Las mujeres trabajadoras y su organización estatal, una necesidad

Un año más llega el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y un año más volvemos a oír las mismas proclamas del movimiento feminista sobre la unidad de las mujeres, la sororidad y el falso dilema de que se está con ellas o contra ellas.

Es el momento de hablar de la organización estatal que las mujeres trabajadoras necesitan. Porque más allá de que se pueda coincidir en mayor o menor medida con el movimiento feminista en algunas reivindicaciones, las trabajadoras, en tanto que pertenecen a una clase social concreta, tienen una idiosincrasia determinada.

No hablamos por hablar cuando afirmamos que las asambleas del movimiento feminista dispersan las luchas y se concentran, mayoritariamente, en ámbitos locales o regionales, dejando de lado la aspiración global y colectiva de contar con una estructura definida a nivel estatal. A nadie se le escapa que actualmente no existe ninguna organización por y para las trabajadoras en todo el país que aglutine a las mujeres de la clase obrera en un único espacio de organización.

La propuesta organizativa de una estructura estatal de mujeres trabajadoras viene de lejos y surge de la exigencia de la lucha diaria en la que está inmerso el sector femenino de nuestra clase, pero no podemos hablar en abstracto cuando nos referimos a esa estructura de mujeres trabajadoras.

¿Existe una problemática concreta que afecta a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres? Sí. ¿Existe una problemática concreta que afecta a las mujeres de la clase obrera por pertenecer a una clase determinada? También. ¿Y cómo unimos las dos cuestiones? Pues complicado pero sencillo: creando la organización precisa para que las trabajadoras, ahora sí unidas por un objetivo común, sean las protagonistas de su propia historia.

Y la unidad se consigue por la base, estableciendo mecanismos de lucha allí donde sean necesarios. Mientras unas se acuerdan de las «mujeres» solo en torno a fechas señaladas en el calendario, como el 8 de marzo, hay quienes día a día trabajan por constituir allí donde trabajan o viven un aparato eficaz y seguro para poder unir todas aquellas problemáticas que sufrimos por ser mujeres y trabajadoras en una única lucha común, unida a la lucha general de la clase obrera. No olvidemos que a pesar de que, como ya he sostenido en más ocasiones, las mujeres pueden tener unas preocupaciones comunes, el sector femenino de la clase obrera tiene unas problemáticas determinadas por ser, precisamente, trabajadoras.

Que tengamos problemas a la hora de conciliar, que nos asignen históricamente un papel de cuidadoras que no nos es innato o que tengamos trabajos más precarios no obedece única y exclusivamente al hecho de ser mujer, sino que va asociado al modelo productivo que tenemos y al sistema en el que vivimos.

Y es por esto por lo que pensar en una organización de mujeres aislada de la lucha general de la clase obrera no tiene sentido. La vinculación entre lo particular de la lucha de la mujer y lo colectivo de la lucha de clases es algo incuestionable para cualquier trabajadora que desee organizarse conscientemente para pelear todas y cada una de las batallas que están por venir.

Hay quien aprovechará la ocasión y, con motivo del 8 de marzo, volverá a desfigurar este día proclamando que las mujeres ya tienen al feminismo como su mayor aliado para luchar por sus derechos. Y las trabajadoras, en ese momento, es cuando debemos dejar bien claro que no, que hablar de organización de mujeres trabajadoras es hablar de aquellas que aspiran a cambiar el sistema en el que vivimos para conquistar nuestra emancipación y que nada tienen que ver nuestras aspiraciones con las de aquellas que pretenden seguir viviendo dentro del sistema capitalista porque se han adaptado muy bien contando con unos privilegios que la mayoría trabajadora no tiene.

La organización de mujeres trabajadoras que proponemos las comunistas debe salir de cada barrio, debe salir de allí donde las mujeres de la clase obrera viven, trabajan, estudian, de allí donde se dan las mayores contradicciones en nuestro día a día.

No hay que llamar a la organización en abstracto, pues corremos el riesgo de que nuestra aspiración quede en saco roto. Sabemos que las trabajadoras luchamos para conseguir unas condiciones dignas de trabajo, para que los capitalistas dejen de explotarnos, para participar de la organización de la producción en nuestros centros de trabajo, para que nuestros cuerpos dejen de ser una mercancía a merced de depredadores, para poder decidir sobre nuestra propia vida. Es con estas premisas como debemos empezar a organizarnos.

Ya no podemos quedarnos de brazos cruzados. Si para la clase obrera en general la vida cada vez se hace más dura por la subida de precios y por unas condiciones laborales cada vez más precarias, para el sector femenino de la clase esto se multiplica si le juntamos la carga de las tareas reproductivas y de cuidados.

Somos las mujeres trabajadoras las que, organizadas, podemos cambiar las cosas. Tenemos la obligación de luchar por un nuevo mundo donde la explotación y la desigualdad, algo intrínseco al sistema capitalista, no tengan cabida.

¿Existe mayor razón para organizarse que disponer de nuestros propios instrumentos para encaminarnos hacia nuestra liberación? Nuestra herramienta más poderosa, sin lugar a duda, es la organización. Es nuestra tarea urgente, como mujeres de la clase obrera, la construcción de un movimiento clasista, de carácter estatal y vinculado a la lucha general de la clase obrera que nos garantice tomar el control de nuestras propias reivindicaciones y luchas.

Hagamos realidad aquello que dijo Clara Zetkin en 1889 de que «emancipación de la mujer significa la transformación integral de su posición social, fundamentalmente, una revolución de su rol en la vida económica». Y sin organización consciente, ligada a la lucha de clases, no hay transformación posible de nuestra posición social.

Todo lo conseguido por nuestra clase ha sido a base de lucha y organización. Y a pesar de las muchas derrotas que hemos sufrido, cada conquista no ha venido porque nos hayan regalado nada, sino porque hemos estado hombro con hombro, unidos y organizados, hacia un objetivo común.

Nuestro momento es ahora. No perdamos ni un segundo más en estructurar el movimiento de mujeres de clase que nos hace falta y vayamos hacia la fundación de una organización acorde con nuestros tiempos que haga historia en la lucha por nuestra emancipación.

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