En los primeros días del mes de octubre la plantilla de John Deere, convocada por CCOO y con el apoyo de CSIF-USO, nos movilizábamos para exigir a la dirección de la empresa el cumplimiento de nuestro convenio colectivo en materia de empleo, para que los compañeros que han pasado por el tribunal médico sean incorporados a un puesto de trabajo adaptado a sus capacidades y por la reincorporación inmediata de las personas que tras una excedencia preavisaron de su vuelta con al menos un mes de antelación.
La asamblea aprobó una propuesta de paros de tres horas por turno por una abrumadora mayoría. El taller secundó de forma predominante y las oficinas de forma muy significativa. La compañía estaba inmersa en la fase inicial de un proceso de reorganización global al que llamaban “Smart Industrial”. En previsión de lo que pudiera ocurrir, era necesario no esperar más e iniciar la pelea. Pero por más que se intentó, no fue posible la unidad de acción sindical.
Pasados dos meses, la empresa comunica 11 despidos del personal de oficinas con la coartada del “smart industrial”, aprovechando para purgar a personas que se habían presentado en listas sindicales, expresaban sus opiniones con libertad o simplemente ejercían sus derechos en un colectivo, el de oficinas, donde el aliento del superior directo en el cogote es difícilmente soportable.
En aquel momento UGT en la fábrica rompió la unidad no apostando por los paros en octubre. Planteaba una huelga indefinida a las puertas de Navidades, con un ERTE productivo, con la plantilla cogiéndose los días de reducción de jornada industrial para empalmar con los inhábiles y las vacaciones y con una dirección que se había encargado de adelantar todo el trabajo posible. Afortunadamente, no se atrevieron a llevar siquiera a la asamblea tan disparatada propuesta. Triunfó la razón y prácticamente por unanimidad se aprueba en asambleas una línea de movilizaciones que combina una respuesta contundente, con 13 horas de paro a lo largo de tres días y una manifestación desde la fábrica hasta el ayuntamiento de Getafe. Una respuesta inteligente que permita mantener la presión en el tiempo hasta conseguir la readmisión de los compañeros, paralizando, a partir de enero, aquellos productos críticos y clave para la compañía. Una cuestión quedó clara en muchas de las asambleas celebradas los días de paro; la movilización no era para conseguir mejores indemnizaciones sino para lograr la readmisión de los compañeros despedidos y el cumplimiento del convenio colectivo, reincorporando a las personas que han pasado el tribunal médico o regresan de una excedencia.
Los paros son un rotundo éxito, algo histórico; por primera vez vemos cómo lo secundamos no solamente el 100% de la plantilla de taller sino el colectivo de oficinas masivamente. La manifestación que recorre Getafe desde la fábrica hasta el ayuntamiento congrega alrededor de 1.500 personas. Con estos mimbres de unidad y lucha la readmisión estaba al alcance de la mano.
Sin embargo, y con la excusa de impedir la externalización de un producto que pretende hacer la dirección de John Deere Ibérica, UGT convocó una mediación con la empresa en el Instituto Laboral de la Comunidad de Madrid, sólo una semana después de esa gran manifestación. Ahí es cuando la empresa ofrece lo que nos temíamos y de lo que ya habíamos avisado en las asambleas: mejorar las indemnizaciones o unas vagas promesas de recolocaciones en el exterior para los despedidos, ir reincorporándose a lo largo de tres meses para los compañeros que han pasado el tribunal y esperar al juicio para las personas que solicitaron su vuelta tras una excedencia.
CCOO planteamos que la solución no pasa por más dinero sino por la readmisión y que estamos dispuestos a negociar la forma en que se hace efectiva, pero los compañeros de UGT, los mismos que hacía dos semanas estaban defendiendo la huelga indefinida, aprovechando de forma abusiva su mayoría en el comité de empresa y sin consultar a los afectados ni a la asamblea de trabajadores como se les reclamaba, firman en solitario un acuerdo que deja fuera a los compañeros despedidos intentando imponer además una paz social. Esto dificultará, pero no impedirá que se siga peleando por el empleo y no permitiendo este tipo de atropellos de la patronal. Hoy son estos compañeros, y mañana puede ser cualquier otro.
Sólo hay dos caminos en el mundo sindical, el de la connivencia con la patronal y cesión a sus chantajes o el de la dignidad de la lucha obrera para conquistar empleo estable y con derechos.