testimonio de nuestra propia historia. Intentan cuestionar lo que es necesario o no para los hombres y mujeres de la clase obrera, poniéndoles en un dilema: si criticas sus actos, es que eres un privilegiado al que solo le importa una vida placentera y al que no importa si hay una crisis climática o no.
Nos encontramos con un grupo no desdeñable de presuntos activistas a favor del medioambiente que habla de eco-ansiedad, pero al que nada importa que su financiación venga de monopolios del transporte aéreo o de los diferentes organismos imperialistas que azuzan la guerra en Ucrania.
Es de destacar que estos grupos de activistas climáticos enfocan la problemática del cambio climático a una mera posición individual y exoneran categóricamente al sistema capitalista como causante de un problema verdaderamente grave que tenemos en el planeta.
Piden a los gobiernos, a las organizaciones internacionales, a los dueños de los grandes monopolios, que aparten sus diferencias en pro de un mundo con una cara más amable, defendiendo que un capitalismo más sostenible es posible y que una nueva distribución de mercancías y el conocido como “consumo de proximidad”, podrán hacer que el capitalismo siga subsistiendo, compatibilizándolo con la conservación del medioambiente.
En la falsa dicotomía entre la protección del medioambiente y la salvaguarda de nuestro patrimonio, la clase obrera queda atrapada en un debate que le es ajeno: si es mejor el capitalismo tal y como existe actualmente o el mal menor del capitalismo verde.
El arte, en todas sus formas, no deja de ser un reflejo de las relaciones sociales existentes en un momento determinado de la historia. En La ideología alemana, Marx y Engels decían que “La producción de las ideas, de las representaciones y de la conciencia está, en principio, directamente, íntimamente ligada a la actividad material y al comercio material de los hombres; es el lenguaje de la vida real. Las representaciones, el pensamiento, el comercio intelectual de los hombres, aparecen aún aquí como la emanación directa de su comportamiento material. […] No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”.
Y esto que decían a mediados del siglo XIX, sigue teniendo el mismo valor hoy en día que por aquel entonces. El arte es un reflejo del devenir histórico, un reflejo de la vida de aquellos que nos antecedieron en la lucha de clases y es por eso que lo defendemos.
No es casualidad que el activismo climático haya atacado las obras que ha atacado. Todas ellas obras consideradas como maestras, pero que, además, reflejan unos momentos muy determinados de la historia y son de autores, muchos de ellos, con una enorme carga ideológica y política.
Al final, hay que recordar aquello de que las ideas dominantes son las de la clase dominante. Y así, mientras nos entretienen con performances anti-arte poniendo el foco en el cambio climático como lo más importante del momento, nos alejan de luchar por acabar con los problemas cotidianos que nos encontramos día tras día la clase obrera: subida desorbitada de los precios, recortes en nuestros derechos laborales, leyes y decretos que en nada ayudan a nuestros intereses…
La socialdemocracia es experta en intentar dispersar cualquier lucha que la clase obrera pueda dirigir, y para ello se ayudan con distracciones como detenciones de activistas muy mediáticos, como puede ser Greta Thunberg, financiada por las propias fuerzas socialdemócratas de su país y con el apoyo de la socialdemocracia del resto de Europa y EEUU o las propias performances contra el arte que en los últimos meses hemos estado viviendo, haciendo que el mundo entero solo haya estado pendiente de ciertos grupos de personas.
Por mucho que digan que se preocupan del medio ambiente, la realidad es muy distinta. Miles de trabajadores siguen trabajando en empresas que no aportan la protección suficiente a sus empleados para que se protejan de las toxinas con las que trabajan; nadie se preocupa por el cierre de la minería de carbón porque es lo correcto, según ellos, para proteger el medio ambiente, pero se compra a terceros países con unas condiciones de sobreexplotación. En definitiva, bajo ningún concepto se cuestiona el modelo de producción capitalista que es criminal para nuestras vidas.
Pero sí, el arte es el enemigo de la clase obrera y no el capitalismo que nos explota y que es el verdadero causante de la crisis climática que tenemos encima. Cuestión de privilegios dicen ellos, cuestión de prioridades es en realidad.