Sobre la prostitución… ¡Otra vez!

La cuestión de la prostitución siempre trae debate. Por un lado, nos encontramos con aquellos que se autodenominan “abolicionistas” pero que en la práctica no lo son. Por otro lado, nos encontramos con los fervientes defensores de la prostitución como una “libre elección” individual de la persona que la ejerce.

Y de lo que no se preocupan ni unos ni otros, que tienen más en común de lo que se puede creer, porque vienen a defender lo mismo pero con matices, es de los motivos que dan lugar a la prostitución. Para afrontar este problema es muy importante tener claros cuáles son estos motivos y, sobre todo, saber que dentro de este sistema va a ser imposible encontrar los medios necesarios para deshacernos para siempre de esta forma extrema de violencia hacia las mujeres.

Tenemos claro que ninguna ley emanada de la democracia burguesa va a estar enfocada hacia la erradicación de la prostitución, y si prometen lo contrario, mienten. Es imposible erradicar algo innato del sistema capitalista, un reflejo de la propia sociedad en la que vivimos, dentro del capitalismo mismo.

La clase obrera tiene un grave problema, porque centenares de mujeres de nuestra clase se han visto obligadas, de una u otra manera, a ejercer la prostitución. Y debemos repetir una y otra vez que no se ha elegido libremente ejercerla y ni mucho menos podemos hablar de “trabajadoras sexuales”.

La prostitución es un fenómeno que está directamente relacionado con el nivel económico y surge en el mismo momento en que una época está dominada por la propiedad privada y la herencia de la misma. Recuperemos las palabras de Alexandra Kollontai, cuando dice: “Con el ascenso del capitalismo, la venta del trabajo de la mujer, que está estrecha e inseparablemente conectada a la venta del cuerpo femenino, se incrementa ininterrumpidamente”. ¿Y qué nos quiere decir Kollontai con esto? Pues muy fácil: que la prostitución hunde sus raíces en esa posición subsidiaria de la mujer con respecto al hombre en la familia, el matrimonio y la sociedad en general.

Por eso, cuando desde el Gobierno nos hablan de “leyes abolicionistas”, debemos dudar, y mucho, de sus verdaderos propósitos. Los comunistas tenemos claro que solo mediante la supresión de la familia y el matrimonio burgueses, así como de la propiedad privada, la prostitución podrá desaparecer.

Para poder acabar con la prostitución, es imprescindible incorporar a las mujeres prostituidas al trabajo productivo, y eso, en el capitalismo es impensable e imposible porque a lo que se tiende es a todo lo contrario: destrucción del empleo, sumisión de la mujer.

No negamos que la abolición, como un instrumento meramente legislativo, puede ayudar, en algunos aspectos, a crear las bases para la desaparición de esta lacra, pero como ya se ha dicho más arriba, es iluso pensar que la abolición de la prostitución vendrá de la mano de aquellos que gestionan diariamente el capitalismo y que nos llevan a los trabajadores y trabajadoras a la pobreza.

La precariedad, el paro, la miseria… son solo algunos de los problemas que azotan a las mujeres. Mujeres que en muchos casos son engañadas en sus países de origen, prometiéndoles una vida digna en España, y que luego son explotadas sexualmente día tras día. Y esto no es más que lo que enseña la burguesía: la compra y la venta de mercancía, pero en este caso, materializado en el cuerpo de mujeres y niñas.

Por lo tanto, debemos afirmar que la prostitución no es más que un fenómeno social que está ligado a la necesidad de muchas mujeres y a su dependencia económica respecto al hombre. La mujer, al igual que el hombre de la clase obrera, es una mercancía en manos de explotadores y es por esto por lo que no es casualidad que sean las mujeres más vulnerables las que caigan en las redes de la prostitución. Porque seamos claros: ninguna mujer de la burguesía va a acabar ejerciendo la prostitución… ¡Nadie verá a aquellas que nos explotan ejerciendo algo que ellas defienden como un trabajo desde la comodidad de sus sillones!

Luchar contra la prostitución no significa legislar en el capitalismo y aplaudir como borregos cualquier discurso que nos quieran vender, sino que significa luchar contra todas esas condiciones y apoyar la lucha por la transformación radical de la sociedad.

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