En abril, la Ministra de Trabajo anunciaba la convocatoria de la Mesa de Diálogo Social para negociar el llamado Estatuto del Becario con la patronal y los sindicatos. Yolanda Díaz declaraba, en una entrevista a RTVE, su voluntad de llevar a término el acuerdo firmado en el pacto de coalición PSOE-UP a propósito de las prácticas y la precariedad juvenil del estudiantado. Sin embargo, el Estatuto del Becario no soluciona el verdadero problema de fondo de las prácticas en España. Las prácticas son y seguirán siendo una excusa para abaratar el coste de la mano de obra mientras no se iguale la compensación económica del estudiante en prácticas y el trabajador de la misma categoría profesional. Por lo tanto, la cuestión de las prácticas va más allá del fraude a gran escala que hoy se comete, y no se remedia con un Estatuto del Becario que reconoce algunas mejoras, pero sigue permitiendo la remuneración de la fuerza de trabajo juvenil a menor coste, lo que actúa también, como veremos más adelante, presionando a la baja el conjunto del salario de la clase obrera.
En las prácticas laborales (PL), los dos tipos de contrato que había antes han sido reducidos a una única modalidad con dos subtipos. Esta modalidad incluye la cotización a la Seguridad Social y remuneración, aunque muy por debajo de la correspondiente a la misma categoría profesional fijada en el convenio. Sin embargo, lo que ahora mismo se está negociando son las prácticas no laborales (PNL), prácticas que incluyen todas aquellas modalidades en las que no hay un contrato de trabajo. El estudiante, en este caso, no disfruta de las condiciones dispuestas en el Estatuto de los Trabajadores o en el convenio colectivo. La remuneración no es, en ningún caso, reconocida a través del salario, sino que en algunas modalidades mediadas por la firma de un convenio de prácticas se percibirá una beca. ¿Cuál es la razón de esto? Establecer un salario implicaría reconocer su laboralidad y desbaratar todos los argumentos de la patronal sobre la venta de la fuerza de trabajo de los estudiantes.
Entre las prácticas no laborales distinguimos las curriculares y las extracurriculares. En las curriculares no hay actualmente salario ni ningún tipo de cotización a la Seguridad Social, quedando el estudiante bajo el amparo de su seguro escolar en el caso de accidente o enfermedad derivada de las prácticas. En este grupo podemos incluir a estudiantes de Medicina o Enfermería, aquellos que realizan las prácticas de FP Dual General y otros muchos certificados de profesionalidad como soldadores, encofradores, carpinteros… En las extracurriculares sí que hay una cotización, pero la remuneración es a través de becas fijadas en los convenios de prácticas. Recordemos que en las prácticas extracurriculares el fraude es sistémico y generalizado: el estudiante no cuenta con una tutorización efectiva por parte de la institución educativa ni de la empresa, encuentra dificultades para compaginar horarios con las responsabilidades académicas y, por supuesto, las prácticas no tienen ninguna relación con los estudios en curso. Desde 2018, la Inspección de Trabajo ha registrado 533 infracciones y ha impuesto multas a empresas por valor de más de 15 millones de euros, estimando un total de 5000 puestos de trabajo cubiertos de forma fraudulenta por falsos becarios.
Todas y cada una de las modalidades de prácticas sin equiparación salarial no hacen sino permitir la devaluación del precio de la fuerza de trabajo juvenil. Esta condición, en las dinámicas actuales del capitalismo español, es indispensable para garantizar a los empresarios unas condiciones más ventajosas para la explotación de la fuerza de trabajo. Por un lado, ahorran costes a la hora de contratar trabajadores y, por otro, es un mecanismo de presión a la baja del conjunto de salarios de la clase obrera. Sobre la mesa hay propuestas que pretenden introducir algunas mejoras y avances: el derecho a vacaciones, permisos retribuidos y no retribuidos, reconocimiento de la antigüedad si el estudiante firma un contrato laboral con la empresa… todos estos elementos son necesarios pero insuficientes. El Estatuto del Becario no soluciona el problema de fondo, sino que da continuidad al fenómeno del abaratamiento de la fuerza de trabajo que sólo puede ser abordadas a través de la equiparación económica entre estudiantes y trabajadores que desempeñan la misma categoría profesional.
Luchamos por garantizar la laboralización de todas las modalidades de prácticas y la equiparación de salarios y derechos. No estamos dispuestos a negociar con la miseria de los estudiantes en prácticas. Hay que decirlo alto y claro: todo lo que no sea la equiparación salarial perpetúa la precariedad de los jóvenes estudiantes. El Estatuto del Becario es, a todas luces, una propuesta insuficiente que no sirve para solucionar los problemas cotidianos de los estudiantes. La negociación se mueve dentro de los márgenes de posibilidad socialdemócratas, con una patronal fuerte que no está dispuesta a ceder ni un tantito en esta disputa pero que encontrarán al estudiantado de frente en las calles y en los centros de estudio.