Los partidos políticos de la patronal, los medios de comunicación, las cátedras de Ciencias Políticas o Sociología y algún que otro grupo autodenominado «de izquierdas» afirman cada día, y lo llevan haciendo al menos desde la década de los setenta, que la clase obrera no existe o que ya no tiene la importancia de antaño. La centralidad del proletariado y su movimiento ha sido sustituida por otros sujetos, por otros frentes, en definitiva, por el «interclasismo».
«Eppur si muove» (Y, sin embargo, se mueve). En estas páginas recuperamos las palabras que la tradición atribuye a Galileo Galilei después de verse obligado a abjurar de la teoría heliocéntrica. Lo hacemos a través de una crónica y unas breves pinceladas de los muchos conflictos obreros que nuestro país está viviendo y en los que el PCTE interviene, demostrando que el proletariado sigue siendo la fuerza que mueve el mundo.
En Schneider Electric la dignidad le echó un pulso a la patronal
Desde que en unos telares cerca de Nottingham, hace algo más de doscientos años, los obreros destruyeron la maquinaria textil en protesta por la pérdida de puestos de trabajo, la gran historia de la clase obrera está compuesta de millones de pequeñas historias de David contra Goliat. Pero los «David» de la modernidad no se enfrentan al temible gigante filisteo armados con una honda y una piedra, sino con la unidad, la solidaridad y la organización. En estas páginas de Nuevo Rumbo queremos contar una de esas historias, la de los trabajadores de Schneider Electric en Griñón (Madrid).
Corría el año 2019 cuando las familias de los 600 trabajadores de la planta de Schneider en Griñón recibieron la noticia de que la dirección de la multinacional francesa pretendía que la planta dejase de fabricar el producto más emblemático de la factoría, el SM6-24KV, una celda de media tensión de la que son los únicos en toda europa que personalizan segun las necesidades del cliente. La idea de la empresa parecía ser deslocalizar entre un 10 y un 30 % de la principal línea de producción, lo que conllevaría una pérdida de puestos de trabajo. La respuesta obrera no se hace esperar: se realizan asambleas para explicar la situación y valorar posibles medidas. Poco a poco, la tensión va aumentando a medida que el volumen de trabajo va disminuyendo y la dirección anuncia un plan de jubilaciones y bajas incentivadas.
Sin embargo, la llegada de la pandemia y el posterior ERTE por el Covid, paradójicamente, da una tregua a la situación, paralizando los planes de la patronal hasta que, a principios de 2021, la empresa vuelve a poner encima de la mesa su plan de prejubilaciones y bajas incentivadas. La sección sindical de CCOO, único sindicato con representación en la planta, se opone, pero aun así se apuntan 20 voluntarios a las bajas incentivadas. Pese a eso, la empresa exige la destrucción de más puestos de trabajo, por lo que plantea un segundo plan de bajas incentivadas en el que «voluntario» tan solo es un eufemismo. Como nadie se suma a dicho plan, la empresa comienza a presionar individualmente a los trabajadores y fuerza la situación por medio del despido de cinco compañeros, lo que provoca la movilización de la plantilla.
Unos días más tarde del movimiento de la patronal, la respuesta obrera se da en forma de consignas y pancartas exigiendo la readmisión de los cinco despedidos en una manifestación que recorre los centenares de metros que separan la fábrica del ayuntamiento de Griñón. A pesar de que sólo se consigue la readmisión de uno de los compañeros despedidos, comienza a surgir entre la plantilla la idea de la necesidad de lanzar una lucha sostenida en el tiempo en defensa del empleo. El movimiento de los trabajadores parece que da sus frutos: a raíz de las movilizaciones, la empresa renuncia a los despidos «por goteo» e incluso en junio de 2021 la dirección llega a anunciar que la situación económica ha mejorado y que no van a tomar más medidas de reducción de plantilla. Sin embargo, las buenas noticias duran poco. Después del verano vuelven a sonar
los rumores de deslocalización. Tanto es así, que el comité de empresa solicita una reunión a la dirección de la compañía en Barcelona para que esta les aclare la situación. La empresa, lejos de aclarar la situación, ni siquiera garantiza la continuidad de la planta, así que en noviembre de 2021, y tras varias asambleas, comienzan las concentraciones en la puerta de la fábrica, que serán seguidas de las primeras huelgas y la primera gran movilización, ya en enero, ante la embajada francesa, país en el que la multinacional tiene su sede social.
Los iniciales paros de media jornada se tornan ya en jornada completa y toda la plantilla va tomando conciencia de que el verdadero plan de los directivos es el cierre de la planta. Como las jornadas de huelga que se van sucediendo son un éxito total, la empresa comienza a ponerse nerviosa, por lo que en febrero de 2022 plantea unas «mesas de diálogo». Sin embargo, pronto salen a la luz sus verdaderas intenciones; se niegan a responder a las preguntas de los trabajadores sobre la viabilidad de la planta o la carga de trabajo, limitándose a repetir que han tomado la decisión de deslocalizar producción a otros centros y volviendo a ofrecer bajas incentivadas y prejubilaciones. Con la sensación de que les han tomado el pelo, la plantilla, con sus dirigentes sindicales a la cabeza, retoma las movilizaciones y empieza a exigir a la compañía un plan industrial que garantice el futuro de la planta.
A fin de continuar con la difusión del conflicto y en busca de la solidaridad, se decide externalizarlo por medio de concentraciones y reuniones con las administraciones. De esta forma, esos consejos de administración de la burguesía que son el Ministerio de Industria, el Congreso de los Diputados o la Comunidad de Madrid serían testigos de la movilización de cientos de trabajadores de Schneider. Las reuniones entre la empresa y los políticos burgueses se sucederán, y esta se limita a calificar de exageraciones la intención de cierre de la planta.
Tras las infructuosas mediaciones de la administración, y siendo cada vez más conscientes de que solo pueden confiar en sus propias fuerzas, los trabajadores de Schneider encuentran en la solidaridad de su clase una poderosa herramienta: más de 5.000 firmas de trabajadores del cinturón sur de Madrid frente al cierre muestran el apoyo popular a una causa justa.
La empresa responde con sus cantos de sirena, en septiembre de 2022, hablando de un posible proyecto para la planta y pidiendo paciencia. Sin embargo, pronto se observa que lo que quiere es ganar tiempo y frenar la movilización. Las movilizaciones de la plantilla y diversas dificultades técnicas están retrasando mucho la deslocalización, y la planta de Stezzano (Italia), adonde quieren llevarse la producción, no es capaz de fabricar con garantías un producto que requiere de una plantilla muy cualificada y con experiencia.
Desesperada por estas dificultades, ya en 2023, la dirección de la empresa anuncia la visita de unos ingenieros italianos que llegarían a Griñón con el propósito de tomar nota de las cuestiones técnicas que les impiden desarrollar el producto en Italia. La plantilla monta en cólera ante tal desfachatez: la empresa pretende que los obreros de Madrid formen a aquellos que van a dejarlos en el paro. En respuesta, se convoca una huelga los días que durará la visita. Sin embargo, en un último intento de burlar a los trabajadores y el derecho de huelga, la empresa adelanta el viaje de los ingenieros italianos para impedir que se pueda dar un preaviso de huelga.
Finalmente, llega la mañana en que los ingenieros de Stezzano aparecen en la factoría de Griñón, provocando un hito en el conflicto. Según entran en taller, dispuestos a tomar nota y estudiar los procesos industriales, todos y cada uno de los trabajadores, con el comité de empresa a la cabeza, paralizan la producción con la determinación de no retomarla hasta que estas personas abandonen la planta. A la dirección de la compañía no le queda más remedio que dar un paso atrás en su propósito.
Con la intención de seguir difundiendo el conflicto, a lo largo de 2023 se presentan distintas mociones en varios ayuntamientos del sur de Madrid, se lleva una pregunta a la mesa del Congreso e incluso se llega a la Comisión Europea, pero la empresa continúa con su plan de deslocalización. Ante la permisividad institucional, los trabajadores realizan una gran manifestación que, con el lema «NO al cierre de Schneider Griñón», recorre el centro de Madrid con el apoyo de otras secciones sindicales, organizaciones políticas y colectivos sociales, y que supone el colofón a tres nuevas jornadas de huelga. Saliendo de Atocha y tras recorrer Vallecas, llega a la sede de la Comunidad de Madrid para exigir la defensa de la industria y el empleo en el sur de Madrid y la paralización de los planes de deslocalización de la empresa.
Sin embargo, en diciembre de 2023 la empresa comunica oficialmente su intención de plantear un ERE de extinción y entre la plantilla se abre un debate sobre si iniciar una huelga indefinida. Finalmente, no se llevaría a término, pero sí se mantendrían los paros, las jornadas de huelga, las movilizaciones y las infructuosas reuniones con la administración durante todo el periodo de consultas del ERE. El comité de empresa demuestra en dichas reuniones la viabilidad de la factoría y la improcedencia del ERE, pero Schneider Electric y sus políticos afines ya tenían la decisión tomada.
La lucha obrera, si bien no pudo evitar el cierre, lo pudo retrasar, consiguiendo además importantes mejoras económicas y sociales en las prejubilaciones e indemnizaciones por despido, garantías en cuanto a traslados, recolocaciones y reindustrialización. Todas y cada una de estas conquistas han sido fruto de una dura lucha mantenida todo este tiempo por la plantilla y sus dirigentes sindicales a la cabeza. Desde hoy pasan a formar parte de la experiencia colectiva de lucha de la clase obrera.
En Schneider, la clase obrera aprendió que la legislación de la burguesía permite o es impotente ante el cierre de una planta cuando la única justificación es la de amasar aún más beneficios, dejando en la calle a centenares de familias; y aprendió también que sólo esa vieja idea de la unidad y la movilización puede parar los ataques de la patronal. Por ello, para que haya muchos más Schneider Griñón y con un final victorioso para las plantillas de trabajadores, es fundamental tomar las riendas de nuestro propio destino organizándonos hombro con hombro y clase contra clase.
Iveco: cuando paramos todos ante una subida salarial del 1%
Con una inflación situada en el 2,5 %, y tras varios años de pérdida de poder adquisitivo, os trabajadores de Iveco, empresa que produce vehículos comerciales, han iniciado una hoja de ruta con huelgas sostenidas por el 100% de la plantilla. ¿Cuáles son las reivindicaciones de la plantilla? La secretaria del comité de empresa, Lorena Álamo, concretaba: «han tenido más de 600 millones de beneficios y a nosotros nos proponen un
incremento salarial del 1%». Por su parte, el secretario político del PCTE en Madrid, Hugo Carrasco, declaraba que «son 3.000 trabajadores en lucha por mejorar salarios, derechos y frenar los intentos de la empresa de endurecer los mecanismos de flexibilidad».
Aunque en el momento de escribirse estas líneas, Iveco todavía no se ha visto obligada a firmar subidas salariales acordes al aumento del coste de la vida, la plantilla sigue con su calendario de movilizaciones.
Grupo Accenture: las primeras huelgas de un largo camino
Cuando hablamos de movilización y lucha obrera no solemos imaginar en un primer momento a los trabajadores de un grupo de sistemas de tecnología de la información de software. Sin embargo, los trabajadores de Accenture han sido capaces de superar la división entre distintas empresas del grupo y coordinarse para las primeras huelgas en la historia de la empresa contra la congelación de salarios.
Si el 14 de diciembre fueron a la huelga los trabajadores de Tecnilógica (del grupo Accenture) de las provincias de Barcelona, Vizcaya, Madrid, Málaga y Sevilla, el 14 de marzo la huelga se extendía de Tecnilógica a otras empresas del grupo como Energuia Web, AOS e Informática de Euskadi, además de la propia Tecnilógica. Cuando este periódico esté en imprenta, para los días 29 y 30 de abril, la huelga se habrá extendido a todas las oficinas de Tecnilógica, así como otras empresas del grupo como Energía Web e Informática de Euskadi, confluyendo con la huelga del grupo de empresas DXC para las mismas fechas. De esta forma, un sector sin tradición sindical poco a poco va uniéndose en torno a unas reivindicaciones comunes.
Inditex: doblarle el brazo a Amancio Ortega
Amancio Ortega, la duodécima persona más rica del mundo, pone rostro al Capital sediento de beneficios. Son conocidas sus expresiones de caridad cristiana: regala maquinaria de alta tecnología a los hospitales mientras explota de manera inhumana en sus fábricas de medio mundo o realiza ingeniería financiera para evitarse el pago de impuestos.
Parece un enemigo imbatible. Sin embargo, las 38.000 trabajadoras de las tiendas de Inditex en España han conseguido un incremento salarial de hasta el 40% (y una media del 25%) y lo han logrado gracias a las movilizaciones y huelgas convocadas en todo el país a lo largo de los últimos cuatro meses. Tras los paros en País Vasco y Galicia, la extensión de la convocatoria a otras provincias como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o La Rioja ha obligado a la empresa de Zara a aceptar esos pluses.
Cerealto Siro de Aguilar de Campoo: cuando la clase obrera no deja hundir el barco y el patrón sólo pretende sacar el tesoro a flote
La historia reciente de Cerealto Siro Foods está marcada por una profunda crisis y una deuda de doscientos millones de euros tras la gestión de su presidente, Juan Manuel González Serna. La salida de este, convertido hoy en uno de los consejeros independientes mejor pagados de todo el Ibex-35 (en Iberdrola), conllevó la entrada de unos nuevos propietarios: un fondo de inversión que no pretende modernizar la fábrica y mantener el empleo, sino vender rápidamente y recuperar la inversión.
Los trabajadores observan cómo ahora los nuevos propietarios se niegan a invertir en la empresa o a subir los salarios en un momento en el que, encima, la planta genera beneficios. La respuesta obrera no se ha hecho esperar, y los trabajadores tienen un calendario de movilizaciones unitarias exigiendo salarios dignos, inversión y futuro para la compañía.
Concentración en Madrid del sector de intervención social
El pasado 3 de abril, las trabajadoras del sector de Acción e Intervención Social, convocadas por CC.OO., nos concentramos frente al Ayuntamiento de Madrid exigiendo una negociación de convenio con condiciones laborales dignas. Convenio que vence a finales de este año y que, pese a la pérdida de poder adquisitivo de alrededor de un 8%, las patronales no contemplan grandes subidas más que para los cargos directivos (algunas desorbitadas como las de los casos de CEAR o MPDL, entre un 13% y un 29%).
No hace tanto, por marzo de 2020, como otros colectivos, nos encontrábamos en primera línea las trabajadoras del Tercer Sector. En aquél entonces llegamos a ser tildadas de «servicio esencial» porque estábamos desarrollando una labor que no podía detenerse, o realizarse desde nuestras casas, como otras. Teníamos que estar atendiendo a personas en situación de vulnerabilidad o en riesgo de exclusión social por ejemplo. Cuatro años después, ya sin ningún título ornamental que ostentar, las condiciones laborales empeoran, y el salario mínimo nos acecha. Las profesionales de este sector, no es casualidad, con una gran cantidad de representación femenina, soportamos no sólo la carga de todas las vivencias y situaciones de personas rotas, con historias absolutamente terribles (lo que supone un deterioro en nuestra salud mental importante a medio-largo plazo), sino que tenemos que asumir la precarización de nuestras vidas y aceptar que somos más bien irrelevantes.
Irrelevantes no sólo porque las empresas de este sector (ONGs en su mayoría, pero empresas en fondo y forma) no nos estén pagando dignamente, irrelevantes porque la mercantilización de «lo social» se ha hecho efectiva y nos encontramos ante externalizaciones, temporalidad (trabajos por semanas, días, horas…), aparición de fondos buitre que deterioran a plantillas y sus servicios y condiciones laborales, etc.
¿Quién cuida al que cuida? Ante este escenario, las perspectivas no son nada halagüeñas, y el horizonte no puede ser otro que el de aunar fuerzas y que las asambleas den pie a más concentraciones, o, por qué no, una huelga. Sólo cabe movilizarse, organizarnos para hacer frente a tanto abuso.