La repetición electoral del 10N ha supuesto un retroceso general en votos y en escaños para las fuerzas de la socialdemocracia española. A pesar de ello, o precisamente a causa de ello, el acuerdo de Gobierno que entre mayo y septiembre era imposible, en menos de 48 horas se ha sellado con un abrazo entre los máximos responsables del PSOE y de UP.
El pre-acuerdo firmado el 12 de noviembre es en estos momentos el único documento que se conoce en el que se contienen los ejes de futuro gobierno de coalición socialdemócrata, y supone la asunción por parte de UP del grueso del programa del PSOE. Además, implica el sometimiento estricto a todos los mecanismos de control fiscal, financiero y presupuestario con que la Unión Europea acostumbra a presionar a los gobiernos para adoptar políticas más favorables al capital monopolista.
No obstante, y antes de que ni siquiera se haya anunciado el definitivo acuerdo o esté segura la investidura de Pedro Sánchez, ya han surgido numerosas voces para legitimar no sólo la alianza PSOE-UP mediante el recurso tristemente habitual al espantajo del “parar a la derecha” o cualquiera de sus variaciones conocidas, sino también para tratar de convencernos de que la única vía política posible pasa por la subordinación al PSOE y la aspiración, a lo sumo, de “corregir” sus políticas más descaradamente liberales.
Para tal viaje no eran necesarias tantas alforjas ni tanto griterío sobre la casta, ni tampoco una repetición de elecciones cuyo resultado en lo tocante a Vox es ahora precisamente utilizado como argumento final contra quienes tenemos memoria y recordamos cómo la socialdemocracia, cuando ha gobernado, ha traicionado sistemáticamente todas las ilusiones generadas entre la mayoría trabajadora.
La memoria es esencial en política. El mismo PSOE que ahora firma un documento que habla de “impulsar la reindustrialización” fue el principal ejecutor de la brutal política de desmantelamiento industrial que, entre los años 80 y 90 del pasado siglo, no sólo terminó con el futuro de con comarcas enteras de eso que ahora llaman la “España vaciada”, sino que machacó a porrazos a los trabajadores y trabajadoras que se movilizaban para reclamar un futuro digno.
El mismo PSOE que en 2011 aprobaba el encadenamiento ilimitado de contratos temporales, que su mismo Gobierno habían limitado en tiempos de bonanza económica, ya en 2010 había dado vía libre a los EREs y ampliado las posibilidades de modificación unilateral de las condiciones de trabajo por parte de la patronal. Todo ello porque eran las “medidas necesarias” para que las empresas, a costa de miles y miles de trabajadores y trabajadoras, pudieran remontar la gravísima crisis capitalista en curso.
¿Qué garantía ofrece hoy UP de que, cuando el actual “enfriamiento” económico derive en abierta crisis, su coalición socialdemócrata va a tomar medidas diferentes a las que han tomado todos y cada uno de los gobiernos capitalistas de la UE, incluido su admirado Tsipras en Grecia? ¿Sobre qué base piensan que el PSOE con el que pactan es diferente del de la reforma laboral de 2010, de las reconversiones y de la OTAN?
Lo podrán vestir como quieran, pero ni hay garantías, ni el PSOE ha cambiado ni caben ya propuestas de gestión “amable” del capitalismo cuando la patronal y la burguesía están en un proceso de radicalización que va a exigir mayores sacrificios a nuestra clase y a nuestro pueblo. Sacrificios que serán ejecutados y gestionados por la coalición socialdemócrata hasta el momento en que uno de los dos socios principales pase del abrazo al puñal y rompa la sociedad con alguna excusa grandilocuente para posicionarse mejor ante el siguiente proceso electoral.
A la coalición socialdemócrata le decimos que los y las comunistas tenemos memoria, que no nos dejamos engañar por sus políticas de gestos, por el juego del palo y la zanahoria que rápidamente van a intentar desplegar utilizando alguna medida muy mediática pero que en nada dañará a los intereses de los capitalistas.
Esta coalición capitalista y su gobierno nos tendrán enfrente, denunciando cada medida contraria a los derechos de nuestra clase, desarrollando ese Partido Comunista independiente capaz de representar, sin engaños y sin maniobras parlamentarias por sillones, los intereses objetivos de la mayoría obrera y popular de nuestro país sin subordinarse a los intereses de nadie más.
Un Partido Comunista que sólo responda ante la mayoría obrera y popular, cuya única ley sean los derechos de los trabajadores y trabajadoras.