Desde que, en enero de 2020, PSOE y Unidas Podemos, o lo que es lo mismo, la vieja y la nueva socialdemocracia, llegaron al gobierno, no hemos hecho más que escuchar que se trata del ejecutivo más feminista de la historia de España, donde las mujeres toman protagonismo y donde la lucha de las mujeres tiene mucha importancia en la agenda política, social y económica del país.
Sin lugar a dudas, sí, las mujeres están siempre en la boca del gobierno central. Pero no para bien. ¿Alguna medida efectiva para luchar contra la violencia machista? ¿Alguna decisión para mejorar nuestras condiciones laborales? No. Ni una medida en favor de las trabajadoras. Pero seguimos escuchando que Yolanda Díaz es la mejor ministra de trabajo que ha habido nunca, y que, por el simple hecho de ser mujer, lo está haciendo bien. Pero “se olvidan” de mencionar la nefasta gestión de los ERTES, la no derogación de la reforma laboral… Mientras, la ministra de igualdad desfila por el papel cuché mostrando la cara de la gestión “amable” del capitalismo. Pero ¿de verdad pretenden engañarnos? ¿Acaso ha habido algún tipo de beneficio para las trabajadoras? No. Y es un no rotundo.
Nos bombardean constantemente con el Plan ‘Me Cuida’, ese plan que supuestamente beneficia a la clase obrera porque te permite adaptar tu horario y tu jornada de trabajo en caso de tener que atender a algún familiar. Pero lo que no dicen es que al final, como siempre, será la mujer la que tenga que solicitar el plan… Porque no nos engañemos: las mujeres somos las que asumimos la mayor parte del trabajo de cuidados.
Son muchas las trabajadoras que, a raíz de la crisis del covid-19, han tenido que dejar sus empleos para hacerse cargo de sus hijos, de sus familiares; porque, vayamos con la sinceridad por delante: ¿Alguien de verdad se cree que, si en una familia el hombre tiene un trabajo estable y cobra un mejor salario, va a dejar de trabajar para dedicarse a sus cuidados teniendo la mujer un trabajo precario y parcial? Y ya, ni hablemos de las familias monoparentales, sin ningún tipo de ayudas, siendo las mujeres las que tienen que hacer malabares para poder conciliar su vida laboral y familiar y salir adelante.
Con todo esto, entonces, ¿en qué nos está ayudando el gobierno central a las trabajadoras? ¿Dónde está ese “nadie se va a quedar atrás”? ¿De qué cambios sustanciales nos hemos beneficiado las trabajadoras?
A las mujeres trabajadoras nunca nos han regalado nada y todo lo que hemos conseguido ha sido a través de nuestra lucha y organización; y aunque nos quieran hacer creer que con un cambio de gestores vamos a mejorar nuestras condiciones de vida, sabemos que eso es imposible bajo el marco del capitalismo.
Es nuestra tarea, como trabajadoras, organizarnos. Y es nuestro deber exigir, sin ningún tipo de chantaje, mejoras para nuestro día a día como mujeres de la clase obrera. La incorporación de las trabajadoras a la lucha sindical se vuelve hoy más necesaria que nunca: cada mujer organizada en su centro de trabajo junto a sus compañeros es un paso más hacia nuestra emancipación como clase obrera.
No debemos dejarnos encandilar por falsas ilusiones. Nuestros derechos como trabajadoras sólo los vamos a conquistar luchando y organizándonos. Con su política de gestos sin cambio sustancial alguno, nos tendrán en frente. Su inacción frente a la violencia machista se encontrará con nuestra determinación en la lucha contra esta lacra.
No debemos confundirnos de enemigo. El problema de la desigualdad, común a todo el mundo capitalista, no es una cuestión de género, sino una cuestión de clase. Que haya más mujeres en el gobierno o, como tanto celebran, en las altas esferas del IBEX 35, a la mayoría de las mujeres, las trabajadoras, no nos beneficia en absoluto, puesto que siguen beneficiándose de nuestra explotación y opresión como miembros que somos de la clase obrera.
No pedimos, por lo tanto, la organización y la lucha de las mujeres en general, sino la de las mujeres de una clase concreta, las de nuestra clase, las trabajadoras, aquellas que sufren en sus propias carnes peores condiciones laborales en sus centros de trabajo que sus compañeros, cobrando unos salarios de miseria; aquellas que cargan sobre sus espaldas todo el trabajo de cuidados y reproductivos en sus hogares; aquellas que sufren todo tipo de abusos en su día a día.
Pongámonos manos a la obra. Construyamos una organización de masas donde las mujeres trabajadoras avancemos hacia nuestra ansiada liberación bajo nuestra bandera, la de toda la clase obrera. Tengamos en el horizonte a todas aquellas mujeres que nos precedieron participando activamente y de manera destacada en los diferentes procesos revolucionarios.
Usar todos los medios de lucha que tengamos disponibles como clase será el único modo de poder llevar a cabo nuestras máximas aspiraciones. Organicémonos, es el momento.