El 14 de febrero habrá elecciones en Cataluña. Unas elecciones que no deberían haber sido, por la situación sanitaria, que el Govern sólo quiso aplazar por interés electoral y que los tribunales han dejado en su sitio. Nos guste o no, este mes hay campaña electoral y el Partido Comunista estará en ella.
El Partido Comunista estará en ella, pero no precisamente porque se lo hayan puesto fácil. La COVID-19, el período navideño y las temperaturas invernales, que en diciembre alcanzaron mínimos históricos, han sido graves obstáculos en el camino para sortear el obstáculo mayor, injusto, que supone la obligación para los partidos extraparlamentarios de tener que recoger una cantidad enorme de avales a pie de calle para poder presentar candidatura.
La fuerza de voluntad de nuestra militancia y el apoyo de quienes apoyan al Partido fueron la clave para conseguir los avales, aunque a estas horas todavía hay quien se pregunta por qué un Partido Comunista, por qué el Partido Comunista, se presenta a las elecciones si quiere acabar con el sistema y no cree en el parlamento burgués. Se hace necesario explicarlo para entender qué motivos nos impulsan a tener un programa electoral.
Empecemos deshaciendo, de una vez para siempre, esa ingenua ilusión de que en el Parlamento se deciden cosas, de que en el Parlamento se debate algo. Ningún diputado comparece ante el hemiciclo para convencer a los demás diputados. Rige la disciplina de voto partidaria y todo está decidido de antemano, en los pasillos y tras haberlo hablado con la patronal. Los diputados salen al atril bien vestidos, con apuntes en un papel y su oratoria afinada, no para convencer a los demás diputados sino para convencerte a ti. El Parlamento burgués, ¡ese santuario de la democracia!, no es más que una convención de parlanchines que tratan constantemente de renovar tu convencimiento en ellos.
Pero los hay que ya dicen basta. Y cada vez más. Las brutales consecuencias de la crisis económica que estamos sufriendo, todavía no plenamente desplegadas, están despertando bruscamente a muchos trabajadores, a muchas trabajadoras, del ensueño al que nos han tenido sumidos los engañabobos durante años. ¿Por qué parece que los partidos del Parlamento discrepan en cuestiones fundamentales, pero luego a la hora de la verdad se ponen de acuerdo en todo lo esencial?
El denominador común es siempre el mismo: cuando se trata de proteger los intereses empresariales, todos van a la una. Cuando se trata de aplastar los derechos obreros, hay unanimidad. ¡Ni una tímida voz discordante!
Se impone la necesidad, cada vez más clara, de organizar la lucha de la clase obrera en las fábricas, en todos los centros de trabajo en realidad, en los barrios obreros. ¡Hay que acabar con su sistema! Y como no queremos escuchar sólo su voz, la de los empresarios y sus títeres, en ese inmenso teatro que es el Parlamento, estamos decididos a que esa voz de la calle y de las fábricas llegue y se pronuncie desde el atril. A partir del 14 de febrero, ¡queremos escuchar una voz obrera en el Parlamento!
El Partido Comunista se presenta a las elecciones catalanas del 14 de febrero con un programa de combate. No caemos en falsas ilusiones: nada se cambia desde el Parlamento, nada se cambia desde el gobierno y nada nos convencerá de lo contrario pues tenemos a nuestras espaldas más de cien años de experiencia en este sentido.
Pero algo va a cambiar. La clase obrera necesita su programa de combate, debe tener claras sus reivindicaciones. Queremos un país para la clase obrera, sí, ¿pero para qué? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué es lo primero que vamos a cambiar?
El programa electoral del PCTC trata de sintetizar brevemente estas cuestiones. Si la clase obrera toma el poder, ¡nacionalizaremos la industria! Si la clase obrera toma el poder, ¡nacionalizaremos los bancos! Y sin duda alguna, si la clase obrera toma el poder planificará la economía y gestionará sus propios asuntos, implicándose directamente en el control del país y de sus recursos.
A nadie debe sobresaltar que en nuestro programa electoral se mezclen cuestiones tan variopintas como la salida de la Unión Europea o la reversión inmediata de todas las reformas aplicadas en Cataluña al sistema sanitario, empezando por la Ley 15/1990.
Nosotros no vamos a gobernar, sabemos que quienes mandan son los empresarios, y por ello trabajamos para que se normalicen entre nuestra clase estas reivindicaciones fundamentales, tan necesarias aquí en Cataluña como en cualquier otra parte del Estado. Y es así como, mientras los políticos catalanes utilizan su ámbito competencial como excusa para no hacer nada en nuestro beneficio, nosotros descartamos ese argumento y decimos alto y claro que un Partido obrero, que se precie de serlo, tiene que presentarse a las elecciones con estas reivindicaciones fundamentales para nuestro porvenir.
El programa electoral del Partido para las elecciones es un programa para la esperanza de un futuro mejor. Un futuro que no va a llegar sólo, sino con la lucha, pero que es posible y necesario.
Y es que nuestro enemigo de clase ha conseguido normalizar, en nuestra vida diaria, los ERTE, la precariedad, las agencias de colocación, los sueldos bajos. El “vulgar mileurista” de ayer es el millonario de hoy. Nos han enseñado a llorar cuando no hay turismo en Barcelona, ¡qué vacías están las calles!, a quejarnos cuando las tiendas no están abiertas los domingos, a sentirnos ociosos cuando no hacemos horas extra, a creernos esclavos cuando tenemos un contrato de trabajo y no somos autónomos, a pensar que si la industria se va es porque hemos hecho muchas huelgas.
Triste y sombría realidad que es alegrada diariamente por los cada vez mayores conatos de resistencia que encontramos en las fábricas y en los barrios. Por eso nuestro programa hace mención específica a Nissan: por lo que lucharon y por lo que les han quitado. Sean para todos nosotros ejemplo de valentía sin peros y recordatorio de qué sucede cuando no llevas tus reivindicaciones hasta las últimas consecuencias. Hay que creer en nuestras fuerzas y que la batalla heroica esté también armada con ideas revolucionarias, de clase, y el convencimiento de que se puede lograr absolutamente todo con la lucha. ¡Todavía hay tiempo!
Tiene nuestro programa también un espacio para todos aquellos, para todas aquellas, que sufren las agresiones voraces de las empresas privadas que sueñan con tragarse el sector público. Los profesores, que cada vez trabajan más y pueden decidir menos; los trabajadores de comedores y actividades extraescolares, casi todo ya en manos de empresas privadas o de entidades del “tercer sector”; los investigadores universitarios, a los que quieren convertir jurídicamente en estudiantes cuando son trabajadores cualificados.
Y, por supuesto, no olvidamos a los sanitarios. Precarizados, sometidos muchos de ellos a la interinidad, ¡luchadores! Lucharon los médicos residentes recientemente, hicieron huelga y ganaron. Lucharon los médicos por la atención primaria hace un año y ganaron. Ni los servicios mínimos del 100 % pueden pararlos. Un aplauso para ellos, sí, pero no el aplauso desclasado de los balcones sino el aplauso de quienes también luchan y se admiran ante el coraje de los que son capaces, casi que al mismo tiempo, de salvar vidas y de ganar derechos laborales.
El 14 de febrero, el Partido Comunista de los Trabajadores de Catalunya llama sin ambigüedades a votar por él. El voto útil es aquel que permite a los trabajadores tener voz en el Parlamento. Pero este voto tiene que reforzar la lucha en la calle, no adormecerla ni debilitarla. El 14 de febrero, ¡vota comunista! El 15 de febrero, ¡organízate con el Partido Comunista!