Sobre el Acuerdo Sindicatos-Gobierno en la Mesa de Diálogo Social

Magdalena Valerio, Pepe Álvarez, Unai Sordo y Antonio Garamendi. Imagen: Rodrigo Jiménez / EFE.

Despedíamos el año con un acuerdo en la Mesa de Diálogo Social, con una Patronal desfavorable al mismo y muy beligerante, y unos sindicatos que ante la duda de la voluntad política real del gobierno en la concreción de lo acordado pedían celeridad en la tramitación de cada apartado. Y recordándole al Gobierno su capacidad para legislar por Real Decreto-ley.

Estamos, sin duda, ante un acuerdo que recoge reivindicaciones con un alcance nada desdeñable en cuanto al número de beneficiarios y que, de materializarse, vendrían a mitigar algunos de los retrocesos en las condiciones de vida de la clase obrera y los sectores populares. Pero que de ningún modo podemos visualizar como un avance fundamental en la medida que ni siquiera nos retrotrae a los derechos previos a las dos últimas reformas laborales.

La reposición del subsidio de desempleo para los mayores de 52 años, la recuperación de la ultraactividad en los convenios colectivos, la prevalencia del convenio colectivo de sector frente al de empresa, la modificación del artículo 42 del Estatuto de los Trabajadores en materia de contratas y subcontratas y la consolidación del subsidio extraordinario de desempleo, eliminando la referencia al 15% de tasa de desempleo de la EPA son aspectos un acuerdo que, aún siendo claramente insuficiente y a la espera de ver su materialización concreta, puede abrir un camino que vaya recogiendo la cosecha de las movilizaciones.

Un acuerdo que, en palabras del Secretario General de CCOO, “recoge una parte de las reivindicaciones sindicales, pero no las agota”. A la vez que recuerda que de no haber cumplimiento por parte del Gobierno se sucederán las movilizaciones. Es por lo tanto un acuerdo que viene precedido del incremento de las movilizaciones y asienta su fuerza sobre la capacidad de movilización que los sindicatos firmantes puedan levantar en lo inmediato. Aún así, creemos que los sindicatos firmantes deben incrementar el grado de exigencia hacia un gobierno que hasta el momento sólo hace guiños y propone gestos pero que aún no ha plasmado en el plano de la realidad ninguno de ellos.

Estamos ante un Gobierno que siente su debilidad y necesita recuperar el apoyo popular de cara a una más que previsible anticipación de las elecciones generales, y a la par ante unos sindicatos que no renuncian, como sí sucedió en épocas pasadas, al uso de la movilización como herramienta genuina y eficaz del sindicalismo de clase.

Estamos convencidos de que este gobierno está midiendo cada paso para, con lo mínimo, volver a cegar con falsas esperanzas a la clase obrera y los sectores populares. Sabemos también que se trata de decisiones políticas que entran en contradicción directa con las necesidades de la burguesía de un aumento de la sobreexplotación de la fuerza de trabajo y que tendrán un recorrido breve. Si la denominada izquierda consigue con ello retomar el pulso electoral vendrá con las rebajas muy pronto, y en caso contrario la derecha política ya tendrá la justificación para eliminar el más mínimo avance de un plumazo.

La clase obrera debe por tanto ser consciente de ello, no para encerrarse en el “nada es suficiente”, o en el “nada vale”, sino para elevar su grado de organización política y sindical que permita que estos avances, fruto de la debilidad del gobierno, realmente se consoliden en hechos concretos y sirvan de inicio de un proceso que, desde la movilización y la presión, inicien el rumbo hacia la disputa a la burguesía de derechos que nos han sido arrebatados. Pero a la vez para, llegado el momento, tener la capacidad de dejar atrás la mutación que en su día sufrieron las centrales sindicales de clase de nuestro país que cayendo en un falso posibilismo se fueron entregando con armas y bagajes ante las reivindicaciones cada vez más sangrantes de una burguesía que por naturaleza necesita nuestra ruina.

Llenemos el sindicalismo de clase con ideas de lucha sostenida, con la recuperación de las mejores y más probadas tradiciones de organización y lucha clasista. Para que, llegado el momento de una nueva traición de la socialdemocracia, el sindicalismo de clase se sitúe del lado que le corresponde y que nunca debió abandonar.

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