La solidaridad ayer y hoy: historia del Socorro Rojo Internacional

Pasado Octubre de 1934, tras dos semanas de triunfo de revolución proletaria, cuyo foco principal fueron las cuencas mineras de Asturias, la insurrección llegó a su fin y una terrible represión se cernió sobre los obreros revolucionarios y sus familias. En ese momento, Dolores Ibárruri acudió junto a otras dos compañeras republicanas (Isabel de Palencia y Alicia García) a Oviedo y los pueblos que habían vivido la revolución. El motivo de su viaje fue ayudar a los niños de los mineros víctimas de la represión. Lo hacían por cuenta de la organización Pro Infancia Obrera, cuyo nombre no era conocido por las autoridades militares asturianas.

Hasta 1936 y con el apoyo de la militancia de la zona y las familias represaliadas, consiguieron sacar a varios centenares de niños, huérfanos o privados de sus padres, dirección a diferentes puntos de España donde existían comités Pro Infancia Obrera, y muchos de ellos fueron acogidos por familias obreras. Aunque la primera visita de Pasionaria y sus camaradas no fue tan fácil, ya que fueron perseguidas por la policía y la Guardia Civil, llegando a pasar una noche en la cárcel.

La represión contra los revolucionarios tuvo un impacto tanto nacional como internacional, y la campaña por la amnistía de los presos políticos y sociales conllevó una de las grandes tareas del momento, hasta que la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 permitió que se cumplieran las reivindicaciones. Todo este trabajo fue apoyado siempre por el Socorro Rojo Internacional (SRI), que desempeñó un papel fundamental durante la Guerra Nacional-Revolucionaria, así como en otras campañas de solidaridad internacional con importantes líderes comunistas.

El trabajo del SRI durante nuestra guerra no fue solamente de asistencia y organización, recaudando fondos para ayudar a los combatientes, socorrer a las víctimas y abastecer a la población, creando hogares infantiles y hospitales de sangre o publicando propaganda en apoyo a la causa antifascista. También se desarrollaron campañas por la libertad de los presos comunistas y para la realización de acciones de boicot por parte de los trabajadores de diferentes países para desfavorecer la logística militar y bélica fascista.

Por ejemplo, Ayuda fue una publicación editada por la Sección Española del Socorro Rojo Internacional y en su primer ejemplar se hizo eco de la amnistía concedida a los presos de la Revolución de 1934. La primera directora del semanario Ayuda fue la escritora comunista María Teresa León; tanto en sus colaboraciones como en la propia organización de Socorro Rojo fue fundamental el papel de la mujer.

La solidaridad internacionalista no admite fronteras, y se llevaron a cabo campañas por la libertad de los hombres y mujeres encerrados en los campos de concentración de Italia y de Alemania, como fue el caso de la campaña por la libertad del dirigente comunista alemán Ernst Thälmann, preso durante 11 años en cárceles y campos de concentración nazis y fusilado en última instancia en 1944; por la libertad de Mátyás Rákosi, condenado a prisión durante años por el Reino de Hungría; de Ana Pauker, detenida en 1923 tras ser nombrada secretaria de la dirección de SRI y arrestada de nuevo en 1935 por años durante el reinado de Carlos II de Rumanía; o de Carl von Ossietzky y de los chicos de Scoottboro.

Otra de las grandes campañas de solidaridad internacional fue para el dirigente comunista brasileño Luis Carlos Prestes, detenido por el Gobierno de Getúlio Vargas en marzo de 1936 junto a la militante alemana Olga Benario (asesinada en un campo de concentración nazi en 1943). La campaña consistió en llevar a cabo manifestaciones frente a la embajada de Brasil, mítines y actos (entre los que participó Federico García Lorca), agitaciones y pintadas, recogidas de firmas y envíos de telegramas.

Este artículo comienza con la historia del SRI en España, no obstante, el Socorro Rojo Internacional, también conocido como Organización Internacional para la Ayuda a los Revolucionarios, bajo las siglas MOPR en la Unión Soviética, fue un servicio internacional organizado por la Internacional Comunista que se puso en marcha en 1922 y se disolvió en 1941, y fue dirigido por grandes figuras del movimiento comunista como Clara Zetkin, Elena Stásova y Tina Modotti.

El SRI, al contrario de lo que era Cruz Roja, fue una organización independiente de cualquier confesión religiosa y moral burguesa, que lideró campañas de apoyo a los prisioneros comunistas y reunió apoyo material y humanitario en situaciones de guerra o conflictos de clase. Al contrario del motivo por el que surgió la Cruz Roja alrededor de 1864, como símbolo de caridad por las víctimas de la guerra a las que proporcionar una ayuda asistencial –pero para que volvieran al frente–, SRI tuvo como principio formar parte del movimiento obrero internacional como institución propia, alejada de toda idea filantrópica y caritativa que pudiera humanizar la guerra o tratar esta al margen de toda lucha de clases. El Socorro Rojo Internacional tuvo como principio ayudar a los obreros que eran perseguidos por luchar por una mejor vida frente a las injusticias del sistema capitalista, en un contexto además de avance de la reacción y el fascismo.

Aunque hayan pasado décadas de todas estas historias, las vivencias y experiencias que aquí se sitúan nos llegan hasta nuestros días con las mismas lógicas por las que hoy en día nos enfrentamos a los problemas y catástrofes que sufrimos, y nos llegan con esa misma lógica porque forman parte de la memoria y la historia de nuestra clase.

Cuando las guerras o las catástrofes naturales provocan que sea la clase obrera quien sufre sus más graves consecuencias, no solo tenemos que abordar la causa por la que dichas guerras o catástrofes son agravadas: que vivimos en un sistema que prima los beneficios privados por encima de los derechos y la vida de la mayoría social trabajadora. Como hemos visto recientemente con la catástrofe de la DANA en Valencia, los trabajadores no solo tienen que sufrir las consecuencias de no poder parar en un sistema productivo que no tiene fin, sino que esos mismos que te mandan a producir insaciablemente son los que pretenden practicar a posteriori la filantropía con los trabajadores, como si con su dinero se pudiera comprar la dignidad y la memoria de nuestra clase.

La palabra solidaridad cobra sentido real, como el lema «solo el pueblo salva al pueblo», cuando se da entre iguales. Solo así la práctica de la misma va acompañada de la de organización independiente de los trabajadores, de una institucionalidad propia de apoyo mutuo y lucha conjunta que avance hacia la superación de los límites de un sistema que nos explota y nos condena.

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