El 2 de junio, los trabajadores del sector del metal dieron un golpe encima de la mesa; no estaban dispuestos a perder ningún derecho y comenzaron una huelga indefinida que ha durado 20 días. Es hora de hacer balance.
¿Cómo se llegó a la huelga?
El convenio del metal, que afecta a más de 20.000 trabajadores en Cantabria, caducó el 31 de diciembre de 2020 y desde entonces, la negociación del nuevo convenio había estado atascada por el inmovilismo de la patronal, Pymetal, una escisión de la CEOE, que no había mostrado en ningún momento voluntad negociadora y que ha utilizado a lo largo del conflicto todas las artimañas posibles.
La patronal ofrecía al inicio del paro, una subida salarial del 6,25% (2% en 2021, 2% en 2022 y 2,25% en 2023) para los tres años de duración del convenio, cuando ya solo el IPC de 2021 había alcanzado el 6,50% y la tasa de variación anual del IPC en Cantabria aumentó hasta el 8,8% en mayo de 2022. Con estos datos, la pérdida de poder adquisitivo era notable, algo que para los trabajadores y las centrales sindicales CCOO, UGT y USO era una línea roja, al igual que el mantenimiento del contrato relevo y el plus de distancia entre el hogar del trabajador y la empresa, en un momento además en el que el precio de los hidrocarburos está disparado.
El papel del gobierno
Decía Lenin que “el Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra”. De este modo, todas sus instituciones, pese a su falsa apariencia de neutralidad, juegan en mayor o menor medida un papel en la lucha de clases, remando a favor de la clase dominante. En este caso, como no podía ser de otra manera, hemos asistido al último ejemplo: un indecente papel del gobierno autonómico con continuos llamamientos al cese de la huelga y con unas declaraciones del presidente Revilla que sintetizan bien su posición política. «En una negociación tienen que ir con la mentalidad de ceder y siendo conscientes que esto si sigue nos aboca a una situación malísima para todos, porque el momento no es el más propicio. En otras circunstancias, que la economía es boyante y que las expectativas no son las inciertas que tenemos ahora, pues las huelgas pueden tener a lo mejor una justificación mayor», afirmaba el Presidente.
Se le olvida apuntar al señor Revilla que mientras los empresarios salían de la crisis fortalecidos, obteniendo beneficios récord, la clase obrera seguía sin recuperar derechos. También se le olvida a este presidente con ansias de bufón que la clase obrera lleva décadas “cediendo”, no por su voluntad, sino obligada por una burguesía y sus representantes políticos que exprimen a la mayoría social para remontar su tasa de beneficio, llenando con el sudor de los trabajadores las arcas empresariales. Lo que parece que no se la ha olvidado a Revilla es su pasado como Delegado Comarcal del Sindicato Vertical en la comarca de Torrelavega, allá por la década de 1970 y aún le salen ramalazos propios de aquel engendro de “sindicato” único de empresarios y trabajadores.
Si la actuación del presidente Revilla ha sido obscena, no lo ha sido menos la de su mano derecha y consejero de industria, Francisco Javier López Marcano, estableciendo unos servicios mínimos indiscriminados y abusivos como “medida de seguridad”, pero que tenían como único objetivo boicotear la huelga para que las grandes empresas siguieran produciendo y que ni siquiera fueron comunicados a los Comités de Empresa o al Comité de huelga.
Medios de comunicación: entre el silencio mediático y la manipulación
Ya sabemos que en este sistema, la única “libertad de prensa” es la del dueño de la imprenta, es la libertad de los capitalistas para fabricar la opinión pública. En este caso, hemos asistido a dos fenómenos: Por un lado, los medios de ámbito nacional, no han prestado la mínima atención a un conflicto que ha paralizado la industria de Cantabria. Lo que no se cuenta no existe. No vaya a ser que el ejemplo del sector del metal en Cantabria prenda la mecha para la extensión a otros sectores y territorios.
Por otro lado, los medios locales, conscientes de que no podían obviar un conflicto palpable, trataron de criminalizar, desacreditar y tergiversar la lucha obrera y sindical, dando pábulo a mentiras de la patronal sin ser contrastadas, haciendo llamamientos a la “responsabilidad” (únicamente de los trabajadores, por supuesto) o situando el foco en la quema de neumáticos y no en el sufrimiento de 20.000 familias.
Lecciones de la huelga
El preacuerdo que alcanzaron los sindicatos con la patronal y que fue ratificado por una asamblea multitudinaria en el Palacio de Festivales de Santander recoge una subida salarial del 3,5% para 2021, más una paga de 250 euros; 4,5% en 2022 con una cláusula de revisión salarial del 65% sobre el IPC real, más el cobro de atrasos del 8%; y para 2023 y 2024 una subida salarial del 3%, con una cláusula de revisión salarial del 85% sobre el IPC. Independientemente de las valoraciones que se puedan hacer sobre el acuerdo, fueron los trabajadores quienes votaron mayoritariamente a favor de un acuerdo que mejora sustancialmente la oferta de la patronal al inicio de la huelga y eso ha sido fruto de una huelga de la que debemos extraer una serie de aprendizajes: Se demuestra una vez más que si clase obrera para, no se produce nada, pese al constante discurso de que es el empresario quien crea la riqueza, una vez más, la huelga del metal ha demostrado que si la clase obrera para, no se produce nada.
Si algo nos demuestra también esta huelga es que no puede haber negociación sin movilización en la calle y organización en los centros de trabajo. Si la huelga ha servido para poner a la patronal frente a las cuerdas es gracias a que el sector cuenta con un alto grado de afiliación, se hicieron asambleas previas durante semanas para explicar la situación de bloqueo del convenio y discutir la plataforma reivindicativa, ha existido un importante nivel de combatividad que se ha demostrado cada día en los piquetes a las puertas de fábricas y polígonos, así como en las multitudinarias manifestaciones y se ha logrado una crucial unidad sindical, todos ellos elementos esenciales para lograr victorias en cualquier conflicto.