El pasado 29 de septiembre se publicaba en el BOE el Real Decreto-ley 18/2021, de medidas urgentes para la protección del empleo, la recuperación económica y la mejora del mercado de trabajo; o lo que es lo mismo, la sexta prórroga de los ERTES iniciados con el Real Decreto-ley 8/2020 de 17 de marzo.
Esta nueva prórroga, que se extiende hasta el 28 de febrero de 2022, supone de facto que durante casi dos años, buena parte de la clase trabajadora de este país se ha encontrado (o se encuentra) en situación de precariedad.
Los ERTES, planteados por buena parte de los agentes sociales y la totalidad del gobierno de coalición como una especie de tabla de salvación para los trabajadores durante la pandemia, han supuesto todo lo contrario.
Para afirmar lo anterior, volvamos por un momento la vista atrás al lejano mes de marzo de 2020, cuando el RD-ley 8/2020 regulaba los ERTES tanto por Fuerza Mayor como por causas ETOP (económicas, técnicas, organizativas y de producción). Esta regulación no hizo otra cosa que venir a suavizar la regulación de los ERTES del Estatuto de los Trabajadores, porque, aunque la ministra Yolanda Díaz no diga nada al respecto y venda los ERTES como una fórmula mágica nacida a raíz de la crisis del COVID-19 (“los ERTES han venido para quedarse”- anunciaba nuestra ministra hace ya un año), lo cierto y verdad es que los ERTES ya se encontraban regulados en el artículo 47 del Estatuto de los Trabajadores.
Y comenzaron los ERTES, con la Inspección de Trabajo sin suficiente personal y sin comprobar, en un muy alto porcentaje, si se cumplían los requisitos para los ERTES de Fuerza Mayor; y llegaban más y más ERTES ETOP, con los sindicatos desbordados y sin poder cubrir la totalidad de las negociaciones, además de tener las manos atadas en muchos casos, pues la negociación, más que eso, se convertía en un chantaje por parte de las empresas aplicando ese refrán tan patrio como es el de “son lentejas, si quieres las tomas, si no las dejas”; dejando muy poco margen de maniobra a la representación legal de los trabajadores para que los ERTES fueran un poco menos perjudiciales y conseguir arrebatar alguna mejora sustancial para la clase trabajadora.
Y mientras a las empresas se le concedían toda una serie de beneficios como por ejemplo, la exención en materias de cotización, que se unía a la exención de abonar los salarios que reconoce el propio ERTE, la clase trabajadora tuvo que ver, aguantar y adaptarse para seguir viviendo con una parte proporcional de sus ingresos.
Y hecha la ley, hecha la trampa. Y las tramposas fueron las empresas, y los engañados como no, los trabajadores y trabajadoras. Trabajadores en ERTE parcial haciendo horas extras (no remuneradas), trabajadores en ERTE trabajando desde su casa de manera encubierta generando múltiples beneficios para las empresas a coste cero y con cargo a la Seguridad Social, miles de despidos encubiertos, pues pese al anuncio a bombo y platillo de que nadie iba a quedarse atrás ni ser despedido, las asesorías jurídicas de los sindicatos y despacho de abogados laboralistas se han llenado de trabajadores que se encontraron con una carta de despido.
Si al fraude sistemático que como decíamos previamente ha llevado a cabo la patronal, le sumamos el encarecimiento del coste de la vida que venimos sufriendo desde hace meses con la subida desproporcionada y bestial de la luz, el aumento del precio de los carburantes con los que llenamos nuestro depósito para ir a trabajar, el aumento de los alimentos etc., ¿dónde está la tan cacareada protección de la clase trabajadora? ¿Realmente se han salvado tantos puestos de trabajo? ¿No será en cambio, que pese a toda la palabrería institucional, los ERTES solo han servido para aumentar los beneficios de la patronal a costa de la clase obrera de nuestro país?
Dos apuntes rápidos para reflexionar: en el año y medio que llevamos desde la aprobación de los ERTES y sus sucesivas prórrogas, ni un solo partido del arco parlamentario ha puesto en cuestión o ha criticado estas medidas. El lector debería preguntarse cómo es posible que dentro de esa pugna diaria donde la más nimia cuestión hace que la “oposición” parlamentaria tache de “comunista” al gobierno socialdemócrata, no hayan dicho ni palabra ante unas medidas que supuestamente se aplican para beneficiar a la clase trabajadora.
Los ERTES se han vuelto a prorrogar, y debemos tener cuidado, puesto que una medida recogida en la normativa laboral con un carácter excepcional está cogiendo visos de perpetuarse en el tiempo, facilitar a la patronal disponer de los trabajadores cuando y como quiera y, pese a toda la literatura al respecto, en ningún caso proteger los derechos de la clase trabajadora de nuestro país.