Elecciones en Perú: capitalismo para la mayoría popular

El pasado 6 de junio se celebró la segunda vuelta de las elecciones generales en Perú, que debía servir para poner fin al período de inestabilidad social y movilizaciones masivas que ha vivido el país en el último año. Los candidatos que se han enfrentado en esta segunda vuelta han sido Keiko Fujimori, la ultraderechista hija del dictador peruano al frente de Fuerza Popular por un lado, y por el otro lado Pedro Castillo, líder de Perú Libre o Partido Político Nacional Perú Libre (PPNPL), partido que se define como “marxista-leninista-mariateguista”.

El resultado que arrojan las urnas da la victoria a éste último por un margen muy estrecho, hay menos de un 0,3% de diferencia entre ambos aspirantes a la presidencia. La victoria es prácticamente de Pedro Castillo a falta de apagar los clamores de fraude por parte del fujimorismo. Se nos plantea ahora una imagen de un Perú dividido y polarizado entorno a los dos extremos del espectro político representados en el arco parlamentario, la ultraderecha neoliberal por un lado y los comunistas por el otro. Y de la misma manera, nos podemos plantear que esta victoria de Perú Libre, por ajustados que sean los resultados, supone una victoria para la mayoría social peruana, la clase obrera, el campesinado y las capas populares.

Pero cometeríamos un error, que ya estamos más que hartos de ver a nuestro alrededor cada poco tiempo, si no analizásemos con algo más de profundidad al que probablemente sea el próximo presidente de Perú y a su partido.

Perú Libre surge del Movimiento Político Regional Perú Libre, un movimiento regionalista fundado por el dos veces gobernador de Junín, Vladimir Cerrón. Tras constituirse en partido de ámbito nacional se presentan a diferentes comicios, obteniendo en 2008 apenas el 3’4% de los votos y quedando por tanto fuera de la representación parlamentaria. Cerrón tuvo que dar un paso atrás  por acusaciones de corrupción y fue Castillo el que tomó el papel protagonista. Castillo viene de liderar una importante huelga nacional de profesores que duró 75 días en 2017 y ha participado activamente en las rondas campesinas que se organizan para combatir la delincuencia en su región. Es tras asumir el liderazgo Castillo cuando Perú Libre da la sorpresa y se coloca a la cabeza en las encuestas en las pasadas elecciones. El partido se define a sí mismo como del “Perú profundo” y ha sido precisamente el voto rural el que ha dado la vuelta a esta segunda vuelta de las elecciones a su favor.

Estos datos bastan a algunos para caracterizar como comunista al futuro gobierno de Perú. Pero la prensa y en general los partidos a la derecha del sistema tienen la buena o mala costumbre de usar este término con mucha ligereza y poca precisión. Y de la misma manera, la socialdemocracia tiene la fea costumbre de engañar al pueblo con falsas promesas y propuestas que estamos más que hartos de ver una y otra vez, y no podríamos sino ser cuanto menos precavidos antes de depositar de nuevo nuestras esperanzas en otro partido que promete a cada clase de la sociedad lo que quiere oír.

Y así es que mientras que en un principio se oía a Castillo hablar de nacionalizaciones de sectores estratégicos como la minería, apenas un mes después, tras ganar las elecciones, la cantinela es muy diferente. La renuncia a la estatización de la minería viene con todo un paquete de declaraciones y maniobras para tranquilizar a los mercados que varían desde el ya clásico “no tenemos nada que ver con la propuesta de Venezuela” al “queremos que haya un mejor dialogo nacional para que haya menos conflictos sociales”.

Más allá de su pasado como sindicalista y rondero, la propuesta política de Castillo y su partido no son nada nuevo ni revolucionario. Una nueva constitución, aumentar la recaudación fiscal o revisar los contratos públicos con las empresas son medidas de poco calado que en última instancia solamente corroboran lo que en ya ha dicho él mismo: una economía “con mercado”, o sea mayor intervención estatal en la economía del Perú. Vender esto como la novedosa panacea para los males que afligen al pueblo peruano es tener la memoria y la vista muy cortas. Quizá nunca supieron de Podemos, Syriza o el Estado del Bienestar. Llámenlo tercera vía, keynesianismo, socialismo del siglo XXI, nueva política, bridled capitalism, o como ellos quieran, capitalismo se queda.

Si a esta política económica tibia le sumamos la posición reaccionaria de Castillo el evangelista en temas de tipo social como el aborto, la igualdad de género en la educación o el matrimonio entre personas del mismo sexo, encontramos terreno mucho menos fértil para lanzarnos a sacar conclusiones demasiado optimistas. Y es que un panorama político que parece a simple vista un enfrentamiento entre dos polos opuestos esconde el hecho de que no hay realmente un enfrentamiento de dos modelos económicos diferentes sino entre dos formas diferentes de gestionar el sistema actual. Castillo aparece como el enésimo representante de la socialdemocracia que ha llegado para calmar las ansias de justicia del pueblo con medias tintas para dejar que el sistema siga funcionando sin demasiadas perturbaciones. De nuevo tenemos que recordar que el problema de los pueblos es el sistema capitalista, y que cualquier propuesta que no lo ponga en entredicho desde la raíz, por muy buenas intenciones que tenga, está destinado a servir en última instancia a los intereses de las clases dominantes.

Bruno Lévy

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