El comisario Villarejo se encuentra inmerso en una pugna con ciertos sectores del poder. En esa pugna, la información que va soltando con cuentagotas y de forma estratégica pretende dañar a los que ahora son sus enemigos. Contra Villarejo hay una sobreactuación de supuestos ofendidos. Editoriales y tertulianos compiten para ver quién vilipendia más la imagen del comisario. No les faltan argumentos, pues cada audio que se hace público muestra más claramente la inmoralidad del personaje. Las ofensas de la opinión publica podrían tener alguna credibilidad si no se tratara de una tosca campaña para individualizar un problema endémico. Villarejo se ha convertido en el pozo donde el poder espera verter las hediondas heces para luego tirar tierra encima y que quede todo bien resuelto. El problema, esperan, que sea el individuo que grababa conversaciones y practicaba la extorsión. El problema de las cloacas, tal como defiende Unidas Podemos, es que amenazan la democracia. No, señores y señoras, Villarejo y las cloacas no son una anomalía del sistema, no son un quiste individual que se pueda extirpar, son la esencia misma del poder, es la democracia burguesa actuando a pleno rendimiento.
Los audios de Villarejo nos están mostrando los intestinos del poder y cómo actúa frente a sus adversarios. Hoy estos adversarios podían ser de Podemos, independentistas o incluso otros empresarios con los que ciertos monopolios entablan competencia. Se habla de corrupción, de chantajes, de manipulación mediática, de control judicial, de operaciones encubiertas, de enriquecimientos ilegales o, en los últimos del jefe máximo de la policía nacional, de la aceptación de la tortura y el chantaje como formas habituales de obtener confesiones en comisaría. Pero lo más interesante es cómo se muestra una red de intereses dentro del poder donde participan empresarios, políticos, jueces, policías/CNI y periodistas. En esta red hay un sector que predomina por encima de los demás, que es el de los grandes empresarios. Gracias a la colaboración de toda la red, los grandes empresarios obtienen plusvalías excepcionales, parte de las cuales usan después, en formato legal e ilegal, para regar de dinero toda la red de poder. La corrupción no es más que la forma de reparto de estos beneficios extraordinarios (a costa de la clase obrera) a todos los sectores que hacen posible el robo, de la misma manera que en la cadena de producción capitalista la plusvalía se reparte entre el fabricante, el banquero, el transportista o el comerciante. La corrupción tiene una vertiente legal (subvenciones, ofrecimiento de cargos públicos, ascensión a consejos de administración, “premios” periodísticos, etc) y otra ilegal que requiere de personajes como Villarejo. Las plusvalías extraordinarias de ciertos monopolios no podrían darse sin este control del poder y, por lo tanto, sin el correspondiente pago corrupto. La corrupción, los chantajes, la manipulación informativa, etc. son absolutamente inseparables del sistema. Villarejo es un miserable, pero el problema no es Villarejo.
Y como todas las editoriales, tertulianos y políticos burgueses saben eso, sólo les queda la ofensa impostada, llamando a gritos a “hacer limpia” mientras que con la pierna empujan la mierda debajo la alfombra. Es obvio que Villarejo tiene muchísima más información de la que ha soltado. Ante eso, la actitud del poder está siendo la de contención de daños en lugar de la búsqueda de la verdad. Si realmente se quisiera que saliera toda la información para hacer limpieza, ¿alguien cree que el estado no tiene forma de conseguirlo, estando él en una situación judicial complicada? ¿Alguien cree que Villarejo no tiene decenas de carpetas de dirigentes del PSOE que por alguna razón no han visto la luz?