Han sido bastantes “filósofos de moda” los que desde el estallido de la crisis del coronavirus han expuesto sus reflexiones en forma de artículos (véase la compilación Sopa de Wuhan) o incluso libros, como es el caso de Slavoj Zizek con Pandemic! Desde el comienzo, por mi oficio (profesor de filosofía) y militancia política (comunista), me interesé por la temática e hice un seguimiento de las distintas posiciones.
Enseguida advertí que las opiniones eran tan diversas como las filosofías de cada cual. El virus se tenía que “adaptar” a sus categorías y algo tan novedoso como el Covid-19 tenía que encajar en lo que ya habían dicho de alguna manera. Un poco más y hacen del SARS-CoV-2 la consecuencia lógica de sus premisas.
En este sentido, Giorgio Agamben decía que la epidemia era una “invención” para justificar el “estado de excepción” del que él es teórico; Judith Butler, que la consecuencia del fracaso electoral de Bernie Sanders será una mayor “discriminación” en los tiempos del coronavirus, dado que él había abierto (por tanto ahora estaría cerrado) la posibilidad de “reimaginar un nuevo mundo ordenado por un deseo colectivo de igualdad radical”; Franco “Bifo” Berardi, hablaba de “virus semiótico en la psicosfera” y de “psicodeflación” para concluir que de esto tenemos que salir con un “gran deseo de abrazar”, “solidaridad social”, “contacto”, “igualdad”… En definitiva, la misma impresión que tenía desde que era estudiante: mucha retórica, petulancia y palabras rimbombantes. Muy común en la filosofía de nuestro tiempo. Incluso en la “famosa” polémica entre el surcoreano Byung-Chul Han y el esloveno Slavoj Zizkek a colación de la crisis del Covid-19, que ha sido la más sonada. Veamos en qué ha consistido.
Byung-Chul Han sostiene que el “pánico desmedido al virus” se debe a que durante años hemos vivido en una “sociedad sin enemigos, en una sociedad de la positividad”, concibiéndose ahora el virus como un “terror permanente”. Hemos estado instalados en la “digitalización” y ahora que viene un virus real aparece la “negatividad”. Seguramente el lector no se ha enterado de lo que significa esto (él no es mucho más claro), por lo que añadiré una par de palabras sobre su filosofía para que se entienda. Byung-Chul Han defiende que vivimos en una “sociedad del cansancio”, originada por un “exceso de positividad” que provoca hartura. ¿Qué quiere decir? Según él, el “sistema neoliberal” ya no es un sistema de clases antagónicas sino que proliferan los sujetos que se convierten en “auto-explotadores”. Nos obsesionamos con explotarnos a nosotros mismos y eso borraría toda “negatividad” externa contra nosotros. A lo que Byung-Chul Han se está refiriendo es a esas profesiones de trabajo intelectual (autónomos en su mayoría) al servicio de empresas (no analiza cómo éstas son las que obligan a “autoexplotarse”). Ejemplo pueden ser los diseñadores gráficos, docentes, creadores de marketing, informáticos, ingenieros… Esta subjetividad o “cansancio” que proviene de tener que ser rentables, productivos y estar en comunicación constante, que podría ser válido (no entro en la polémica) para un sector concreto de trabajadores, se lleva a la categoría de “Zeitgeist” hegeliano, de “espíritu de época”, clima intelectual en el que se ve inmersa la totalidad de los acontecimientos culturales, sociales y políticos. Como los ocurridos en la actual crisis del Covid-19.
No hace falta ser filósofo de carrera para refutar esto. Cualquiera que haya trabajado en algún sector (camarero, albañil, repartidora, limpiadora, costurera, obrero en una fábrica, reponedor…) donde la empresa impone su dictadura más descarnada (que no son pocos) puede impugnar esa tesis. Pero como los lectores de Byung-Chul Han seguramente se dediquen al trabajo intelectual (profesores de filosofía como yo…) se sentirán identificados con su pensamiento y lo convertirán en espíritu de época extendiéndolo a la subjetividad general… se llama tomar la parte por el todo, y es una falacia muy vieja. En definitiva, el pánico al virus se produciría por estas décadas de “exceso de positividad” y cree que eso solo beneficiará y provocará un “mayor autoritarismo” y control mediante el big data. Y ahora vamos a lo curioso de la polémica. ¿Cómo se responde con Zizek?
Byung-Chul Han critica las posiciones de Zizek y su afirmación de que el coronavirus fomentará el “comunismo”. La tesis de Zizek es que el virus ha asestado un golpe al capitalismo a lo “Kill Bill”, en referencia a la película de Tarantino donde la protagonista mata al malo dando unos golpecitos en el corazón que provocan que cuando el malvado ande cinco pasos muera. Metáfora con la que quiere decir que el coronavirus ha sembrado la semilla de la cooperación entre países y personas que constituye la base del “comunismo” (no a la “vieja usanza”, aclara). Resumiendo, su nuevo “comunismo” sería no aquel que derrocó la explotación capitalista (como en la Unión Soviética) sino aquel que porta (ahora sí, según él) la “solidaridad”, “cooperación mundial”, etc. Esto puede verse en las medidas tomadas por el propio Trump, como muestra las limitaciones realizadas a empresas privadas en la producción de lo necesario para paliar la crisis del covid-19, su consideración de una forma de ingreso básico universal… El coronavirus está volviendo comunista hasta a Trump. He ahí un comunista más auténtico que la Unión Soviética. En fin.
Para el esloveno, comunismo sería cualquier forma de intervención estatal o cooperación entre dos entes del tipo que sea, aunque vaya ligado a beneficiar luego a las mismas empresas capitalistas. Se sembraría el germen de esa “cooperación” interclasista porque todos estamos en el “mismo carro”.
No pude evitar recordar la crítica de Marx y Engels a Feuerbach cuando se declara comunista al calificarse como “hombre común”. Por decir que los seres humanos pueden necesitarse unos a otros no se es comunista, eso siempre ha ocurrido, dicen. El comunismo, según Marx y Engels, no es un “ideal” sino un “movimiento real” que anula y supera el estado de cosas actual (el capitalismo). Y resulta ahora que, según Zizek, el comunismo es cualquier tipo de intervención estatal (aunque beneficie al capital) o cooperación entre dos entes. Decepcionante cuanto menos para un teórico que intenta “renovar el marxismo”.
Decir que el Covid19 está preñando de comunismo nuestras sociedades capitalistas resultaría otra más de sus cómicas rarezas si no existieran colas kilométricas de familias trabajadoras que, empujadas por el hambre, esperan horas para obtener una bolsa semanal con unos cuantos alimentos no perecederos. ¿A quién se está garantizando la salida a la crisis? ¿A los capitalistas o a los trabajadores? ¿Las medidas que toman los gobiernos van orientadas al bien común? En su libro Pandemic! señala, en refuerzo de su tesis, que desde el comienzo de la crisis, Netanyahu “ofreció inmediatamente ayuda y coordinación a la autoridad palestina”, como una muestra de ese “comunismo”… unos días después Israel bombardea Gaza y anuncia un plan para miles de asentamientos judíos en Cisjordania. Toma comunismo.
Estos debates filosóficos sobre el Covid-19 me han recordado al Concilio de Leipzig, pero no al del siglo XVI en el que se batieron católicos y protestantes en profusas minucias teológicas, sino a la parodia de Marx y Engels sobre los filósofos de su época, a los que acusaban de debatir de ideas que solo ocurrirían en su cabeza como si fueran reales, como si esas ideas fueran la causa de la servidumbre y no la explotación capitalista: eran Bruno Bauer y Max Stirner, rebautizados como San Bruno y San Max.
En ese particular Concilio, no debatían acerca de la terrenal realidad, sobre “los aranceles protectores, la Constitución, la enfermedad de las patatas, el régimen bancario o los ferrocarriles, sino sobre los más sagrados intereses del espíritu…” Debatían solo sobre ideas metafísicas, el éter intelectual era la sustancia donde flotaba la controversia, “solo luchan contra frases”, dice Marx. ¿Y sobre qué debaten hoy nuestros filósofos de moda si no se disputan las clases sociales ni los intereses enfrentados entre trabajadores y capitalistas?
“¿Qué hay de nuevo, viejo?”, preguntaba Bugs Bunny mientras se comía una hortaliza naranja y alargada. Pues San Byung y San Zizek. Que os aproveche la zanahoria, es hora de que la filosofía recupere el palo.