Contribución del PCTE a la Conferencia de la Acción Comunista Europea sobre la táctica de los frentes antifascistas

El pasado 11 de mayo se celebró en Madrid una conferencia de la Acción Comunista Europea sobre la táctica de los frentes antifascistas, cuyo objetivo principal consistía en extraer lecciones históricas que pudieran ser valiosas para la lucha contemporánea de los comunistas contra el fascismo, precisamente en un momento en el que, como acaban de demostrar las recientes elecciones europeas, aumenta la tendencia a la reacción y surgen nuevos grupos de corte reaccionario e incluso fascista. Desde Nuevo Rumbo, por tanto, consideramos necesario reproducir la contribución del PCTE a dicha conferencia, por la preocupación que genera dicha tendencia entre nuestros lectores.

Nuestro análisis parte de la comprobada tesis leninista de que el imperialismo, fase superior del capitalismo, tiende a la reacción en todos los terrenos. Como han denunciado nuestros partidos, crece el peligro de una generalización de la guerra imperialista espoleada por las crisis cíclicas del capitalismo y por el inicio de una nueva fase en la disputa interimperialista.

La burguesía de cada país se rearma y establece sus alianzas internacionales con el objetivo de mejorar la posición de sus monopolios en la lucha por la explotación política y económica del mundo, por el control de los mercados de exportaciones, por las fuentes de materias primas, las esferas de influencias e inversión de capital y por el control de las rutas de transporte de mercancías.

Esa disputa se manifiesta también en los planos político e ideológico. La burguesía de cada país trata de que la clase obrera cierre filas con el bando imperialista del que forma parte. Por todas partes crece el nacionalismo y el chovinismo, el racismo y la xenofobia. Y en todos los países y uniones interestatales imperialistas se ensayan nuevos mecanismos de control y represión, empleando las más sofisticadas tecnologías y los nuevos avances en el plano de la inteligencia artificial.

La reacción no sólo se manifiesta en el intento de supeditar a la clase obrera a su respectiva burguesía en el marco de la guerra imperialista. En el interior de cada país, la burguesía trata también de disciplinar a la clase obrera.

En este marco general, surgen todo tipo de organizaciones reaccionarias y abiertamente fascistas, alimentadas además por el empobrecimiento y la radicalización de sectores de la pequeña burguesía, que expresan y conectan con los intereses de sectores de la burguesía que las apoyan a través de su aparatos mediáticos, amplificando la reproducción de ideología reaccionaria y burguesa en el seno de la clase obrera. Mientras, de la mano del anticomunismo oficial, preparan fuerzas de choque para atacar al movimiento obrero ante una previsible intensificación de la lucha de clases.

Tras casi medio siglo de la Gran Victoria Antifascista de los Pueblos, los hechos confirman que los partidos comunistas y obreros estamos obligados a prepararnos para nuevos y más duros escenarios en la lucha de clases. El nazi-fascismo fue derrotado hace ahora 79 años, pero no el sistema capitalista que lo engendra y del que es completamente inseparable.

La caracterización del fascismo y la táctica de los frentes populares.

Las condiciones que tuvo que afrontar el movimiento comunista internacional tras la II Guerra Mundial impidieron abordar un debate riguroso sobre la experiencia de la lucha antifascista.

La disolución de la Internacional Comunista, las políticas de cerco imperialista a la Unión Soviética y a los países que construían el socialismo, y el desarrollo y profundización de la crisis del movimiento comunista internacional impidieron, a nuestro juicio, alcanzar algunas conclusiones que hoy resultan impostergables.

En el seno del movimiento comunista internacional se fosilizó la caracterización del fascismo aprobada por el VII Congreso de la Internacional y la táctica de los frentes antifascistas o frentes populares. Partidos comunistas que mutaron en socialdemócratas tras el triunfo de la contrarrevolución, desempolvan en nuestros días los viejos manuales y para supeditar a la clase obrera a la burguesía.

Ante el avance de la reacción y el resurgimiento del fascismo, llaman a la clase obrera a la unidad antifascista y a conformar frentes amplios con sectores de la “burguesía democrática” con la que, en muchos casos y como sucede en España, comparten un gobierno imperialista defensor de la Unión Europea y de la OTAN, que no duda en intensificar la explotación sufrida por los trabajadores y en reprimir su lucha con la contundencia que la patronal precise en cada momento.

En España es defendida, en uno u otro grado, por Podemos, Sumar, Izquierda Unida, el PCE y el PSOE. Apelan a la memoria antifascista de la clase obrera y del pueblo para fortalecer su supeditación a la política burguesa, mientras que todos ellos han gestionado o gestionan los intereses de la burguesía desde el gobierno español.

Enfrentar con éxito estos planes, en defensa de la independencia organizativa, política e ideológica de la clase obrera, exige que los partidos comunistas y obreros profundicemos hoy en una serie de debates que el PCTE sintetiza de la forma siguiente:

  • La caracterización del fascismo aprobada por el VII Congreso de la Internacional Comunista. Nuestro partido considera erróneo separar a la burguesía en dos secciones, una reaccionaria y otra democrática, ocultando el rol que la burguesía desempeña como clase dominante en el seno de la formación social capitalista. Al respecto, conviene tener presente que a lo largo de los años la Internacional Comunista empleo diferentes caracterizaciones del fascismo.
  • Como consecuencia de los anterior, nuestro partido considera que la táctica de los frentes populares o antifascistas supuso, en muchos casos, una renuncia a la cuestión del poder, que posteriormente influyó en la orientación de los partidos comunistas y condujo a un fortalecimiento del oportunismo y de la socialdemocracia.

El PCTE ha realizado un notable esfuerzo para analizar la historia de la lucha comunista en España que, como los partidos hermanos conocen, cuyas conclusiones hemos trasladado en varias contribuciones presentadas ante los diferentes espacios del movimiento comunista internacional y que, en gran medida, figuran incorporados en nuestro Manifiesto Programa.

El Frente Popular en España y las conclusiones del PCTE.

La proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931, supuso un cambio en la forma de dominación capitalista. Los sectores más dinámicos de la burguesía emprendieron un impulso modernizador dirigido a reorganizar el poder burgués, tratando de homologar el capitalismo español a los países más avanzados.

Los sectores de la clase dominante cuyos intereses entraban en colisión con las reformas emprendidas, una vez terminado el “Bienio Negro”, respondieron al triunfo electoral del Frente Popular, en febrero de 1936, abrazando la solución fascista. Contaban con el explícito respaldo de las potencias nazi-fascistas y con la complicidad de las potencias capitalistas democráticas, temerosas de la fuerza que venía demostrando la clase obrera que ya en octubre de 1934 había realizado un primer intento de tomar del poder.

La guerra nacional revolucionaria de la clase obrera y del pueblo español contra el fascismo y la intervención extranjera, fue la primera batalla de la II Guerra Mundial. Una guerra imperialista de cuyo estallido había advertido la Internacional Comunista tras la gran crisis de sobreproducción y acumulación de capital que, iniciada tras el crac bursátil de 1929, se desarrolló durante la primera mitad de los años 30. Como había sucedido en la I Guerra Mundial, los distintos gobiernos daban continuidad a sus políticas monopolistas a través de una nueva guerra de rapiña de la que resultaría un nuevo reparto del mundo.

Al igual que sucedería años después con otros partidos comunistas y obreros, el PCE y la Internacional Comunista no fueron capaces de formular una estrategia que enlazase acertadamente la lucha armada contra el fascismo con la cuestión del poder.

La cuestión principal a resolver, tras el golpe de Estado de 18 de julio de 1936, no era el tipo de dominación capitalista preferible para la clase obrera –democrática o fascista- sino el carácter de clase del poder. En la España republicana se vivió una situación revolucionaria, pero la burguesía, a través de los partidos republicanos, del PNV, ERC y el PSOE, logró mantener el poder en condiciones de guerra.

La denominada «burguesía democrática», al igual que las potencias capitalistas democráticas, tuvieron claro desde el inicio de la guerra su carácter de clase. Así lo demostraron los distintos gobiernos de Gran Bretaña, Francia y del resto de países que sellaron el criminal pacto de «no intervención». También los gobiernos vasco y catalán, que entablaron negociaciones con otras potencias capitalistas tratando de alcanzar una «paz separada», e incluso el Presidente de la República.

Aislado el PCE por la burguesía, que contaba en el seno del movimiento obrero con la estrecha colaboración de socialdemócratas, trotskistas y anarquistas, su disposición a resistir hasta las últimas consecuencias y el riesgo de una salida revolucionaria en los últimos lances de la guerra condujeron finalmente al golpe de Estado de Casado, que ponía fin a casi tres años de lucha heroica.

El Partido no se había preparado para proseguir la lucha en condiciones de clandestinidad. A pesar de los esfuerzos realizados por la Internacional Comunista, tras la derrota en la guerra nacional revolucionaria no se extrajeron conclusiones de la experiencia española para proseguir y orientar la lucha por el poder de los partidos que se enfrentaban al fascismo.

La lucha antifascista se separó de la lucha por el socialismo-comunismo, con el pretexto de forjar una alianza con los sectores «democráticos» de la burguesía. Ese error estratégico traería graves consecuencias para aquellos partidos comunistas en cuyos países la victoria antifascista no contó con la participación directa del Ejército Rojo.

Algunos aspectos sobre la lucha contemporánea de los comunistas contra el fascismo.

Sobre la base de nuestro análisis, nuestro partido propone que la Acción Comunista Europea profundice en las siguientes cuestiones:

  • La relación intrínseca entre el capitalismo monopolista y el fascismo. Resulta necesario que nuestros partidos profundicen en el estudio conjunto de nuestra historia y que caractericen con acierto el fenómeno de la reacción y el fascismo, una de cuyas manifestaciones específicas es el anticomunismo.
  • La necesidad de fortalecer la independencia organizativa, política e ideológica de la clase obrera. Consideramos que ese esfuerzo pasa por la oposición comunista a la participación en los gobiernos burgueses, a la participación de nuestros países en las distintas alianzas imperialistas (Unión Europea, OTAN, ); por no elegir bando en la guerra imperialista y por fortalecer el análisis clasista sobre la guerra; y por no alcanzar compromisos con las diferentes facciones de la burguesía con el pretexto de la unidad antifascista.
  • La necesidad de hacer crecer a los partidos comunistas desde su implantación entre la clase obrera, particularmente entre la clase obrera industrial, y su organización en los ámbito productivos. Solo recomponiendo la organización obrera se puede proyectar una hegemonía proletaria que enfrente y neutralice todo riesgo de extensión y promoción de las tendencias reaccionarias y fascistas a nivel social.
  • La necesidad de fortalecer la unidad de clase obrera definiendo una política específica hacia la clase obrera migrante, fortaleciendo la lucha contra el racismo y contra las organizaciones y corrientes que tratan de promover la división utilizando diferentes pretextos.
  • La necesidad de preparar a nuestros partidos para nuevas y más difíciles condiciones en la lucha de clases. Consideramos imprescindible aunar esfuerzos para superar la crisis que atraviesa el movimiento comunista internacional, debemos unir esfuerzos para potenciar el internacionalismo proletario y la solidaridad entre los pueblos.

Para el PCTE, la lucha antifascista es inseparable de la lucha por el derrocamiento revolucionario del capitalismo y debe ser conectada, en todo momento y lugar, con la necesidad de construir el socialismo-comunismo. Sólo así terminará la amenaza fascista. Sólo así podremos garantizar que ¡No pasarán!

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