La crítica a la crítica de la imposibilidad del comunismo: una respuesta a un cuñado de El Economista

Internet, ese templo universal del conocimiento que ensombrecería a la biblioteca de Alejandría si esta aún se encontrase entre nosotros. Y, sin embargo, podemos encontrar en él algunos de los peores productos intelectuales del ser humano. Hace poco reaparecía en Twitter (solo le llaman X los gilipollas) un artículo excretado en 2017 en El Economista por Josu Imanol Delgado y Ugarte. Los motivos que llevan al algoritmo de Twitter a mostrarme dicho artículo son los propios de la red social que, con más saña desde que la compró Elon Musk, te muestra en la pestaña del «para ti» una profunda recopilación de lo peor que ha dado el ser humano.

De cualquier forma, el texto se denominaba ¿Por qué el comunismo no funciona como sistema económico?, y pretendía ser una sesuda defensa de la imposibilidad de la planificación central de la economía. Desde estas páginas, y sin que sirva como precedente para el órgano de expresión del Comité Central del PCTE, recomiendo fuertemente la lectura de semejante crítica expuesta sin pudor en el panfleto liberal El Economista. Pero dado que una regla básica de la discusión intelectual obliga, a fin de no caer en la falacia del «hombre de paja», a exponer las tesis del autor para poder confrontar sus principales argumentos, a continuación mostraré de manera aséptica sus principales tesis.

En primer lugar, Delgado y Ugarte nos habla de la supuesta imposibilidad e injusticia de igualar a todo el mundo en riqueza. Para el economista, el triunfo de la contrarrevolución en la URSS y los países del Este demostraría dicha imposibilidad, mientras que la injusticia estaría en el «dispensar un trato igual a los desiguales».

Su segundo argumento se refiere a la hipotética inviabilidad de la planificación central de la economía. Para ello, Delgado y Ugarte hace referencia a que el «caos determinístico» de la economía impide un dirigismo absoluto. Además, nuestro economista de cabecera expone que una economía planificada no podría adaptarse a la competencia existente en el mercado mundial producto de la globalización. La idea es la siguiente: la planificación central no permite adaptarse, con la inmediatez debida, a una demanda cambiante, por lo que no podría obtener la ventaja competitiva suficiente, lo que abocaría al desastre económico.

Una vez expuestos sus argumentos, sería el momento de dar la réplica, pero tenemos que ser condescendientes. Nuestro articulista no ha estudiado las categorías de la concepción del materialismo histórico, ni la historia de los procesos de construcción socialista en el siglo XX y, por supuesto, no ha leído nada de literatura marxista, por lo que le vamos a perdonar su confusión terminológica. Aunque la verdad es que sorprende (o no tanto), en una época marcada por el síndrome del impostor, que con tal ausencia de base teórica alguien se vea así mismo con la capacidad de rebatir uno de los productos más acabados del pensamiento filosófico y económico mundial.

Delgado y Ugarte, sin ser nada de eso, se mete a filósofo con su primer argumento: es injusto dispensar un trato igual a los desiguales. ¿Es esto un intento de desplegar algún tipo de teoría de la justicia o filosofía del derecho que beba de la tradición filosófica desde San Agustín de Hipona? Lo que Delgado y Ugarte no sabe es que esa crítica es un «hombre de paja», ya que los comunistas nunca hemos defendido eso.

El propio Marx, como un fantasma del pasado, responde a Delgado y Ugarte en la Crítica al programa de Gotha, diciendo que «el derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les mire solamente en un aspecto determinado (…) Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado. En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo (…) sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!». En definitiva, en parte, Delgado y Ugarte tiene razón cuando dice que tratar igual a personas desiguales es «injusto», pero para el padre del socialismo científico esa «injusticia», heredera del derecho burgués, solo se puede resolver en la fase superior del comunismo.

Por problemas de espacio obviaremos la falta de conocimiento de nuestro articulista sobre los análisis que los comunistas hacemos del triunfo de la contrarrevolución en la URSS y en los países de Europa central y del Este y nos centraremos en su campo del conocimiento: la economía.

En primer lugar, hemos de decir que Delgado y Ugarte es tan poco imaginativo que es incapaz de pensar en unas relaciones no capitalistas de producción. El autor naturaliza el capitalismo hasta el punto de plantearse su crítica a su cierta idea de socialismo como un modelo ineficiente en el propio capitalismo. Las reglas del juego para él están dadas. No entiende que el comunismo es precisamente romper el propio tablero.

Según él, la teoría del caos en la que opera la economía (ya saben, la manida frase del aleteo de la mariposa que provoca un huracán en otra parte del mundo) impide la planificación central, ya que la imposibilidad de predecir la evolución futura de la economía haría inútil la planificación. Sin embargo, la planificación central no es algo propio de las sociedades comunistas más futuribles, sino que es un hecho ya en las grandes multinacionales, muchas de las cuales tienen un PIB superior al de la mayoría de países. ¿O nos creemos acaso que Tesla no planifica centralmente la producción?

Hoy el desarrollo científico-técnico, especialmente con las transformaciones en el ámbito de las Tecnologías de la Información y la Comunicación a partir de la década de los noventa y los últimos avances (big data, inteligencia artificial, etc.), facilitan enormemente esa tarea de planificación. Confundir socialismo con planificación central es un error epistemológico fundamental, pero nos sirve para mostrar la viabilidad del socialismo con las herramientas realmente existentes. En el fondo, la pregunta no es si se puede planificar (cosa que ya se hace; los accionistas de Amazon se llevarían las manos a la cabeza si la empresa de Jeff Bezos no planificase), sino quién planifica y para qué: ¿para el lucro de unos pocos o para satisfacer las necesidades crecientes de la sociedad y sentar las bases del comunismo?

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