Kazajistán: cuando se pretende tapar el sol

2022 comenzó en el ámbito internacional con una sorpresa: Kazajistán. Sorpresa sobre todo en Occidente, para la cual Asia central es en general un lugar donde no se pone el foco, una parte del mundo eclipsada por los países a su alrededor y los conflictos que surgen en ellos de forma relativamente recurrente. Y a pesar de ello, la primera semana del año fue un tema candente, generando una cantidad inusual de titulares refiriéndose a una ex-República Soviética, ilustrados con fotos llamativas de la lucha en sus calles y la tradicional explicación de los medios de dónde estaba el país y cuál era su historia reciente, aparte de su visión particular de los hechos.

Porque Kazajistán puede ser uno de tantos países en las sombras, pero sigue las mismas dinámicas que el resto del mundo imperialista. Allí tampoco se libraron de la escalada de precios internacional ni de un proceso de privatización que, a pesar de haber iniciado hace 30 años y sin la oposición —formal— del movimiento obrero —ilegalizado—, continúa para alivio de los capitalistas. Fue precisamente la privatización y salida a bolsa de activos de gas licuado, el 1 de enero de este año, lo que provocó el alza de precios de un bien con un uso tan extendido en el país —la mayoría de vehículos funcionan con él—, motivo que posteriormente prendería la mecha de las movilizaciones de los propios trabajadores petroleros del país, y que en cuestión de tres días se convertirían en movilizaciones generalizadas de los principales sectores de la industria extractiva kazaja por toda una serie de reivindicaciones económicas y políticas de primer nivel, como la subida de salarios o la legalización de partidos y sindicatos.

Las reacciones, por cierto, no se hicieron esperar. A nivel de estados, el planteamiento fue casi unánime: rechazo a las movilizaciones por parte de todas las potencias con intereses en el país —lo que incluye a Estados Unidos, Rusia, China y la propia UE— y petición al gobierno kazajo de actuar cuanto antes para “volver a la normalidad”, con entrada de tropas rusas y otros países de la OTSC para ayudar a silenciar, ley marcial mediante, las  movilizaciones.

Resulta muy ilustrativo que las principales potencias, que se amenazan a diario con una guerra en Ucrania, estén completamente de acuerdo en “restablecer el orden” en otro país donde las revueltas las protagonizan los trabajadores. Dice mucho de su carácter de clase el hecho de que, a pesar de las intrigas y conspiraciones, a pesar de las alianzas muchas veces forzosas, todos los polos sean capaces de aparcar sus diferencias cuando lo que se pone en juego son los beneficios de sus respectivos monopolios. Porque Kazajistán no tendrá un foco encima, pero lo que sí tiene es una extensa lista de multinacionales de todo el mundo que se lucran de los abundantes recursos naturales de un país del tamaño de media Europa y que necesita de una ingente cantidad de mano de obra, y con ellas una numerosa clase obrera sometida de primera mano a la contradicción entre quién realiza el trabajo y quién se lleva los millonarios beneficios.

Igualmente esclarecedor es el papel de la prensa que ha seguido el conflicto. Los “sesudos” análisis de “expertos internacionales” y las noticias de última hora dando parte del número de policías asesinados —omitiendo curiosamente el de manifestantes asesinados en la mayoría de casos— no se debieron al azar. Ni fue tampoco casual el enorme bombo dado a las afirmaciones del gobierno kazajo de que “20.000 yihadistas habían invadido su país” (sic) por parte de varios medios de comunicación, especialmente rusos. La criminalización de las protestas, equiparadas en este caso al terrorismo islámico pese a no encontrar indicio real alguno de dicha “invasión yihadista”, quizás le recuerde a algunos que la libertad de prensa, por muy “alternativo” que cada uno considere un medio concreto en este mundo multipolar, sigue perteneciendo al dueño de la imprenta.

La cuestión y, como consecuencia, la solidaridad con el pueblo kazajo —independientemente de la arista que se quiera tomar— no ofrecerían realmente mucha duda, especialmente cuando se cuenta con el testimonio de personas que han vivido de primera mano la misma. Precisamente por ello, es una cuestión que marca y alinea: a plena luz del sol, es imposible no ver quiénes buscan sombras. Y como estamos viendo con otros focos de tensión más en boga actualmente, los hay que tratan de tapar el sol a toda costa. Algún día sabremos a ciencia cierta qué intereses ocultaban para ello.

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