Tomando de referencia el curso académico, podríamos decir que el curso político de 2022 comenzó marcado por las luchas dentro del sector del metal en Cádiz. Estas movilizaciones nos dejaron grandes aprendizajes que ya analizamos en estas mismas líneas de Nuevo Rumbo. Una de esos aprendizajes podemos verlo en paralelismo a la vivencia de la lucha minera en las cuencas mineras de Asturias y León, el carácter de clase del Estado. Ese Estado que en los momentos donde la clase obrera no sólo pone en lo alto sus reivindicaciones económicas por la lucha de un mejor convenio o por truncar los planes de cierre del centro del trabajo. Cuando esas reivindicaciones se elevan y consiguen arrastrar a todo el pueblo trabajador en una lucha que aumenta su carácter a un plano más político, hemos podido ver cómo, tanqueta mediante, la lucha obrera es reprimida de la forma más violenta. Lucha tras lucha podemos ver cómo gobierne quien gobierne, el Estado sirve para reprimir, con la dureza que sea necesaria, las luchas obreras que se desarrollen.
A lo largo de estos más de 8 meses de 2022 que llevamos, podemos ver cómo la clase obrera sigue estando presente en cada barrio, en cada municipio, en cada ciudad y en cada región de nuestro país. Una clase que, pese a su insistente invisibilización por parte de los medios de comunicación y la prensa de la burguesía, hemos podido ver cómo se levantaba en Griñón, con la lucha de los compañeros de Schneider Electric contra los planes de la empresa por cerrar la fábrica del sur de Madrid. Esos mismos planes de cierre de producción son replicados a lo largo y ancho de nuestro país, pero hay plantillas como la de Zumosol en Palma del Río que son respondidos con determinación, coraje y valentía por las plantillas.
Otras luchas que se han desarrollado de manera abierta han sido las luchas sectoriales del sector del contact center o de las conserveras de pescado. Luchas sectoriales que marcan el camino para seguir consiguiendo derechos laborales y por conseguir mejorar los convenios colectivos.
No debemos dejar de mencionar las luchas que no son por defender las condiciones de trabajo, luchas que desarrolla nuestra clase para poder acceder a unos mejores servicios públicos y mejores condiciones de vida. Por ejemplo, hemos visto la lucha por la reapertura de los servicios de urgencia de atención primaria que había en los barrios madrileños. O hemos podido ver cómo el estudiantado ha seguido trabajando por generar organización en los centros de estudio y cómo se ha opuesto a las medidas que el gobierno socialdemócrata quiere imponer.
Las luchas que se han desarrollado durante este año son la clara muestra de que el único camino para la clase obrera de nuestro país sigue siendo la necesaria organización en los sindicatos. Organización que nos permite articular la respuesta más inmediata junto a nuestros compañeros y compañeras de tajo, organización que nos permite luchar por mejorar nuestras condiciones de trabajo, que nos permite luchar contra el cierre y los planes patronales. Estas mismas luchas nos muestran la necesidad de la unidad de acción sindical, cómo las luchas que se desarrollan bajo los intereses de la clase, bajo un marco común de acción pueden generar victorias para las plantillas, pero sin embargo cuando las luchas se desarrollan bajo otros parámetros, bajo intereses corporativos sólo marcan división entre la clase y un escenario donde la patronal consigue desgajar a los diferentes trabajadores y diferenciarlos por sexo, por edad o por categoría profesional.
Finalmente, la clave más fundamental es la necesidad de reforzar el Partido Comunista como agente independiente y más avanzado de nuestra clase. Estructura que nos permite analizar y desarrollar un plan de acción contra el sistema capitalista en su conjunto. Que nos permite enmarcar cada lucha parcial en una lucha contra el conjunto del capitalismo. El Partido nos permite que nuestra individualidad, que nuestra clase, sea indestructible, porque, como decía el poeta: con el Partido no terminamos en nosotros mismos.