La administración Trump abandona la Casa Blanca tal y como empezó, con otra medida más contra la revolución socialista cubana. Esta vez, lo hace a través de la inclusión de la isla en la lista elaborada por el Departamento de Estado de Estados Unidos de países “patrocinadores del terrorismo internacional”.
No es de extrañar que la extrema derecha cubana, que ha ejercido y ejerce el terrorismo contra Cuba, haya mostrado su apoyo electoral a Trump en el decisivo estado de Florida en las pasadas elecciones. Lo que sí produce indignación es que sea EE.UU, el país que da sustento al terrorismo de extrema derecha y desde donde se dirige el terrorismo contra el pueblo cubano, quien se atreve a incluir a la isla caribeña en esa lista.
Desde el inicio de la revolución cubana en 1959, el pueblo cubano ha sido víctima del imperialismo norteamericano expresado en diversas modalidades. Los ejemplos son contundentes y abarcan un amplio espectro. Apoyo a la agresión militar a través del intento de invasión por grupos mercenarios en Playa Girón, daños en la agricultura y ganadería mediante la introducción de agentes biológicos por la CIA, intentos de asesinato a dirigentes cubanos, acciones terroristas contra instalaciones turísticas o la explosión mediante la colocación de una bomba en el avión de Cubana de Aviación donde asesinaron en pleno vuelo a 73 personas.
En estos años del gobierno de Trump se activó la ley Helms Burton por la que se facilitan acciones judiciales de las grandes propiedades nacionalizadas y puestas al servicio de la economía de todo el pueblo cubano, ante los tribunales de EEUU contra terceras personas y empresas que inviertan en la isla. Además, se han restringido los viajes de turismo, los vuelos directos y las remesas enviadas entre las familias cubanas con el objetivo de dañar la entrada de divisas. La persecución al comercio de Cuba con terceros y la persecución a las entidades financieras internacionales cubanas han marcado las medidas del gobierno de Trump contra Cuba.
Durante los meses previos a las elecciones en Estados Unidos se vieron intensificadas las provocaciones dentro de la isla por mercenarios, pagados con los programas subversivos que financian la USAID, (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) y la NED, (Fundación Nacional para la Democracia). Así, hemos visto falsas huelgas de hambre de supuestos grupos culturales, atentados contra instalaciones comerciales y hasta un intento de movilización de jóvenes artistas. Todo ello, a través de la financiación de una potencia extranjera que ha convertido el papel de la ridícula oposición en un gran negocio para la mafia cubana residente en EEUU, que se embolsa los fondos públicos de los proyectos para la supuesta promoción de la “libertad” y “derechos humanos” en Cuba.
Puede ser que la nueva administración Biden suponga un cambio en las relaciones de Estados Unidos con Cuba, tal y como pasó con la presidencia de Obama en la que precisamente se retiró a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo internacional, y se dieron la reapertura de embajadas y la eliminación de restricciones de viajes, remesas y el levantamiento de determinadas sanciones. Lo que también es seguro es que la injerencia del gobierno de EEUU contra isla y su pretensión de acabar con la revolución socialista cubana continuará, ya sea con un presidente demócrata o republicano.
Mientras las falsas acusaciones de terrorismo por parte de Cuba pretenden dañar la imagen de la revolución, miles de médicos cubanos desarrollan misiones internacionales por todo el planeta y no sólo en países empobrecidos sino en la propia Europa para contribuir a paliar la pandemia del COVID19. ¡Qué merecido sería otorgar el premio Nobel de la Paz para la brigada médica cubana Henry Reeve!