Organizar la lucha contra la violencia machista

La violencia machista no solo es una de las peores expresiones de lo que es este sistema para nosotras, sino que además puede aparecer en todos los ámbitos de la vida y en distintas formas. Distintas formas de violencia pero que derivan todas de una cuestión principal: el papel social de la mujer, entendiendo este como el papel que se presupone y que asumimos (consciente o inconscientemente, por obligación o por necesidad) la gran mayoría de las mujeres.

No podemos permitirnos reducir la lucha a una movilización anual por muy multitudinaria que sea, no podemos limitarnos a señalar que cada año son medio centenar de las nuestras las que no tendrán otra oportunidad, miles la que sufran una agresión en la calle o las que son acosadas en sus puestos de trabajo y miles las que cada día son maltratadas en sus casas.

La denuncia ya está hecha, los partidos del sistema lo saben, y no solo lo saben, sino que llegan muchas veces a utilizarlo de forma partidaria y ninguno ha supuesto un cambio real en la lucha contra la violencia. Ni en la inversión y gestión de recursos a las víctimas ni en lo que a prevención se refiere.

Todos los gobiernos han ofrecido recursos insuficientes, convertidos en nicho de mercado para la empresa privada, poniendo en segundo lugar a las víctimas y a las trabajadoras de los propios servicios con condiciones laborales precarias.

Ninguno se ha planteado, siquiera, erradicar la violencia como negocio, acabar con los prostíbulos o con las empresas que trafican con los hijos de mujeres de nuestra clase en otros países.

Las y los comunistas señalamos a todos y cada uno de los partidos que aspiran a ser gestores de este sistema como cómplices de la violencia que sufre la mujer trabajadora.  Porque no puede ser otra cosa quien considera aceptable un sistema que necesita de la explotación de la mayoría social, que convierte todo en mercancía, desde nuestros cuerpos hasta nuestra supervivencia.

Si los gestores de este sistema han demostrado que poco o nada pueden asegurarnos, es hora de que seamos nosotras las que nos organicemos. En las estructuras de nuestra clase en el barrio, en el trabajo o en los centros de estudio para exigir lo necesario para acabar con el papel social de la mujer como reproductora y garante de la reproducción de la mano de obra, que nos hace todavía más vulnerables ante la violencia machista.

Llamamos a la organización junto al PCTE para que el partido de las mujeres trabajadoras tenga cada día más fuerza; para dirigir cada lucha parcial hacia la lucha común por un país dónde seamos nosotras las que acabemos con todo vestigio de desigualdad, explotación y violencia machista.

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