La lucha por la emancipación de la mujer solo se entiende dentro de la lucha revolucionaria

Desde hace décadas la lucha por la emancipación de la mujer o, mejor dicho, lo que debiera de ser la lucha por nuestra emancipación esta hegemonizada por las distintas corrientes feministas, abocada a las movilizaciones puntuales y a mucho ruido en redes y medios entre unas corrientes y otras y los partidos que las defienden o utilizan para mejorar sus números en intención de voto.

Desde luego el feminismo con sus distintas corrientes ha estado siempre o al menos desde hace más de un siglo presente en la política, lo que pasa es que antes era mucho más claro de visualizar cual era la trinchera de cada una, con partidos comunistas fuertes y un bloque socialista como faro de las mujeres trabajadoras y la clase obrera mundial haciendo conquistas y garantizando derechos que ahora mismo muchas ni siquiera imaginan.

En ningún caso esto quiere decir que a día de hoy las mujeres obreras hayan dejado de luchar, ni que esté todo perdido, pero es necesario recuperar el faro que señale el camino.

En los últimos años la conciencia de mayor explotación u opresión sufrida por la parte femenina de nuestra clase comenzaba a crecer e iba cristalizándose en movilizaciones multitudinarias, no solo en nuestro país sino en todo el mundo, que pareciera tuviesen la capacidad de cualquier cosa, o al menos así nos lo vendían.

¿Qué ha ocurrido con ese torrente de movilizaciones y de fuerza que no llega a transformarse en mayor organización para arrancar conquistas y mirar hacia un futuro en el que la igualdad pueda ser un hecho?

En primer lugar, el análisis erróneo del origen, de los culpables y cómplices de la desigualdad que sufren la mayoría de las mujeres. Para vencer, la primera premisa es saber bien quien es el enemigo y quien el aliado.

Por otro lado y derivado del anterior, la falta de objetivos concretos, pues toda lucha permanece y crece cuando cada batalla se traduce en conquistas o en la posibilidad de ellas.

Las movilizaciones vividas hace unos años, toman impulso entre otras cosas por la salida a la luz de algunos casos de abusos y violaciones sangrantes que los medios explotan y canalizan torno a un conjunto de organizaciones que pretenden hacer luchar a mujeres trabajadoras bajo la misma bandera que las que las explotan. Se hacen argumentarios larguísimos con mucha denuncia pero pocos objetivos a conquistar, lo cual cae por su propio peso en cuanto que el papel aguanta todo pero en la lucha real, la que se organiza para ganar o conquistar, unas no pueden aceptar las reivindicaciones de las otras pues supondría atacar sus propios intereses.

Mientras hablan de la lucha conjunta e interclasista de las mujeres (como si eso fuese posible) y nos señalan a las que tenemos claro que luchar junto a tu enemigo de clase solo puede ser beneficioso para uno de los dos bandos, la realidad pone negro sobre blanco que por mucho que nos metan en sus discursos a las trabajadoras cada vez que toca dar la pelea por cuestiones concretas (mejora de convenios de sectores mayoritariamente femeninos por ejemplo) desaparecen todas las banderas moradas y desde luego todo el apoyo de cualquier mujer burguesa que se declara feminista.

Por lo tanto, esa conciencia y disposición a la lucha se da de bruces con un inmenso muro llamado sistema capitalista que sin un movimiento fuerte capaz de señalarlo y de crear la organización necesaria para arrancarlo de raíz acaba por desinflarse llevándose los partidos burgueses más espabilados el rédito político, desmovilizando y traicionando (una vez más) a los miles de mujeres que clamaban por ver mejorar sus condiciones de vida.

Esos mismos que se matan por sacar el titular o aprobar leyes basadas en consignas imposibles de llevar a la práctica por la propia dinámica del sistema, pues igual que otras tantas ya aprobadas sin los medios necesarios se quedan en papel mojado.

Los mismos que dicen estar en contra de la explotación reproductiva pero luego se apoyan en sus defensores cada vez que lo necesitan y no mueven un dedo para perseguir a quienes hacen negocio con esta lacra desde nuestro país.

O los que se declaran abolicionistas, pero ni siquiera son capaces de perseguir la explotación sexual dentro de los márgenes de lo posible con la ley actual.

Hubo una época que puede parecer lejana, pero de la que no hace tanto tiempo en la que la mujer trabajadora por un lado se organizaba con las suyas para conseguir mejores condiciones de vida y trabajo y por otro y a raíz del aprendizaje en estas luchas parciales luchaba como clase por un mundo en el que definitivamente la explotación y la violencia pasen a la historia.

Es hora de traer esa conciencia de vuelta.

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