Cumbre de la OTAN en Madrid: cuando te preocupa la matanza de cerdos, pero no de seres humanos

Siete largas décadas han pasado desde aquel 4 de abril en el que los representantes de diversas potencias imperialistas se reunían en Washington para sellar la fundación de la OTAN. Lo hacían bajo el paraguas de la Doctrina Truman y respondiendo a ella y, así, entre palabras altisonantes que proclamaban la necesidad de “defenderse del comunismo” para “lograr la felicidad de la ciudadanía”, se producía el trágico parto de lo que sería la punta de lanza militar de numerosos países europeos, de Estados Unidos y de otras naciones capitalistas contra los países donde mandaba la clase obrera.

Durante 42 años, hasta la definitiva caída del bloque socialista en 1991 como resultado del proceso de contrarrevolución, la OTAN canalizó numerosos recursos en todo el mundo para desplegar una agresión multifacética contra el socialismo-comunismo. Desaparecido temporalmente el proyecto comunista, en los 90, hubo quien ingenuamente pensaba que la OTAN había perdido su razón de ser. No tardarían hasta los más ilusos en darse cuenta de que la OTAN, máquina de guerra, podía servir tanto de ariete contra los países socialistas donde se acababa con la explotación del hombre por el hombre, como contra otros países capitalistas en el marco de las disputas interimperialistas.

En nuestro país, la propuesta de adhesión a este monstruoso entramado militar despertó una oleada de protestas tan espléndidamente masiva que ha pasado a ocupar un papel en los libros de historia. En las calles resonaba el “¡No a la OTAN!” acompañado por la consigna de “¡Bases fuera!”. El PSOE jugó el papel que el capitalismo le había asignado y nos dijo que la OTAN, de entrada no, pero entramos.

Entramos con la promesa, el eterno edulcorante de la socialdemocracia, de que se iban a retirar las bases militares norteamericanas de España. De que España, ¿quién se podía creer eso?, no iba a implicarse en guerras de agresión. Hoy el suelo español sigue contando con bases militares de Estados Unidos y más de 900 soldados de nuestro país participan en misiones de agresión imperialista orquestadas por la OTAN. España se convierte en un objetivo militar de primer orden en caso de una guerra generalizada.

El papel de la España capitalista en la construcción de la OTAN no es pequeño. A ello han contribuido populares, socialistas y, más recientemente, quiénes aspiran a ser el nuevo PSOE. Se nos metió en la OTAN a traición, desarmando el movimiento de protesta con promesas, en 1986 y cuando hubo que replantear explícitamente los objetivos de la OTAN para convertirla en una herramienta funcional a sus integrantes en la disputa interimperialista, España acogió la Cumbre de la Alianza Atlántica de 1997. Fue en esta Cumbre donde se hicieron algunas de las formulaciones maestras que guiarían la actuación de la OTAN en las siguientes décadas y hoy, como resultado de ello, centenares de miles de cadáveres yacen esparcidos por diversos pueblos del mundo.

Hoy, 25 años después de aquella cumbre de la OTAN en 1997 que organizó el PP y 19 años después de las masivas protestas contra la guerra de Irak de 2003 que la socialdemocracia intentó capitalizar, el gobierno de coalición PSOE-UP nos lleva de cabeza a la organización de una nueva Cumbre en Madrid los días 29 y 30 de junio y envía a 800 españoles a las cercanías de Ucrania, preparados para lanzarlos a la picadora para asegurar las posiciones de los monopolios norteamericanos y de la UE en la región.

Son días de tragedia. El pueblo ucraniano sufre directamente las consecuencias de una nueva guerra imperialista y nosotros las sufriremos indirectamente, con la subida de los precios de la luz, el gas y la gasolina. De la comida y la ropa. Responsables son Putin y el imperialismo ruso, por haber empezado la invasión; pero también la OTAN por haber preparado un golpe de mano en 2014, que ha acabado con la vida de centenares y miles de sindicalistas y de comunistas. Responsable es también la burguesía española por proporcionar cazas, fragatas, soldados para una guerra en la que la clase obrera no tiene nada que ganar y en la que lo único que está en juego es el control de cruciales vías de transporte de gas por parte de unos u otros monopolios. De nuevo: sus guerras, nuestros muertos. Sus beneficios, nuestro sufrimiento.

La participación decisiva de España en el asunto, con la celebración de la Cumbre de la OTAN en junio y el envío de tropas y armas a la frontera de Ucrania, es decisión de la burguesía y responsabilidad del Gobierno. Con todos sus integrantes. Yolanda Díaz, para quién ser comunista “es complejo”, fue muy clara cuando se le preguntó sobre el papel de España en la OTAN, el papel de España en la guerra. “Lo que diga el Presidente Sánchez es la posición de todo el Gobierno”, afirmaba en público. “No me voy a oponer a la guerra, yo quiero ser presidente”, añadía en conversaciones privadas.

Y mientras el oportunismo cierra filas alrededor del PSOE, también cuando hay que decidir si participar en una carnicería, el PCE agita banderas en la calle para simular una oposición al Gobierno que ellos mismos sostienen.

Pero no nos dejemos llevar por ilusiones. Para el Partido Comunista de España, que antaño fue la organización de la clase obrera en nuestro país y que ahora ha quedado reducido a su triste caricatura, lo aprobado en sus propios documentos congresuales es papel mojado. Y así, la “salida inmediata de la OTAN” que en abstracto propugnan (páginas 6, 19, 34 de los documentos del XX Congreso) es rápidamente liquidada por su práctica política. Enrique Santiago, quién compagina su cargo de Secretario General del PCE con el de Secretario de Agenda 2030 para el Gobierno de España, lo dejaba muy claro: España tiene que “acoger la próxima cumbre de la OTAN” porque tiene que “cumplir con sus obligaciones internacionales”.

Parece ser que la preocupación del PCE sobre la matanza de cerdos en las macrogranjas no es extensible a la matanza de seres humanos en Europa. No se preocupen: la clase obrera no necesitamos, ni esperamos, que sea el Gobierno el que nos saque de la guerra. Lo haremos nosotros mismos.

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