Escribir sobre Octubre de 1934 y su conexión con la actualidad en 2024 parece a priori tarea compleja, pero el PCTE, como no puede ser de otra manera, reivindica el hilo rojo de nuestra historia; un hilo que las y los comunistas fuimos cuidadosamente trabajando en el propio proceso de revolucionario de Octubre de 1934, durante largos periodos de lucha heroica, en la larga noche de la dictadura, en la clandestinidad y hasta nuestros días.
La historia de las comarcas mineras de Asturias y el norte de España está atravesada por la lucha de la clase obrera, como elemento central para entender la transformación económica y social de estos territorios, donde la minería del carbón fue prácticamente monocultivo industrial, junto con la siderurgia, durante buena parte del siglo XX. Desde la Revolución de Octubre de 1934 hasta el proceso de reconversión industrial de las décadas de 1980 y 1990, las comarcas mineras vivieron intensos períodos de conflicto y cambio que llegan prácticamente hasta nuestros días.
La crisis revolucionaria de 1934 se da en el contexto de la propia Segunda República y las contradicciones que en ella se producían, donde los antagonismos de clase continuaban existiendo –e incluso exacerbándose– y donde amplias capas populares tomaban conciencia de su capacidad de lucha. En octubre de ese año, una huelga general convocada contra el Gobierno de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), en lo que vino a conocerse como el Bienio Negro, derivó en Asturias con carácter general –y en otras comarcas mineras de Palencia y León con carácter más limitado– en huelga general revolucionaria y en un abierto conflicto armado, donde la clase obrera, con el proletariado minero al frente, tomó el poder, y se constituyeron expresiones políticas y organizativas de ese nuevo –y efímero– poder de la clase obrera.
En la Guerra Nacional Revolucionaria de 1936-1939, el proletariado minero volvió a batirse el cobre, igual que en 1934. Pedro Garfias lo sintetizaba de manera espléndida en su poema Asturias, de 1937, tras la caída del Ejército del Norte y la conquista de la región por parte de las tropas franquistas: dos veces, dos, has tenido / ocasión para jugarte / la vida en una partida, / y las dos te la jugaste. El proletariado asturiano, sin duda, se la jugó en 1934 y se la volvió a jugar en 1936-1937.
Durante la larga noche del fascismo, la minería fue sometida a un estricto control estatal. El régimen utilizó el carbón asturiano como una de las principales fuentes de energía para la reconstrucción del país después de la guerra. Sin embargo, las condiciones laborales eran duras y la represión contra cualquier tipo de organización era el pan de cada día.
A pesar de ello, las comarcas mineras mantuvieron una fuerte tradición de lucha. Las huelgas y protestas continuaron, aunque de manera clandestina, convirtiéndose en un símbolo de resistencia contra el fascismo y contribuyendo a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de nuestra clase.
Con el paso de los años, el sector comienza a entrar en crisis a finales de los años 70 y principios de los 80. La competencia del carbón extranjero, más barato de extraer dadas las condiciones laborales en sus lugares de origen –Colombia y Sudáfrica–, sumada a la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE) y la necesidad de modernizar unas instalaciones en muchos casos completamente obsoletas, llevó a un proceso de fuerte reconversión industrial, que implicaba la reducción de la producción y el cierre de minas «no rentables», lo que generó una fuerte oposición por parte de los trabajadores y sus familias, para quienes la minería era no solo una fuente de ingresos, sino una forma de vida.
El Gobierno español del PSOE, en plena sintonía con las políticas del mercado común europeo, implementó planes de cierre de minas y reducción de plantillas. Estos planes se justificaban por la necesidad de hacer la industria minera competitiva y sostenible, pero tuvieron un impacto devastador en las comarcas mineras, iniciándose una guerra de «desgaste» en la que el cierre de empresas, industrias auxiliares, despidos de trabajadores y «expedientes de crisis» –precursores de los ERE y ERTEs– eran el día a día en Asturias.
Frente a ello, la posición defensiva de nuestra clase llevó a huelgas y manifestaciones ampliamente recordadas. Uno de los momentos más emblemáticos fue la huelga general de 1991, conocida como la de las «navidades negras», en la que miles de mineros y otros trabajadores de diversos sectores industriales se movilizaron en protesta contra los cierres y los despidos. Las imágenes de los enfrentamientos con la policía y las marchas de los mineros con sus lámparas encendidas en señal de protesta se convirtieron en símbolos de una lucha que buscaba preservar mínimamente el tejido económico y social de Asturias.
La última gran guerra por la supervivencia de la minería se dio en 2012, con la III Marcha Negra y grandes movilizaciones en las comarcas, donde se colocaba la necesidad de un mínimo sector minero como reserva estratégica para la producción energética e industrial en España. Ni eso fue posible, ya que el capitalismo tenía un papel reservado para la minería española, que no era otro que su fin.
Aterrizando en la actualidad más inmediata, el proceso de desindustrialización ha conllevado el fin de comarcas enteras en las que todo giraba en torno a la minería del carbón. El capital ha tratado de sustituir determinadas actividades económicas por lo que la Unión Europea tiene reservado para nuestro país: el turismo.
En el caso del norte de España, se trata de un tipo de turismo rural que desde luego no sustituye el número de trabajadores y la calidad del empleo industrial previamente destruido y que para nada sirve como motor económico y de desarrollo de dichas comarcas.
En 2024 se cumplen 90 años de la Revolución de Octubre de 1934. Los comunistas sacamos valiosas enseñanzas de este recorrido, reivindicando la memoria de quienes lucharon hasta el día de hoy y, fundamentalmente, organizando a nuestra clase en las luchas venideras que están por llegar.
¡UNÍOS HERMANOS PROLETARIOS! ¡UHP!