“Eres una exagerada, son imaginaciones tuyas”. “Si dejas de pensar en ello, seguro que se te pasa”. “Si tienes de todo en tu vida, ¿Cómo vas a estar deprimida o tener ansiedad?”. “No llores, que no solucionas nada”.
Miles de mujeres, a diario, tienen que soportar ese tipo de expresiones tanto desde fuera como de su círculo más íntimo. Porque si tienes trabajo, hijos y pareja, debes ser feliz por encima de todas las cosas, sin importar lo que hay más allá.
Las mujeres trabajadoras somos las que más sufrimos trastornos de salud mental. Casi un 20% de las mujeres vive con este obstáculo, frente a un 14% de los hombres. Entre los 35 y los 64 años, una de cada diez mujeres toma ansiolíticos a diario.
En una sociedad como en la que vivimos no es de extrañar que las trabajadoras seamos propensas a tener este tipo de problemas. El sistema capitalista, con su afán por generar el máximo beneficio posible, nos roba incluso la salud. Un sistema competitivo, sin empatía y que lo único que busca es su propio interés, deja a la clase obrera desamparada y en especial, a las mujeres trabajadoras.
Pero ¿por qué somos las trabajadoras quiénes más padecemos este tipo de problemas? La desigualdad que se vive en el mercado laboral, con la brecha salarial como una de sus máximas expresiones, la precarización del empleo y la inexistencia de conciliación laboral y familiar, hacen que las trabajadoras lleguen a generar una fuerte carga mental que recae sobre la propia salud.
No solo se debe hacer frente a la jornada laboral, sino que, además, cuando se llega a casa, gran parte del trabajo reproductivo nos lo echamos a la espalda. Si no se puede con todo, hemos fracasado en nuestra vida, somos unas “blandas”. Esas “súper mujeres” que intentan vendernos no existen: son las mujeres de la burguesía, que nos contratan para cuidar a sus hijos, a sus mayores, para limpiar y cocinar. Esas “súper mujeres” no son más que una clase privilegiada que tiene todos los medios en su poder, e incluso, disponen de nuestras propias vidas.
Mientras tanto, las mujeres trabajadoras, debemos soportar una gran carga de trabajo fuera y dentro de casa, no tenemos tiempo para dedicar a nuestra familia, amistades o a cultivar nuestras aficiones. Mientras tanto, las trabajadoras debemos seguir tomando ansiolíticos para soportar día tras día lo que el sistema capitalista nos impone.
El desmantelamiento de la sanidad pública y sus procesos de privatización han expulsado a miles de profesionales de la salud mental del sistema público de sanidad. Esto conlleva que miles de trabajadoras tengan que ser atendidas por sus médicos de cabecera, los cuales no tienen una especialización en salud mental, y la única solución que ofrecen es la medicación. Las que menos, van a clínicas o consultas privadas, dejando parte de su salario, para ser atendidas por profesionales.
La socialdemocracia se empeña en poner parches y en insistir en la libertad personal e individual de las personas. Las comunistas reivindicamos la importancia de lo colectivo: un sistema de salud como prioridad nacional y con un programa específico de salud mental, donde se tenga en cuenta la incidencia de estos trastornos en la clase obrera en general, y en las mujeres trabajadoras en particular.
No es nuestra culpa no poder llegar a todo lo que se supone que debemos llegar. No es nuestro problema que algo se deje para el día siguiente en el trabajo porque no da tiempo. No somos responsables de que los platos de casa se queden sin fregar. El culpable es el sistema capitalista.
Hoy más que nunca, se hace necesario elegir lo necesario. Por nuestra salud, por la de nuestros hijos e hijas, la de nuestras parejas, nuestras familias. Elegir lo necesario significa optar por nuestra clase, significa luchar por nuestra salud y por nuestro bienestar. Elegir lo necesario significa escoger un cambio de sistema donde no tengamos que dejarnos la salud e incluso la vida para seguir enriqueciendo a los mismos de siempre. Elegir lo necesario significa tomar partido.