El análisis de la realidad social desde una perspectiva marxista-leninista es complejo, como diría cierta ministra. Es necesario entender los factores que determinan los contextos de vida de cada una de las clases sociales que intervienen en cada modo de producción, ya sea en la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo o en el socialismo-comunismo.
Sobre las bases materiales en las que los hombres y mujeres se relacionan para organizar la producción de bienes y servicios se levantan una serie de elementos de la superestructura como son las instituciones, las creencias, la moral, la religión, las costumbres sociales… En este sentido, hombres y mujeres reproducen en su pensamiento los elementos de las clases dominantes que permiten perpetuar un sistema social de dominación con independencia de la posición que tenga en la producción social. Dicho de otro modo, en nuestros días, con el capitalismo, la forma de vida se perpetúa porque dentro la clase obrera y los sectores populares perviven en su pensamiento valores capitalistas: competitividad, individualismo, consumismo…
Cuando los comunistas analizamos un problema, entendiendo que lo fundamental es la lucha de clases como motor de la historia, nos preguntamos cuáles son los intereses de las clases sociales. Así, cuando hablamos de libertad, los comunistas hablaremos de libertad para qué clase; si la democracia burguesa es libertad para la clase obrera o si es libertad para su explotación. En este sentido analizamos todos los fenómenos sociales.
Reconocer que en nuestros días la influencia del Partido Comunista entre las masas es reducida, nos lleva a entender que la conciencia de la clase obrera es muy instintiva y reducida a elementos económicos. Por eso, cuando una fábrica cierra, los trabajadores en su instinto inicial lo que buscan es que otros capitalistas inviertan para la reapertura de la misma. En una crisis como la que vivimos, en la que hay un desplome general de la actividad económica, se cuestionan elementos de la superestructura como aquellas creencias sociales anteriores que sostenían que el Estado no podría intervenir en la economía productiva y se lanzan entonces llamados a la nacionalización de las empresas, o mejor dicho a la estatalización y control del capital social por parte del Estado. Este pensamiento no responde a la independencia en el discurso de nuestra clase social, la clase obrera. Responde claramente a la necesidad de socialización de las perdidas empresariales por parte de toda la sociedad y la reactivación de cierta de demanda para satisfacer la esfera de circulación del capital —que la maquinaria capitalista no se pare—.
Entonces, ¿cuál es la posición comunista para un pensamiento independiente de clase? Aquí es donde ponemos el enfoque de a qué clase social se está beneficiando. Así, los capitalistas socialdemócratas dirán que es necesaria la colaboración público-privada, repartiendo un poco para los trabajadores y salvando a los capitalistas de la quiebra, que mantienen su posición de dominación hasta la reactivación del ciclo económico tras el abaratamiento de salarios. Nosotros, los comunistas, explicamos a la clase obrera que la riqueza social es creada por los trabajadores y que la forma capitalista de producción basada en la propiedad privada entra en contradicción con esa producción social. Por eso, los comunistas no pedimos la estatalización de las empresas, lo que pedimos es la nacionalización con control obrero, proceso que sólo se puede dar en una revolución que derrote el poder capitalista. Esa es la posición independiente de la clase obrera.
Ahora, cada uno podemos reflexionar sobre otros aspectos de la vida. ¿Queremos una sociedad con la prestación del Ingreso Mínimo Vital? ¿Queremos un parque público de viviendas? ¿Queremos una sociedad de consumo? ¿Qué alimentación queremos para nuestro pueblo? Demos la perspectiva de clase y habremos obtenido el discurso independiente del Partido Comunista.