La Riscossa entrevista a Ástor García

Los camaradas de La Riscossa, Órgano del Partito Comunista, entrevistaron hace unos días a Ástor García, Secretario General del PCPE. A continuación, la entrevista traducida al castellano.

Estos días en Italia estamos discutiendo la maniobra financiera que está llevando a cabo el gobierno de Lega-M5S. Es una política que resulta de la suma de dos inspiraciones que tienen en común la ilusión de dos sectores diferentes de la gente: una, más reaccionaria, que se basa en factores de inseguridad personal típicamente de derecha, contra la inmigración y la delincuencia, y la otra que se basa en el malestar real de los estratos más desfavorecidos, con disposiciones tales como el “ingreso de la ciudadanía”.

Algunos, en cierta izquierda, dan la bienvenida a estas segundas medidas e incluso proponen presionar el M5S para agudizar las contradicciones con la Liga.
Nuestro Partido ha expuesto repetidamente el vacío y la nocividad tanto de las medidas del M5S, como de la política que se dirige al tráiler del M5S, simplemente pidiendo algo más de lo que se prometió.

Otra izquierda, de inspiración moderada, toma como ejemplo lo que está sucediendo en España, donde hay un gobierno liderado por los socialistas, con la participación de otras fuerzas.

Le pedimos al Secretario General del Partido Comunista de los Pueblos de España, camarada Ástor García, una evaluación política del gobierno español y los efectos que está teniendo sobre la clase obrera y los trabajadores en general.
 
Querido camarada, en primer lugar, describa brevemente a los partidos que conforman la actual coalición gobernante en España y su papel (participación, apoyo externo, etc.).

En primer lugar, permíteme que agradezca al hermano Partito Comunista esta entrevista.  Quisiera enviar un fraternal saludo a la militancia comunista y al conjunto de la clase obrera italiana. Estos días conmemoramos en España el ochenta aniversario de la partida de las Brigadas Internacionales. Los comunistas españoles siempre llevaremos en nuestro corazón a los hombres y mujeres que partieron de Italia para defender a nuestro pueblo de la bestia fascista. A los héroes de la Brigada Garibaldi, que entregaron lo mejor de sí mismos combatiendo al fascismo en suelo español, en defensa de la libertad de los pueblos y del socialismo.

Hoy, como entonces, es necesario intensificar nuestro compromiso internacionalista. Debemos aprender de la experiencia de la clase obrera de todos los países, en un momento cargado de peligros. En ese sentido, esta entrevista nos permite explicar a la clase obrera los desarrollos actuales de la política española tras la llegada de la socialdemocracia al Gobierno. Nos permite generalizar la experiencia y advertir a la clase obrera italiana de los peligros que entrañan las falsas ilusiones que algunas fuerzas políticas tratan de sembrar en el seno del pueblo trabajador.

El pasado 1 de junio el parlamento español aprobaba una moción de censura contra el Gobierno de Mariano Rajoy, por la que el actual Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, salía investido presidente. El cambio de Gobierno se aprobó con un resultado ajustado: 180 votos a favor, 169 en contra y una abstención. Ese ajustado resultado presagiaba que el nuevo gobierno de la socialdemocracia tendría que hacer frente a una situación de tremenda inestabilidad, dada la dificultad para articular una mayoría parlamentaria estable que otorgase estabilidad a la acción del Gobierno.

En contra de la moción de censura se posicionaron el Partido Popular, y sus aliados de Unión del Pueblo Navarro y Foro Asturias, y Ciudadanos. Los primeros, que perdían el gobierno, duramente golpeados por la sentencia de la Audiencia Nacional en el conocido como “caso Gürtel”, en la que se dejaba al descubierto una trama de financiación ilegal que se soportó durante décadas en una corrupción generalizada de la contratación pública. Por su parte, el partido Ciudadanos, que acababa de dar su apoyo a los Presupuestos Generales presentados por Mariano Rajoy, y que aspiraba a convertirse en fuerza principal de la derecha, presentando una imagen de falsa renovación y modernidad basada en un importante apoyo mediático, se opuso a la moción de censura reclamando la convocatoria inmediata de Elecciones Generales; una reivindicación que mantiene hasta el día de hoy.
La moción de censura contó con el apoyo de dos sectores diferenciados de la oposición. Por una parte el grupo parlamentario de Unidos Podemos, en el que se integra el partido Podemos, Izquierda Unida y algunas alianzas electorales territoriales, y que representa un conglomerado ideológico en el que se agrupan desde nuevos socialdemócratas, que venían situándose como alternativa renovadora frente al PSOE, en un proceso similar al ya explicado en la relación entre Ciudadanos y el Partido Popular, hasta las más variadas expresiones de posmodernismo, incluyendo también a los viejos eurocomunistas. La otra pata en que se asentó la moción de censura fueron distintas fuerzas nacionalistas, catalanas (ERC y PDeCAT), vascas (PNV y Sortu), gallegas o canarias; un apoyo basado en la crisis del modelo territorial abierta por el proceso independentista en Cataluña y por el interés de algunas fuerzas nacionalistas en un cambio de Gobierno que les permitiera negociar sus reivindicaciones particulares en mejores condiciones, haciendo valer para ello su apoyo a un Gobierno en minoría y, por tanto, en condiciones de debilidad.
Sobre esa base inestable, se conformó un Gobierno del PSOE, sin ninguna otra fuerza política. A pesar de que Pablo Iglesias manifestó con toda claridad la voluntad de Podemos de asumir responsabilidades en el nuevo Gobierno, proponiéndose desde un primer momento como socio preferente de la vieja socialdemocracia que representa el PSOE. Se trata de un Gobierno que en el pecado lleva la penitencia. Las correlaciones parlamentarias que permitieron el triunfo de la moción de censura son, a su vez, la principal causa de la debilidad actual de Pedro Sánchez, que difícilmente contará con apoyos suficientes para sacar adelante unos nuevos Presupuestos Generales para 2019, dado lo heterogéneo de sus apoyos parlamentarios, que van desde los nuevos socialdemócratas a los viejos eurocomunistas, pasando por fuerzas nacionalistas de derechas.

Tal y como analizábamos hace justo un año, en el XI Congreso del PCPE, tras décadas de bipartidismo, basado en la alternancia entre gobiernos del PSOE y del PP, éste se ha ampliado, tanto a un lado como al otro del eje parlamentario. PP y Ciudadanos de un lado y PSOE y Unidos Podemos del otro, todo ello atravesado por el cambiante papel de las numerosas fuerzas nacionalistas que cuentan hasta la fecha con representación parlamentaria. Esa nuevo bipartidismo ampliado nació del importante descontento que produjo la crisis capitalista en amplios sectores sociales, que manifestaron con la creación de nuevos partidos su descontento con la gestión realizada por el PP y PSOE. Las medidas de lavado de cara puestas en marcha en una tímida reforma del sistema político español han permitido hasta ahora que el Estado atrapase el descontento de la clase obrera y de importantes sectores populares dentro de los límites del parlamentarismo burgués, dentro de la Unión Europea y de la OTAN. En el fondo, ese nuevo bipartidismo ampliado, expresa la vieja contradicción entre las dos formas tradicionales de gestión del capitalismo: liberal y socialdemócrata. Ambas asentadas sobre la explotación de la clase obrera española y sobre la intensificación de los esfuerzos de los distintos Gobiernos para mantener, al menos, la posición de España en la pirámide imperialista, sobre la base de la pertenencia a la Unión Europea y la OTAN.
 
¿Cuáles son las medidas más importantes que ha tomado el gobierno, especialmente hacia los empleadores y los trabajadores?

La oposición socialdemócrata al anterior Gobierno del PP, tanto por parte del PSOE de Pedro Sánchez como de Unidos Podemos, se basó en sembrar entre la clase obrera y el pueblo falsas ilusiones. Sembraron la idea de que era posible alcanzar la justicia social en el seno del capitalismo y combatir las consecuencias de la dura crisis económica que azotó al capitalismo español. Para ello, según su punto de vista, tan sólo hacía falta un cambio de gobierno que garantizase otra forma de gestión capitalista, la socialdemócrata.
En los meses anteriores al cambio de gobierno se vivió en España un ciclo de intensificación de las luchas. Por una parte, los trabajadores jubilados exigieron con contundencia que se garantizase el poder adquisitivo de las pensiones. Se convocaron masivas movilizaciones que contaron con un gran respaldo popular.  A su vez, el 8 de marzo, salieron a la calle cientos de miles de personas exigiendo que se garantizasen los derechos de la mujer. Esas espectaculares movilizaciones adquirieron un fuerte carácter de masas debido a la implicación en la lucha de las organizaciones sindicales, que pusieron en énfasis en los derechos de las mujeres trabajadoras, golpeadas como nadie por la crisis, por la explotación y la violencia capitalista. Al mismo tiempo, se intensificaron algunas luchas en importantes empresas y sectores productivos. Todo estaba sentado para que se anunciase antes del verano la convocatoria de una Huelga General para este otoño y nuestro Partido trabajó duramente para que esa convocatoria fuese posible.

Sin embargo, este nuevo ciclo de luchas se debilitó con la llegada al Gobierno del PSOE. Pedro Sánchez anunció la puesta en marcha de una serie de medidas simbólicas que van desde una subida de las pensiones para este año acorde al Incremento de los Precios al Consumo, hasta sacar al dictador Franco del monumental Valle de los Caídos o acoger en el puerto de Valencia a los inmigrantes del barco Aquarius. También anunciaron cambios en política de mujer o en educación. Se trataba de calmar el descontento a través de una hábil política de gestos que logró desmovilizar a algunos sectores, a través de falsas ilusiones, de falsas promesas, y, sobre todo, de polarizar el debate político sobre la base del eje izquierda-derecha.

Las falsas ilusiones generadas van quedando una tras otra en evidencia. Pongamos por ejemplo en caso del Aquarius. Pedro Sánchez se presentó al mundo como defensor de los derechos humanos, como ejemplo de solidaridad. Se trató de una mero gesto y, si se me permite, de un auténtico ejercicio de hipocresía. Pues mientras se acogía temporalmente a los inmigrantes de Aquarius, se intensificaba la expulsión en caliente de inmigrantes en la frontera de Ceuta y Melilla, violando sistemáticamente los derechos humanos de esas personas y el propio ordenamiento jurídico español. Otro tanto podemos decir del caso de los restos de Franco. Se propone sacarlo del Valle de los Caídos y, ahora, el principal problema del Gobierno con eso es que la familia del dictador fascista pretende enterrar a Franco en la Catedral de la Almudena, situada en el centro de Madrid, que puede convertirse en un nuevo centro de peregrinaje del fascismo. Son dos casos claros de política de gestos, de falsas ilusiones, de cretinismo parlamentario.

Pero en la realidad que viven a diario millones de trabajadores españoles las cosas no cambian. La explotación capitalista sigue y se intensifica. Y el Gobierno socialdemócrata ni quiere ni puede cambiar la situación, mientras un puñado de capitalistas campan a sus anchas y la corrupción generalizada permanece. Pongamos otro ejemplo. Pedro Sánchez propuso publicar la lista de los millonarios que se habían acogido a la Amnistía Fiscal aprobada por el PP. Esa propuesta, ampliamente aplaudida por quienes creen que se puede perfeccionar la democracia burguesa, duró hasta que se hizo con el Gobierno, pues después, tras pretextos legales, no se llevó a cabo nada de lo dicho.

En realidad, la estrategia del Gobierno se jugó a una sola carta: la aprobación de los Presupuestos Generales para 2019, creando las condiciones que le permitiesen agotar la legislatura. Para ello, invistieron a Pablo Iglesias y a Podemos en socio preferente del Gobierno, con quien firmaron un acuerdo presupuestario que no cuenta con mayoría parlamentaria suficiente. Ese acuerdo es digno de estudio, un verdadero ejemplo de lo que significa la acción de gobierno socialdemócrata. Se basa en una sola idea: volver al capitalismo existente antes del estallido de la crisis económica hace ya diez años. Para ello renuncian abiertamente a algunas de las medidas que tanto PSOE como Podemos habían propuesto en el periodo anterior, como por ejemplo la derogación de las reformas laborales de 2010 y 2012, que abarataron el despido, lograron una constante disminución del poder adquisitivo de los salarios, generalizaron la precariedad laboral y supusieron un duro ataque a los convenios colectivos, intensificando la dictadura capitalista dentro de las empresas y golpeando con dureza al movimiento sindical. Pues bien, en el acuerdo ya no se trata de derogar las reformas laborales, sino tan solo de modificar algunos aspectos de la reforma de 2012, aprobada por el Gobierno de Mariano Rajoy. Lo sustancial de esas reformas se mantiene en pie, y lo sustancial es aquello que permitió y seguirá permitiendo intensificar la explotación de la fuerza de trabajo. De la reforma de 2010, aprobada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, por su puesto se olvidan; aunque aquella reforma sentó las bases de la posterior, que profundiza en la misma línea de agresión a la clase obrera.

Otro ejemplo paradigmático es todo lo referente al sector de la enseñanza. Llegaron al Gobierno proponiendo derogar la LOMCE, y en el caso de Podemos cuestionar el Plan Bolonia y el Decreto 3+2. Por supuesto de eso no queda nada, más allá de proponer una tímida rebaja de las tasas universitarias y un más tímido aún aumento de las becas. En el caso de las política de mujer, ni una medida dirigida a las trabajadoras, todo se limita a proponer reformas en el Código Penal y una Ley Integral de Protección de la Libertad Sexual, sin atacar la base del problema. Ni una palabra de la despenalización definitiva del derecho al aborto. Nada relativo a la lucha por la igualdad real de las trabajadoras en el seno de las empresas, nada que garantice la vieja consigna de a igual trabajo, igual salario. Ni una medida tendente a socializar el trabajo reproductivo y de cuidados. Hacen propuestas exclusivamente cosméticas dirigidas a frenar las importantes movilizaciones desencadenadas en los últimos tiempos ya evitar que se vuelvan contra ellos, llenándose la boca con palabras sobre el “Gobierno feminista”, al estilo más típicamente burgués.
Otro tanto podríamos señalar en materia de vivienda, de administración local, o en el caso de los derechos civiles, en los que, tras proponer electoralmente la derogación de la Ley Mordaza, sobre la que se asentó una línea de dura represión contra el movimiento obrero y popular, ahora proponen tan sólo “derogar sus aspectos más lesivos”. Tampoco dicen ni una palabra del artículo 135 de la Constitución, que PP y PSOE reformaron con nocturnidad y alevosía, en agosto de 2011, para incluir el principio de estabilidad presupuestaria, lo que el propio Pedro Sánchez calificó como un error. Ahora ya no se acuerda, claro.

Y qué decir de la administración de justicia. Tras casos escandalosos con sentencias machistas como la del conocido en España como “caso de la Manada”, o el ridículo que acaba de hacer el Tribunal Supremo, al decir primero que los gastos impositivos causados por las hipotecas debían pagarlas los bancos, devolviendo las cantidades repercutidas al pueblo, y cambiar de criterio a continuación, reconociendo la presión de los poderes económicos, el PSOE acaba de pactar con el PP la renovación del Consejo General del Poder Judicial, en un ejercicio de filibusterismo político que causa un verdadero bochorno.

En el plano energético, por ejemplo, en nombre de la “economía verde”, se prosigue el desmantelamiento de nuestra industria y se renuncia a la soberanía energética. Nuestras minas cerrarán el 31 de diciembre de 2018, liquidando a la heroica clase obrera minera. Y lo siguiente serán las centrales térmicas, afectando a miles y miles de familias trabajadoras y a comarcas enteras sin ofrecer ningún tipo de alternativa creíble. Y qué decir del caso de empresas en su día privatizadas, como ALCOA, que ahora pretende cerrar las plantas de Asturias y Galicia, enviando a la calle a miles de trabajadores. Los monopolios siguen y seguirán campando a sus anchas, y parece que los problemas medioambientales, por los que está preocupada, y con razón, una gran parte de la población, se solucionarán cobrando peajes por la entrada en automóvil a las grandes ciudades o pudiendo entrar sólo con coches de lujo y últimas tecnologías, como propone Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid, o pagando nuevos peajes en autovías y carreteras, como acaba de proponer el ministro Ábalos. Podríamos seguir analizando cada una de las áreas de gobierno y el resultado sería el mismo: falsas ilusiones, falsas promesas, políticas de gestos que se traicionan al día siguiente, etc.

En síntesis, política lampedusiana. Pero conviene tener en cuenta una serie de aspectos que marcarán el curso de la lucha de clases y de la política española en los próximos años. El movimiento obrero y popular debe extraer conclusiones. Y además debe hacerlo con rapidez, porque los riesgos y los peligros que se avecinan son grandes.

La primera cuestión es caracterizar correctamente a los gobiernos socialdemócratas o gobiernos de izquierdas. Son gobiernos del capital y sirven a los monopolios, nadie se debe dejar engañar por falsas ilusiones y gestos hipócritas. Y como tal, deben ser combatidos desde el primer día. El PCPE, el mismo día en que el PSOE se hacía con el Gobierno, publicaba una resolución lanzando la siguiente consigna: ¡Ni un minuto de respiro al nuevo gobierno capitalista! Desde entonces la práctica nos viene dando la razón. Es necesario que las fuerzas comunistas luchemos contra esos gobiernos en el frente ideológico y en el frente político, desenmascarando sus propuestas, descubriendo sus engaños, movilizando a las fuerzas obreras y populares contra el capitalismo y sus gestores, relacionando las luchas por las mejoras inmediatas en las condiciones de vida del pueblo con la necesaria superación del sistema político que causa todos nuestros males. No hay salida para la clase obrera y las mayorías trabajadoras en el marco del capitalismo, ni con gestión liberal ni con gestión socialdemócrata.

La segunda cuestión es caracterizar correctamente a las nuevas fuerzas socialdemócratas, posmodernas, movimentistas, etc. Preséntense como se presenten en cada país, representan esencialmente posiciones de corte pequeñoburgués, tratando de aglutinar a las capas medidas de la población y de supeditar al movimiento obrero a esas posiciones y de dividirlo a través de reivindicaciones parciales, particulares, basadas en una falsa diversidad que se asienta en una absolutización de la libertad individual -típicamente burguesa- que ataca la conciencia de clase, que corroe el movimiento obrero. En ejemplo español es claro. Tras el movimiento 15-M, en el que va gestándose Podemos, gana las elecciones el Partido Popular. Podemos canaliza el descontento a los estrechos márgenes del más rancio parlamentarismo burgués. Y, finalmente, se supeditan completamente a la vieja socialdemocracia del PSOE. Juegan, en la España actual, el mismo papel que los viejos eurocomunistas jugaron respecto a la socialdemocracia, son una mera muleta de los partidos socialistas.

Y aquí, quisiera detenerme en la posición particular que juega Izquierda Unida, que han cuadrado el círculo supeditándose a su vez a quienes se supeditan al PSOE. Durante las negociaciones que llevaron al acuerdo presupuestario, Pablo Iglesias ninguneó descaradamente a Izquierda Unida, que junto a ellos se integra en el grupo parlamentario de Unidos Podemos. Casi podríamos decir que se enteraron del acuerdo por los titulares de prensa. Pues bien, su posición para tratar de diferenciarse de Podemos y de justificarse ante sus propias bases, es una llamada limitada a la movilización, Y digo limitada, porque lo que sitúan es la necesidad de la movilización para garantizar que se cumplan esos acuerdos presupuestarios y conseguir algunos otros objetivos. De esta forma, supeditan a la clase obrera y a los sectores populares dispuestos a luchar a la acción del gobierno del PSOE. Se sitúan y pretenden situar a quienes luchan bajo bandera ajena. Ese ha sido el contenido esencial de las últimas movilizaciones del 24 y 27 de octubre, en las que nosotros hemos participado desenmascarando al Gobierno, a quienes lo apoyan y a quienes pretenden limitar los objetivos de las luchas. La clase obrera y el pueblo deben seguir una línea independiente en lo ideológico, en lo político y en lo organizativo. No existe otro camino.

La última cuestión que quisiera plantear es la del peligro fascista y la presión que se ejerce sobre las fuerzas comunistas bajo la llamada a la unidad de la izquierda o a la reedición de alianzas antifascistas. Se trata de un problema internacional y por lo tanto la respuesta comunista debe tener ese mismo carácter y, para ello, debemos tener muy presente nuestra propia historia. En el caso de España, el crecimiento de la extrema derecha tiene mucho que ver con el incremento del nacionalismo. Ante la alocada deriva de las fuerzas independentistas catalanas, se azuza el nacionalismo español. Se trata de una guerra de banderas con la que se trata de ocultar la lucha de clases. Pero la políticas jamás debe separarse de la economía. Tras ese crecimiento del nacionalismo español se esconden importantes grupos empresariales, se esconden intereses económicos estratégicos ante la nueva crisis económica que se están gestando, tanto en lo que tiene que ver con reprimir al movimiento obrero interno como con la competencia internacional entre potencias imperialistas. A su vez, la socialdemocracia está interesada en dividir el voto de la derecha, ya no sólo entre PP y Ciudadanos, sino con la posible llegada a las instituciones de un partido de extrema derecha como Vox, que cuenta con numerosos recursos económicos y con una creciente presencia mediática. En la base de todo ello, se encuentran las necesidades no satisfechas del pueblo, las expectativas frustradas por las falsas ilusiones generadas por la socialdemocracia. El pueblo necesita soluciones y la crispación va creciendo, en un momento en que no hemos dejado atrás los efectos de la crisis anterior y ya se ven venir os nubarrones de una nueva crisis capitalista.
Las fuerzas comunistas no debemos dejarnos presionar. No se puede separar la lucha contra el fascismo del sistema que lo genera. Junto a la gestión liberal y la socialdemócrata, se levanta ahora la de extrema derecha. Las líneas de continuidad, la interrelación entre unas y otras formas de gestión son claras. Sólo una línea política que apunte a la superación del capitalismo y que combata a todos los defensores, cuenta con posibilidades de éxito. Y es sobre esa perspectiva estratégica de lucha por el derrocamiento, de lucha por el socialismo-comunismo, sobre la que la clase obrera debe construir su propio marco de alianzas. Sin palos y zanahorias, sin dejarnos confundir por las políticas del mal menor, que más temprano que tarde se convierten en el mal mayor.
 
En Italia, las últimas cifras sobre las tendencias económicas marcan el ritmo, mientras que la economía española está experimentando una expansión duradera, superior al crecimiento promedio de la zona euro. ¿Cómo se han logrado estos resultados? ¿Es cierto que hay una mejora en las condiciones de vida del proletariado?
 
El capitalismo español consiguió superar la crisis económica a partir del año 2014, en que el Producto Interior Bruto (PIB) creció un 1,4% tras una caída continuada en el periodo 2008-2013. Los tres años siguientes el crecimiento se situó entre el 3,4% del año 2015 y el 3% de pasado año. Desde entonces se percibe una clara ralentización, con un crecimiento hasta el momento del 2,5% y un previsible incremento de la desaceleración para el próximo año.

No hay ninguna fórmula mágica, no hay ninguna “receta española”. Esos datos fueron posibles por una multiplicidad de factores. El primero y más importante, el brutal incremento de la tasa de explotación impuesta a la clase obrera española. Los salarios no han dejado de perder capacidad adquisitiva, con independencia de la evolución del PIB y las rentas de trabajo han disminuido notablemente su participación en la renta nacional, en el mismo porcentaje en que se han incrementado las rentas del capital. Lo habíamos dicho en el momento en que estalló la crisis, el capital seguiría su guerra contra la clase obrera con independencia del ciclo económico. Los esfuerzos que pedían empresarios y Gobierno para superar la crisis, no se recompensarían en los momentos de crecimiento, como así ha sido. La notable reducción de los costes laborales ha supuesto, como no podía ser de otra forma, un aumento de las ganancias capitalistas, en sus términos, una “mejora” de la productividad, o sea, se produce más a cambio de menos. En paralelo se ha desarrollado un intenso proceso de concentración y centralización del capital, propia de la etapa monopolista del capitalismo en que vivimos. Ese proceso se ha comprobado con especial virulencia en el sector bancario. El Estado ha contribuido a ese proceso de forma decisiva, demostrando una vez tras otra a qué intereses sirve, poniéndose por entero al servicio de los monopolios españoles.

También hay factores internacionales, aprovechando algunos factores como el bajo precio del petróleo, que permitieron al capitalismo español mejorar la balanza comercial y aumentar las exportaciones. Un caso paradigmático es el del sector turístico, en el que la inestabilidad de algunos países que directamente cometían con el turismo español, como puede ser el caso de Túnez, permitió que durante los últimos años se alcanzasen cifras récord. Sin embargo, el crecimiento de los últimos cuatro años se basa en premisas extremadamente débiles. Por ejemplo, las exportaciones se ven claramente amenazadas por la creciente ola proteccionista y la guerra comercial desatada entre las principales potencias imperialistas. Sin ir más lejos, varias exportaciones españolas a Estados Unidos han sido golpeadas por las políticas del Gobierno de Trump. En el último trimestre las exportaciones españolas retrocedieron un 1,8% y la cosa no pinta mejor de cara al futuro. Los datos negativos en Alemania y el estancamiento en Francia, o el asunto del Brexit, tampoco presagian nada bueno para la marcha del capitalismo español. Debemos tener presente la fuerte interrelación desigual que se da entre la economía española y todos estos países.

En el último trimestre el crecimiento se ha soportado, sobre todo, por la demanda interna. Y eso nos recuerda al inicio de la crisis capitalista anterior, porque, como ya he dicho, el poder adquisitivo de la mayoría popular lleva años en caída libre y además soportamos una mayor carga impositiva, por lo que en consumo interno sólo puede soportarse sobre la base de una nueva fase de endeudamiento de las familias populares. Eso se observa con claridad, por ejemplo, en el caso el mercado inmobiliario, que ha vuelto a crecer sobre esas mismas bases y, por tanto, con los pies de barro. El asunto de la sentencia del Tribunal Supremo sobre los gastos de las hipotecas, que comentaba hace un momento, no es ajeno a ello. Los bancos no tendrán que devolver ni un euro a quienes firmaron hipotecas, pero el Gobierno aprovecha para aprobar un Real Decreto por el que a partir de ahora esos gastos correrán a cargo de los bancos. Con ello se lanza un mensaje claro: ¡es el momento de volver a comprar! ¡es el momento de volver a endeudarse! En realidad, los bancos tienen sobradas vías para repercutir esos costes, por mucho que diga Pedro Sánchez, pues en el capitalismo, como bien sabemos, la banca siempre gana. Muchas de las medidas de la socialdemocracia, que se presentan como engañosamente redistributivas van en esa misma dirección, por ejemplo, la anunciada subida del salario mínimo interprofesional a 900 euros y la subida de las pensiones conforme al Índice de Precios al Consumo. Ante los nubarrones en el plano internacional, la socialdemocracia sirve al capitalismo tratando de estimular la demanda interna. Es una huida adelante que conduce a un callejón sin salida, que conduce al mismo punto de partida de 2008, pero en unas peores condiciones para el pueblo trabajador, por eso va preparándose una salida política más dura, más extrema.

Mientras, las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera no dejan de empeorar. Y eso se va reflejando en la conciencia. El pasado 11 de noviembre, el diario El País titulaba que un 82% de los españoles prevén otra crisis económica antes de 2023, curiosamente, y no por casualidad, los votantes socialdemócratas, más expuestos a la propaganda del Gobierno y de las fuerzas que lo apoyan, eran los más optimistas. Nuestro Partido lo tiene claro, vivimos en un escenario de una tremenda movilidad causada por una clara intensificación de las contradicciones que están en la base del sistema capitalista. Se avecina una nueva crisis más intensa que la anterior. Es nuestro deber prepararnos para combatir en ese escenario, por eso estamos intensificando nuestros esfuerzas para crear organizaciones del Partido en los centros de trabajo y sectores estratégicos de la economía, por eso tratamos de fortalecer la organización sindical de la clase obrera, de preservar una línea de acción independiente, de cuidar sobre todo la organización del propio partido, de fortalecernos ideológica y programáticamente. Vienen tiempo duros y debemos estar preparados para luchar en todas las condiciones, es nuestra responsabilidad.

La «receta» española se toma, por ejemplo, por un cierta izquierda «moderada» italiana. De tu experiencia como comunista español, ¿qué puedes decir al respecto? ¿Es la línea reformista «socialdemócrata» practicable hoy en un país con capitalismo avanzado como España?
 
La cuestión que planteas tiene el máximo interés y los comunistas debemos ser muy claros con estas cuestiones. Ya te he dicho cuál es el éxito principal de la “receta española”: aumentar la explotación que sufrimos, destruir nuestros derechos laborales y sociales, y al mismo tiempo conseguir que los explotados se conviertan en defensores del sistema que les machaca guiados por fuerzas socialdemócratas o de izquierda de viejo o de nuevo cuño. Mientras tanto, y en la medida en que los problemas populares no se van a solucionar, se prepara una salida reaccionaria, una salida dura basada en la alienación de las masas y en la represión del movimiento obrero.

Mira, con el caso español y la supuesta “receta” sucede algo que hemos visto ya en los últimos años. Recuerdo perfectamente cuando Syriza ganó las elecciones en Grecia en 2015. En aquellos momentos toda esa nueva izquierda, todos esos nuevos socialdemócratas, se morían por fotografiarse con el señor Alexis Tsipras. Era algo increíble, que no podía más que provocar vergüenza ajena. Recuerdo aquel falso referéndum sobre si aceptar o no el memorándum, y la tremenda presión que se ejerció contra los camaradas del Partido Comunista de Grecia. Pablo Iglesias y los líderes de Izquierda Unida se disputaban la fotografía y atacaban con saña la valiente posición del KKE. Hoy, lo que queda de todo aquello, es la coherencia de los comunistas griegos, que previeron lo que iba a suceder, y por supuesto el ridículo más espantoso de todos sus críticos, incluidos aquellos que criticaban desde un supuesto “fuego amigo”, que son los más patéticos de todos.

Obviamente, la gestión de Syriza hoy no es puesta como ejemplo por nadie que pretenda dirigirse a la clase obrera y al pueblo. Pero entonces surgió otro modelo, las coaliciones a la portuguesa. Se presentan algunas medidas concretas para justificar la entrada de las fuerzas comunistas en los gobiernos capitalistas o, al menos, para prestarles apoyo. Se incurre en una clara manipulación basada en tomar la parte por el todo. Se presenta una medida concreta aislada de la realidad en que vive la clase obrera, mientras se mantiene invariable la explotación capitalista y los compromisos de esos países con alianzas imperialistas criminales como la Unión Europea y la OTAN. Pretenden convencernos de que es posible convertir al lobo en vegetariano pasándole la mano por el lomo, cuando en realidad son los monopolios los que le pasan la mano por el lomo a las fuerzas que alcanzan ese tipo de compromiso con la gestión capitalista, es una forma de domesticación, de cooptación y desarme de las fuerzas revolucionarias. Algo muy similar a cuando nos dicen que es posible construir el socialismo-comunismo emprendiendo medidas de corte capitalista, extendiendo las relaciones mercantiles de producción. Todo ello forma parte del mismo proceso, es el frente ideológico de la lucha de clases y, ahí, no hay terreno neutral. Como nos enseñó Lenin todo lo que signifique rebajar las posiciones proletarias significa fortalecer las posiciones de la burguesía.

¡Y ahora pretenden poner de ejemplo al Gobierno español! La gestión socialdemócrata puede ponerse en marcha, claro está. Y precisamente, puede ponerse en marcha porque es una vía capitalista, sólo que con la hipócrita apelación al respaldo de la clase obrera. Y eso puede hacerse en un país capitalista más o menos desarrollado. El problema es que la gestión reformista que propone la socialdemocracia no resolverá de manera real y duradera ninguno de los problemas de los trabajadores y trabajadoras, ninguno de los problemas del pueblo. Y allanará además el camino para otras formas de gestión, como la liberal y la de extrema derecha, que crecen sobre las ruinas de las traiciones y las falsas ilusiones sembradas por la socialdemocracia y los oportunista de ayer y de hoy.
Ningún partido comunista que se haya comprometido en la gestión capitalista ha salido indemne. Algunos han llevado importantes golpes electorales. Otros han mutado en fuerzas socialdemócratas, con independencia de cómo se denominen. Otros sencillamente han desaparecido. Tenemos muy claro que ese camino no conduce a ninguna parte, Por supuesto, cada partido es muy libre de adoptar la estrategia que considere oportuna. Y también que los demás tenemos la misma libertad para expresar fraternalmente nuestros puntos de vista, es más, considero que es nuestro deber internacionalista advertir de los callejones sin salida a los que conducen algunas prácticas. El PCPE no se deja supeditar. El movimiento comunista español, como el italiano, ha sufrido en sus propias carnes el coste de esas políticas, que introdujo en su día el eurocomunismo. Hemos pagado un alto precio por ello y sabemos muy bien que algunos caminos conducen al precipicio y no estamos dispuestos a transitarlos de nuevo.
Espero haber ayudado con esta entrevista a clarificar lo que realmente está sucediendo en España. Deseo al hermano Partito Comunista, a los comunistas italianos, los mayores éxitos en la lucha y os traslado el saludo fraternal de nuestra militancia. Estaremos junto a vosotros en las decisivas luchas que en nuestros respectivos países están por venir.
 
¡Muchas gracias, camarada!

Fuente original: https://bit.ly/2G0C7qf

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