Escribir artículos sobre actualidad entraña siempre algún peligro para el escritor, en este caso, que rápidamente quede desfasado. Este en concreto ha sido escrito en la noche del 24 de noviembre mientras la SER anunciaba un preacuerdo entre la patronal y los sindicatos mayoritarios que daría fin a la huelga. En cualquier caso, una cosa está clara: la huelga del metal gaditano ha tenido una importancia política fundamental.
En primer lugar, la huelga ha vuelto a poner en el centro del debate político al mundo del trabajo y la lucha de clases, callando así a quienes durante décadas han declarado fallecido al movimiento obrero. Las huelgas tienen la virtud de demostrar que los empresarios ni generan la riqueza ni generan el trabajo. Así, los tertulianos de diversa índole se han centrado, casi unánimemente, en denunciar la combatividad de los trabajadores pero sin negar su existencia.
Por otra parte, la huelga del metal ha tenido la virtud de destapar el velo de la socialdemocracia. Si hace unos meses Yolanda Díaz anunciaba que iban a “llevar la democracia a los centros de trabajo”, estos días hemos visto cómo durante buena parte de los días de huelga la ministra escondió la cabeza, para acabar exigiendo al gobierno (dixit) que retirase la viralizada tanqueta. En estos juegos de trileros de ser a la vez gobierno y oposición el Secretario General del PCE, Enrique Santiago, ha pasado de intentar desmovilizar a los huelguistas pidiéndoles confianza en el gobierno a denunciar la citada tanqueta.
Además, el paro tiene otra ventaja y es que demuestra, en forma de vehículo militar que-ya-no-es-militar y pelotas de goma, el carácter de clase del Estado. Hoy ningún huelguista puede dudar, independientemente de las declaraciones del “socio minoritario” del gobierno que el Estado está al servicio de la patronal. Tendremos que recordarlo cuando vuelvan a pedir el voto de los trabajadores.
En definitiva, la huelga ha sido en sí misma una escuela de combate para todos los participantes, pero también para quienes la han seguido a través de medios de comunicación. Cádiz ha puesto sobre la mesa la centralidad de nuestra clase, deslindando los campos entre la patronal y el movimiento obrero. Pensemos todos qué está en nuestra mano, en nuestras empresas y nuestros sectores, para hacer mil y una Cádiz.