Estamos viendo cómo se ejecuta la enésima operación sionista contra los palestinos en Gaza. Constatamos que estamos presenciando un genocidio de manual, bien calculado y planificado. Pero llevamos décadas siendo destinatarios de una operación de blanqueamiento del Estado de Israel, presentado como una “democracia” de esas de las nuestras, de las que son bien, a la que se le tolera todo, desde el indisimulado proceso de ocupación de los territorios de la Palestina histórica hasta los crímenes que a diario comete contra el pueblo palestino en nombre de la “seguridad” y de la “lucha contra el terrorismo”.
En realidad, somos víctimas de una operación encaminada a alinearnos sin fisuras con nuestro bloque imperialista, considerando amigos a los países o pueblos que en cada momento convenga y, consecuentemente, considerando enemigos (o cuanto menos, sospechosos) a todos los demás, independientemente de que el mes pasado, o el año pasado, nos hubieran dicho que eran nuestros amigos.
En este asunto tienen una importancia capital los medios de comunicación que son propiedad de grandes monopolios, quienes ayudan inestimablemente a generar un consenso ideológico que estipula qué se puede decir y qué no, qué se puede defender y qué no. No escapan tampoco a esto los medios públicos, cuyo carácter público sólo significa que sus facturas las pagamos tú y yo, no que sean más objetivos o menos proclives a promover esos consensos.
Aportan también su grano de arena quienes, con su tibieza calculada, destinada a no desafinar excesivamente del consenso ideológico general, permiten que determinadas concepciones se popularicen. Nos dicen que “Hamas no es el pueblo palestino”, que “el yihadismo tiene como rehén a la población de Gaza”, que “hay que condenar la violencia de las dos partes por igual”. No sé si llegan a darse cuenta de que su marco mental ya está afectado o si es que simplemente les da igual. O si es que no se atreven a levantar la voz más de lo que otros han decidido que es oportuno. Ellos sabrán.
La última farsa de los bien pensantes y de los mansos consiste en pedir “proporcionalidad” a Israel en su “respuesta a los ataques de Hamas”. Creo que no es posible hacer más el ridículo, sinceramente. Pero un ridículo peligroso, sumamente peligroso por lo que implica de aceptación del relato sionista, de aceptación de que es necesaria una nueva operación militar contra toda una población que ya está sufriendo demasiados padecimientos y humillaciones que generan los propios sionistas con su política de apartheid y de bloqueo sistemático a los enclaves en que se está convirtiendo Palestina.
Por último, no podemos olvidar otro grupo de tontos útiles, que son los que analizan todo esto en una clave muy concreta: todo vale contra árabes y musulmanes por el hecho de ser árabes y musulmanes. Porque, por lo visto, cualquier árabe o musulmán debe ser sospechoso de yihadista, aunque demuestre lo contrario. Da igual que las fuerzas revolucionarias palestinas hayan dicho que el ataque a Israel abre una nueva etapa en la resistencia palestina. La realidad no importa, importa el relato, y el relato impone ahora que todos los palestinos son terroristas porque así seguramente te importará menos que los hayan liquidado a miles en estas semanas.