Isabel Díaz Ayuso, recientemente nombrada alumna ilustre de la Universidad Complutense de Madrid, hace méritos para llevar a la universidad pública madrileña al desastre. Se hizo firme el 21 de noviembre en una reunión con el Consejero de Educación, Emilio Viciana, la asignación presupuestaria para las universidades públicas madrileñas, que se concretaba en una subida del 0’9 % sobre la financiación de este año pasado. Subida que, en contexto, supone la asfixia económica de un sistema ya agónico y a las puertas de una masiva privatización.
La asignación presupuestaria es, en términos totales, menor a la de 2009. Desde entonces, según datos del INE, la inflación acumulada suma un aumento del 34,9 % en el IPC. Ese 0,9 % supone en la práctica el aumento de sueldo de sus empleados públicos que ya se tuvo que incrementar sobre los presupuestos iniciales este año pasado. Y en términos per capita, la Comunidad de Madrid es la que menos invierte por alumno de toda España, un 21 % menos que la media.
Números aparte, la manutención de todo el sistema de infraestructuras de la universidad pública, los materiales y productos necesarios para la enseñanza, así como los puestos de trabajo de todas las facultades, se verán afectados de manera drástica. Ya apareció la noticia de que la Universidad Complutense pretende eliminar grados, másteres y doctorados que no sean financieramente rentables por su escaso alumnado, considerará la viabilidad de estudios semipresenciales y estudia encarecer determinados servicios asociados, como los colegios mayores. Además, tras la falta de profesorado en el inicio de curso que sufrió la enseñanza universitaria madrileña, se suma ahora la última polémica con el ministerio de Educación acerca de la cofinanciación de 1.100 puestos de ayudantes a doctor, que en cualquier caso sigue siendo sólo un parche temporal que cronifica la precariedad del profesorado universitario.
Este ataque se fundamenta en el gran negocio que supone la privatización de la educación. A la par que el Gobierno de la Comunidad de Madrid asfixia y desmantela las seis universidades públicas, ya son 14 las universidades privadas abiertas en la región gracias a la autorización de la Asamblea de Madrid, y con proyección de seguir aumentando. Por otro lado, si echamos un vistazo a los principales propietarios, encontramos que detrás de la mayoría de universidades privadas y centros privados de FP se encuentran importantes fondos de inversión, los conocidos como fondos buitre. Se trata, por tanto, de una operación política que facilita la apertura de nuevos nichos de ganancia para los capitalistas.
Si bien Ayuso ha planteado la estocada mortal a la universidad pública madrileña, esta venía ya herida de gravedad tras años de privatizaciones, penetración de capital privado y el avance de un modelo educativo basado en la hiperespecialización de los estudios acorde a las necesidades capitalistas de cualificación de la mano de obra. El Plan Bolonia, el tasazo, los sucesivos recortes en becas, el 3+2 o la LOSU son sólo algunos de los ataques que en los últimos años ha sufrido la universidad pública, y han venido de uno y otro lado del arco parlamentario. Cuando el movimiento estudiantil y las plantillas se han movilizado masivamente contra estas agresiones, siempre han encontrado como respuesta la represión sobre sus derechos políticos y sindicales. El último de ellos fue la Ley de Convivencia Universitaria, aprobada por el ministro Castells, cuyas consecuencias se han podido observar en la represión al creciente movimiento estudiantil y la constante presencia de fuerzas policiales en los campus universitarios más movilizados.
Si entendemos estos ataques no de forma aislada los unos de los otros, sino como parte de un proceso paulatino de desmantelamiento de la universidad pública en beneficio de la oligarquía financiera, vemos con claridad quiénes son los grandes perdedores de la partida: las hijas y los hijos de la clase obrera. Con estudios de grado cada vez más costosos y devaluados, necesitados de carísimos másteres para ser efectivos en el tránsito al mercado laboral, sin becas, forzados a compaginar estudios y trabajo, sin los medios técnicos y humanos para una educación de calidad o explotados a través del perverso sistema de prácticas y los contratos de formación, a la juventud trabajadora se la está expulsando paulatinamente del acceso a la formación universitaria.
Estudiantes y trabajadores de las universidades madrileñas ya han dado los primeros pasos y se empiezan a suceder los actos, las asambleas y las primeras movilizaciones, que se suman a los tambores de guerra en otras etapas educativas. Ojalá volvamos a ver en poco las grandes avenidas de Madrid rebosantes de lucha. Serán necesarias grandes dosis de organización, moral, movilización y unidad para parar este ataque. No es fácil, pero tampoco es imposible si miramos recientes ejemplos de lucha obrera y estudiantil en nuestro país. Echemos a los capitalistas de la universidad pública para garantizar que los hijos de la clase obrera jamás vuelvan a salir de ella.