Bajo el lema “Actuar para avanzar” se celebró del 21 al 23 de octubre el 12 Congreso Confederal de CCOO. Durante sus sesiones, los 757 delegados y delegadas electos tuvieron la oportunidad de poner el ajuste fino a la ponencia mediante el debate de las enmiendas. A la vez que elegir al órgano de dirección que conducirá el sindicato los próximos cuatro años.
Lo primero que se puede decir es que ha sido un Congreso que consolida expectativas con la reelección de Unai Sordo como Secretario General con más del 90% de los votos, en un conclave que se define como de amplios consensos y fuerte unidad interna. Entre bambalinas el compañero Unai, tranquilo y “cultureta” como le definen algunos, demuestra no ser ningún ingenuo. La existencia de sectores que claramente estarían más cómodos con otras alternativas en la dirección no llegaron a producir más que algunos escarceos en los congresos territoriales y federales previos. Nada que pusiera en peligro, al menos para este congreso, su reelección como Secretario General del principal sindicato de nuestro país.
Por otro lado, CCOO sale de su congreso con un discurso a la ofensiva, llamando a organizar más sindicato en las empresas y a recuperar derechos perdidos y conquistar nuevos, y eso es un elemento cualitativo de distinción con respecto a momentos de la vida del sindicato en que ocupaban la máxima responsabilidad personajes como Antonio Gutiérrez o Fidalgo. Pero pesan mucho las constantes referencias a un Diálogo Social absolutamente mitificado, construido en nuestro país como una auténtica ratonera en que enredar al sindicalismo de clase conduciéndolo hacia una Paz Social a cambio de migajas en el mejor de los casos. Son contrastes de una organización de clase con casi un millón de afiliados y donde conviven distintas formas de entender el sindicalismo junto a otras que solo representan la traición y la claudicación de clase.
Sin duda CCOO es hoy un sindicato a la ofensiva, que busca el camino de las conquistas obreras pero que corre el riesgo de quemarse las alas por acercarse en exceso al calor de la socialdemocracia en la búsqueda de ese camino. Lo que se necesita con urgencia para acompañar las justas reivindicaciones de ese discurso es la movilización y no las falsas esperanzas en la vía parlamentaria. A la clase obrera nunca nadie nos ha regalado nada y subordinar nuestra estrategia a la lucha electoral de una sección de la socialdemocracia hipoteca la fortaleza que puede llegar a desarrollar una organización obrera con cerca de un millón de afiliados.
Recordemos, para no cometer el mismo error, la experiencia de la UGT con Felipe González. Claro ejemplo de cómo ningún gobierno que pretenda gestionar el capitalismo puede ser un gobierno que esté al lado de los intereses de la clase trabajadora.
Por ello es de la máxima importancia que los comunistas ayudemos a enarbolar y a clarificar que la independencia de CCOO debe sustentarse en asegurar la independencia de pensamiento de la clase obrera en la elaboración de su programa y sus estrategias de lucha.
Porque en los tiempos de crisis no es el momento de ir eligiendo lo menos malo, para que al final lo peor acabe llegando. Es tiempo de organizar la lucha en base a un programa propio de la clase obrera, sin hipotecas electorales ni concesiones a las distintas expresiones de la ideología burguesa.
Es imprescindible que cuando la socialdemocracia vuelva a defraudar, por traición o incapacidad, el movimiento sindical esté en condiciones de propuesta propia y de combate que impidan que amplios sectores de trabajadores, y del pueblo en general, busquen salidas donde solo hay oscuridad.
Por eso, recordando las palabras de Marcelino cuando decía que “Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar”, debemos enfrentar el presente con la audacia y la inteligencia que nos permita poder decir lo mismo en el futuro. La presencia organizada de los comunistas en CCOO empujará siempre en esa dirección.