Los objetivos declarados de los dirigentes rusos en Ucrania pasan por “desnazificar” el Estado ucraniano, impedir su entrada en la OTAN y proteger a la población rusa. La cuestión ahora mismo imposible de conocer es en qué se concretan realmente esas declaraciones. ¿Aspira Rusia a conquistar todo el territorio ucraniano? ¿Aspira única mente a controlar la capital y las ciudades principales en la parte oriental del país y a controlar la salida al Mar Negro? ¿Aspira a crear un corredor entre Crimea y el Donbás que permita controlar también el Mar de Azov? ¿Pretende forzar la sustitución del gobierno ucraniano actual por otro gobierno afín? ¿Le vale con ciertos compromisos firmes sin necesidad de cambiar al gobierno? Esta cuestión está abierta al transcurso de los acontecimientos, pero la solución que finalmente se alcance, con el visto bueno de las potencias occidentales y China, determinará el devenir en los próximos años, no solamente en la relación entre los dos países, sino en la región entera y también a nivel mundial, que deberemos seguir con mucha atención.
Ahora podemos analizar algunas de las consecuencias inmediatas de la guerra en Ucrania que ya se están produciendo y que podemos resumir en que la escalada belicista y las confrontaciones entre potencias crecerán en intensidad y se producirá una reorganización de las alianzas en torno a las dos principales potencias, que son EEUU y China.
El riesgo de una guerra imperialista generalizada está más próximo que nunca en las últimas décadas. Como veníamos señalando, cada conflicto y contradicción resuelta de forma más o menos violenta en los años anteriores suponía la acumulación de material explosivo, capaz de desencadenar una nueva guerra mundial en la que se viesen involucradas las principales potencias y sus bloques respectivos. Este escenario está más cerca tras los acontecimientos en Ucrania, dado que una de las principales decisiones que están adoptando los países europeos es la de incrementar el gasto militar y reforzar su participación en la OTAN, al tiempo que se habla de acelerar la puesta en marcha del Euroejército. Por otra parte, países hasta ahora no miembros de la OTAN como Finlandia o Suecia se plantean su integración en la misma, y la Unión Europea hace gestos destinados a facilitar la incorporación de Georgia o Moldavia, aparte de la misma Ucrania. Como hemos señalado anteriormente, los cambios de fronteras y la promoción de tesis nacionalistas están dando alas al irredentismo en varios países de Europa Oriental que podrían terminar en nuevas confrontaciones armadas. La militarización de la economía y de la sociedad en su conjunto se acelera, lo que tiene consecuencias evidentes en la limitación de derechos fundamentales en los países de Europa Occidental, con el redoblamiento de la campaña anticomunista y la creciente limitación de las libertades de prensa y de expresión.
En todo caso, se abre un período de gran inestabilidad en Europa, de paz armada, que se suma a los conflictos más o menos latentes entre Grecia y Turquía, en Chipre y en Oriente Próximo y África. Si además tenemos en cuenta los conflictos en Asia Central, en el Indo-Pacífico, en el Mar de China Meridional y entre India y Pakistán, se multiplican los posibles escenarios para nuevas confrontaciones que pueden adoptar la forma de guerras proxy, de injerencias de todo tipo, guerras comerciales, sanciones y también confrontaciones armadas directas entre las principales potencias. La cuestión ya no es considerar que puede haber una guerra imperialista generalizada en un futuro cercano, sino cuánto tiempo falta para que se produzca el casus belli.
En estos momentos, la guerra comercial se muestra como un elemento fundamental del conflicto interimperialista. Las sanciones recíprocas se han multiplicado, pero todavía les queda recorrido, y los que sufrirán sus consecuencias serán los pueblos. En estos momentos las sanciones se centran en Rusia y los países de la OTAN respectivamente, se pretende con ello también eliminar competidores en ciertos mercados, pero la experiencia de Cuba nos muestra que rápidamente estas sanciones pueden evolucionar en un futuro hacia otros países, obligando a terceros a decidir en exclusiva con qué polo imperialista se quieren mantener relaciones comerciales. Poco a poco se rompen puentes de inversión burguesa en el bloque ajeno, operando los Estados como garantes de las burguesías propias que son afectadas por la guerra comercial, y ocupando las burguesías del propio bloque imperialista los vacíos que se crean al expulsar la burguesía foránea. La guerra comercial allana y así el camino a la guerra abierta.
La guerra en Ucrania también despeja otra cuestión, que es la de la mayor subordinación de Rusia y la UE a China y EEUU, respectivamente.
Se ha de tener en cuenta que, con datos de 2020, el principal socio comercial ruso es China, que cuenta con un 14% de las exportaciones rusas y de quien Rusia obtiene el 23% de sus importaciones. No obstante, los países de la Europa y EEUU suponen, en conjunto, un 26% de sus exportaciones y un 24,7% de sus importaciones. Si tenemos en cuenta que el 42,1% de las exportaciones rusas son combustibles, minerales y aceites minerales, todo apunta a un crecimiento de la relación comercial con China en el futuro a raíz de las sanciones y del menor consumo de materias primas rusas en Europa, que tendrá su correlato en la esfera financiera. Dicho resumidamente, Rusia se hará más dependiente de las relaciones económicas y comerciales con China, y por ende en las relaciones militares y estratégicas.
Por su parte, la UE acaba de comprometerse con EEUU a comprar 50.000 millones metros cúbicos de gas natural licuado anuales hasta 2030, por un importe de 140.000 millones de euros, con el objetivo declarado de sustituir hasta un tercio del gas natural que importa de Rusia, lo que en la práctica supone cambiar la dependencia de una potencia por otra. Por otro lado, la recuperación de la idea de configurar un Ejército de la UE (Euroejército), supondría esencialmente un reforzamiento de la industria armamentística europea y unas mayores capacidades de intervención, pero no una mayor autonomía estratégica de la UE, toda vez que el Mando Aliado de Operaciones de la OTAN tiene la capacidad de dirigir misiones de las fuerzas de la UE y que el último Concepto Estratégico de la OTAN, aprobado en 2010 y que será revisado en la Cumbre de Madrid en junio, establece con claridad que “la UE y la OTAN pueden y deben jugar un papel complementario y reforzarse mutuamente”.
Otro de los efectos, que analizaremos más adelante, de la presente guerra, es la agudización del proceso de deslinde dentro del movimiento comunista internacional.