Realista y conmovedora. La adaptación de la homónima novela de Zola (1885) llega a la TV de la mano del director y productor francés David Hourrègue. Una miniserie de seis capítulos que consigue capturar la atención del espectador de principio a fin.
Ambientada en el norte de Francia, aunque bien podría tratarse de una fábrica inglesa, el relato que nos presenta Hourrègue es universal. La población minera de Montsou sufre día tras día las humillaciones de los patrones. Para unos los trajes de seda y los banquetes, para otros el pan duro y la miseria. Una corta existencia plagada de hambre y frío. Los que tienen algo de suerte mueren con cuarenta años de silicosis, los que no, sepultados en el fondo de la mina.
Hasta la llegada de Etienne Lantier, joven maquinista que huye de Lille, las diferentes generaciones de mineros parecen resignarse por el miedo a perder el empleo y los pocos medios de subsistencia que tienen. El patrón aprieta. Habla de la crisis internacional y la productividad. Los salarios bajan y no llega el pan para todos. Etienne, que ya había entrado en contacto con el Manifiesto Comunista plantea algunas preguntas una noche en la taberna. Algunos se ríen, no entienden nada. ¡Si no trabajamos, no comemos! – gritan otros con la cara todavía negra de trabajar. El resto es historia. Germinal transita una serie de lugares comunes del movimiento obrero y sus debates en tiempos de la I Internacional: desde las primigenias organizaciones obreras, la solidaridad proletaria, la cuestión de la huelga y la represión patronal, la unidad desde abajo y extensiva a toda la clase o los peligros del nacionalismo son sólo algunos de los elementos de la trama.
En definitiva, una serie muy bien construida en lo narrativo (los anacronismos resultan naturales) y con una exigente puesta en escena que recomendamos a los lectores de Nuevo Rumbo.