Últimamente nos encontramos con la palabra “igualdad” en boca de muchos ministros y ministras. A esta palabra, le acompañan otras como “laboral”, “retributiva”… Pero ¿qué es lo que en realidad propone el gobierno en materia de igualdad laboral entre hombres y mujeres?
Recientemente el Gobierno ha sacado dos decretos para, según sus palabras, luchar contra la discriminación retributiva e impulsar que las empresas apliquen planes de igualdad. Y además, según la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y la Ministra de Igualdad, Irene Montero, son dos decretos que nos ponen a la cabeza de Europa en cuanto a igualdad laboral.
Crean leyes y decretos para cosas que, supuestamente, ya son ilegales. Porque, ¿desde cuándo es legal en España que una mujer gane menos que un hombre por desempeñar el mismo trabajo? ¿No es este un pilar de su tan mencionada Constitución? Nos están metiendo por los ojos unos presuntos logros del gobierno de coalición que en realidad, no lo son.
En España, las mujeres cobramos casi 5.000 euros menos al año que los hombres realizando el mismo trabajo, es decir, casi un 22% menos. Pero esto solo nos pasa a las trabajadoras, puesto que las directivas, aquellas mujeres que están en lo alto de la pirámide de explotación laboral, no tienen ningún tipo de desigualdad: disfrutan del mismo salario y del mismo derecho a explotar a los trabajadores que los hombres.
El Real Decreto 902/2020, de 13 de octubre, de igualdad retributiva entre mujeres y hombres, especifica que se van a establecer diferentes pautas para garantizar que las mujeres no sufran discriminación retributiva frente a los hombres, centrándose en las herramientas que vienen recogidas en el Estatuto de los Trabajadores y en lo que debe aparecer en los diferentes convenios colectivos. Además, proponen reuniones semestrales entre sindicatos, la patronal y el Ministerio de Trabajo y el de Igualdad, junto a “auditorías retributivas”.
Lo que no nos cuentan, es que esa desigualdad retributiva no viene solo por el hecho de que las empresas paguen menos. Esta desigualdad viene dada por las relaciones de producción, por la desigualdad entre los trabajadores y los propietarios de los medios de producción, que a su vez, origina desigualdad entre hombres y mujeres.
Por mucho que intenten legislar y anunciar a bombo y platillo documentos que en realidad son más de lo mismo, las trabajadoras debemos tener claro que seguirá habiendo desigualdad laboral mientras el sistema capitalista domine nuestras vidas. Somos habitualmente nosotras las que después de ser madres, pedimos reducciones en nuestras jornadas laborales; somos nosotras las que ocupamos la mayor parte de los trabajos parciales y temporales; todavía lidiamos con una distribución desigual en las tareas de cuidados… Con todo esto, ¿cómo no vamos a cobrar menos que los hombres si el problema está en que no tenemos nuestros derechos más básicos garantizados?
Si tuviéramos bajas de maternidad en condiciones, desde el inicio del embarazo y hasta un año después del parto, cobrando siempre el 100% del salario, las trabajadoras no pediríamos reducciones de jornada ni excedencias, cosa que hacemos, en la mayoría de los casos, de manera forzada por la propia situación. Si la conciliación fuera una realidad, y no un simple eslogan, no aceptaríamos empleos parciales y temporales, sino que podríamos optar a los mismos puestos de trabajo que nuestros compañeros.
Por más veces que lo repitan y por más alto que lo digan, no nos engañan con sus movimientos. No queremos que la patronal decida que vamos a cobrar lo mismo hombres y mujeres a costa de bajar el salario a los trabajadores; no queremos que un Ministerio de Igualdad pueda dirigir toda la política de empleo hacia las mujeres por el simple hecho de ser “de igualdad”. Lo que las trabajadoras queremos, lo que necesitamos, junto a nuestros compañeros, es tener en nuestro poder los medios de producción, es poder decidir acerca de nuestra vida sin tener que depender de la “caridad” del empresario o empresaria de turno.
Por mucho que se escuden en que la igualdad es el fundamento principal de la Unión Europea, tenemos claro que bajo la tutela de la UE no vamos a conseguir la igualdad laboral, porque mientras aquí “propugnan” paridad y equidad, legislan contra los trabajadores del resto del mundo y consienten el asesinato día tras día de miles de personas que vienen a Europa para poder lograr una vida mejor. ¡Qué clase de igualdad nos vamos a esperar de la Unión Europea cuando es el ente más desigualitario que existe!
Las comunistas lo tenemos claro. Si los trabajadores y trabajadoras tenemos el control de los medios de producción, existirá realmente igualdad laboral, retributiva, de derechos y deberes. Si englobamos la lucha de las trabajadoras en la lucha general de clases, entonces, la igualdad, sí será ley. Porque la igualdad ley ha de ser.