Entre el 20 y el 22 del pasado mes de julio tuvo lugar en la Alhóndiga de Bilbao el I Congreso Internacional de Mujeres y Gestación por Sustitución, organizado por Gure Umeen Ametsak, Son nuestros hijos, Asociación por la Gestación Subrogada en España y la Red Latina de Investigadores en Biotecnologías Reproductivas (REDLIBRE) y apoyado por una más de una decena de organizaciones LGTBI y más de 100 académicos de departamentos de universidades tanto nacionales como internacionales.
Un mes antes, también se celebró en Bilbao el XVI Congreso ANACER, el congreso de la Asociación Nacional de Clínicas Privadas de Reproducción Asistida, promocionado por laboratorios y farmacéuticas, donde precisamente una de las asociaciones organizadoras del congreso de julio, Gure Umeen Ametsak (Asociación de Familias de Bizkaia por la Gestación Subrogada), dio la charla inaugural de ANACER, sobre “gestación por sustitución”, a cargo, entre otros, de Mariano Beltrán, un conocido defensor de los vientres de alquiler que presume de ser investigador predoctoral en el Departamento de Psicología Social de la UAB.
Bajo el pretexto de un supuesto derecho a la maternidad y la paternidad, y de una supuesta libre elección de las mujeres gestantes, se celebran en nuestro país dos congresos para defender una de las tantas formas de violencia a las que se enfrentan las mujeres trabajadoras: la mal llamada gestación subrogada.
Decía Alexandra Kollontai que para las mujeres de la burguesía la maternidad siempre es un acontecimiento alegre y feliz, era diversión, puesto que van a tener todas las facilidades del mundo para sacar a sus hijos e hijas adelante, mientras que para las mujeres de la clase obrera la maternidad se vuelve una cruzada por la falta de apoyos, por la falta de conciliación, por tener muchas dificultades para poder darles una vida digna y plena a sus retoños. Y esto lo decía Kollontai en el año 1916, hace más de un siglo, refiriéndose a la diferencia que existe entre la maternidad de unas mujeres o de otras dependiendo de su clase social.
El mismo ejemplo, indudablemente, lo podemos utilizar también para la cuestión de los vientres de alquiler. Y os preguntaréis: ¿por qué? Pues bien, solo hace falta echar un vistazo a aquellos y aquellas que recurren a los vientres de alquiler para su –insisto– ficticio derecho a crear una familia. Esto no va de tu orientación sexual o de si eres una mujer o un hombre; va de si tienes o no la capacidad de poder explotar reproductivamente
a una mujer, a tu antojo, para que traiga al mundo a un niño o niña al que puedas llamar “hijo”.
Solo hay que ver quiénes son los ponentes o quiénes apoyan el I Congreso Internacional de Mujeres y Gestación por Sustitución. Si uno investiga un poco, se da cuenta de que son personas con una muy alta capacidad económica, con trabajos que se podrían denominar “intelectuales” y que, por alguna razón, se sienten por encima de cualquier otra persona para utilizar a mujeres en situación de vulnerabilidad, de terceros países, a las que compran mediante chantaje y engaños, para que gesten un bebé.
En los últimos meses hemos visto cómo el debate sobre los vientres de alquiler en España se ha dado en público de una manera torticera y con falsedades. Nos hablan constantemente, por ejemplo, de la guerra de Ucrania, y en vez de hablarnos de las calamidades que pasa la mujer ucraniana que está gestando un bebé para otros, nos acribillan por televisión con la lacrimógena historia de esos “padres” de Valencia o Madrid que están sufriendo porque no pueden ir a recoger a su “hijo” hecho por encargo. Aquí la vida de nuestra clase no importa; lo realmente importante es que, cheque mediante, todo el mundo pueda ser madre o padre por ese derecho por el que tanto abogan, como es el derecho a formar una familia.
Con este Congreso lo que han intentado es blanquear una práctica que legitima el tráfico de seres humanos y la trata de personas. Porque no olvidemos que la gestación subrogada es eso: tráfico de bebés, trata de personas y explotación reproductiva. Y además, rostros muy conocidos en nuestros televisores, como Samanta Villar o Lluís Guilera (padre de dos hijos por vientre de alquiler), son orgullosos moderadores de unas mesas de ponencias que legitiman que a las mujeres trabajadoras se nos utilice como incubadoras al gusto del consumidor.
En España la gestación subrogada está prohibida, pero eso no significa que aquellos que compran recién nacidos en otros países donde esta práctica sí está permitida tengan problema alguno cuando llegan a nuestro país. La Instrucción de 5 de octubre de 2010, que el gobierno de la socialdemocracia no se ha dignado en derogar (ni siquiera se ha esforzado en hablar del tema), permite que los niños y niñas que han nacido mediante gestación subrogada puedan ser registrados como propios cuando llegan aquí. Y no solo eso, sino que también nos encontramos con que es posible disfrutar del permiso de maternidad o paternidad en caso de gestación por sustitución, como bien marca una de las sentencias más recientes, la de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo núm.
997/2022, de 21 de diciembre. Esta sentencia no es que dé el permiso al padre biológico del niño que había nacido por un vientre de alquiler, ya que había disfrutado de su permiso de 16 semanas (si es algo ilegal, ¿cómo es posible que tenga un permiso retribuido de 16 semanas?), sino que reconoce este permiso a la mujer adoptante (pareja del padre biológico) de este niño.
En este tipo de jornadas participan personas de lo más variopintas pero con un denominador común: garantizar la explotación de mujeres vulnerables, angustiadas por su situación en un momento de necesidad, para obtener un beneficio para ellos mismos, en este caso, un bebé.
Una de las ponentes de este Congreso, aunque ahora hayan quitado cualquier referencia sobre la misma, era Yelizaveta Kaminska, que según constaba en la propia web del Congreso “decidió participar por primera vez en un programa de gestación en 2018, puesto que quería dejar de trabajar como camarera en yates y pasar más tiempo con su hijo, aprovechando que la gestación subrogada le ofrecía más ingresos y no le obligaba a desplazarse”. ¿Dónde está ahí el altruismo? Ahí lo que se observa es una mujer preocupada por su futuro y el de su hijo, sin tiempo para poder estar con él, y con un trabajo de miseria que no le da para vivir. A eso se le llama necesidad, no altruismo. Y el sistema capitalista es el mejor aliado para que una lacra como esta se esté extendiendo tanto.
Para que esto deje de operar en nuestro país, no solo es indispensable derogar la Instrucción de 5 de octubre de 2010, sino que son imprescindibles el cierre y la ilegalización de toda aquella empresa que comercie con los cuerpos de las mujeres y con niños y niñas.
En la defensa de nuestros derechos no podemos dar ni un paso atrás, y solo las mujeres trabajadoras organizadas seremos capaces de hacer frente a un sistema que aspira a convertir a nuestros cuerpos y a nuestros hijos e hijas en pura mercancía.