Hablamos con Iván de la Casa, trabajador de Correos y militante de CCOO. Hola, Iván, ¿cuál es la situación actual en Correos y cómo se ha llegado a ella?
Hace ya más de dos años que los sindicatos CCOO y UGT vienen denunciando la estrategia que se está siguiendo en Correos de desmantelamiento del servicio público. La planificada pérdida de carga de trabajo, que incluye el abandono de la carta y la renuncia a trabajar paquetería, derivando el contenido al sector privado; la situación de quiebra técnica, con pérdidas económicas de 500 millones de euros en tres años y un crédito bancario de 1.000 millones de euros, dedicados únicamente al pago de nóminas; plantillas en muchos casos reducidas en un tercio o más, exigiéndosenos un sobreesfuerzo diario. Naturalmente, todo esto redunda en un claro deterioro en la calidad del servicio público y, por tanto, en un perjuicio para toda la sociedad.
Por todo ello, hemos hecho una huelga de tres días, los pasados 1, 2 y 3 de junio, con una manifestación multitudinaria el primero de esos tres días.
Aseguráis que se trata de un programa de desguace de un servicio público totalmente planificado, ¿por qué lo creéis así?
Hablando de forma general, desde los años 90 los servicios públicos y empresas públicas se han convertido en uno de los blancos principales de la ofensiva neoliberal, desde directrices de la Unión Europea, pero también por iniciativa de nuestros propios gobiernos.
En primer lugar, por lo que tienen de pieza estratégica en la economía. Pensemos en el ejemplo de Telefónica, que era clave en el desarrollo de las telecomunicaciones de nuestro país, y que fue desmontada y malvendida. Quizás los más jóvenes no recuerden qué fue el campamento de los trabajadores de Sintel, una filial de Telefónica.
Y en segundo lugar, obviamente, porque el sector público mueve muchos cientos, si no miles, de millones de euros. ¿Realmente alguien puede creerse que la sanidad privada realiza la misma función que la sanidad pública? Es evidente que no.
La larga sombra de la privatización ha estado sobre Correos del mismo modo. Con la diferencia de que, por nuestras propias características, habíamos logrado detener o, al menos retrasar y entorpecer, la privatización. En este sentido, el papel que han jugado los sindicatos en general y CCOO en particular ha sido clave. Sin embargo, no se logró evitar, por ejemplo, la absorción de Caja Postal por parte de Argentaria primero y el BBVA posteriormente.
La estrategia que está siguiendo la actual directiva de Correos es clara: despiezar el servicio, derivar la carga de trabajo al sector privado, utilizando para ello a la filial privada Correos Express y elevando los precios de nuestros servicios para que no sean utilizados.
En otros países de nuestro entorno, el postal continúa siendo un servicio público y totalmente viable económicamente, ¿por qué en España no?
La tónica general en Europa es la de un servicio postal bien financiado. En Francia, Italia, Alemania, la partida de dinero público es muy superior a la nuestra, mientras que en España la financiación pública del servicio ha ido disminuyendo año a año.
En Correos se pone la pandemia como pretexto para nuestra pésima situación. Pero lo cierto es que la pandemia ha golpeado con dureza a todos esos países que te nombraba, y todos ellos han tenido un amplio margen de beneficio. La explicación es mucho más sencilla, por decirlo de una manera coloquial: en España tenemos al zorro cuidando de las gallinas.
Por lo que contáis, no se trata sino de un paso más en el desmantelamiento de los servicios públicos con el fin último de facilitar un nicho de negocio al capital privado, un fenómeno que ha venido desarrollándose en este país desde hace bastante tiempo y no solo por gobiernos de derechas.
En mi punto de vista, es de derechas quien hace políticas de derechas, y de izquierdas quien hace políticas de izquierdas. En este sentido, personalmente, creo que nadie en todo el arco parlamentario está planteando, más allá de cierta retórica de momentos puntuales, una alternativa al modelo neoliberal y a la ideología dominante de mercantilización, desmontaje de lo público, el abandono y la entrega de unos servicios que son de todos y nos garantizan el acceso a determinados derechos.
Es lo que Noam Chomsky hace ya años llamaba una lucha de clases unilateral, en la que el capitalismo no tiene a nadie enfrente.
¿Cuáles son las reivindicaciones o peticiones que le hacéis a la dirección de la empresa o al propio Gobierno?
La reivindicación se puede resumir muy fácilmente: la viabilidad a futuro. Es absolutamente necesario un plan a largo plazo que garantice un servicio postal público, útil y de calidad, con empleo en condiciones dignas, sin perder un solo derecho, y que salvaguarde los puestos de trabajo de los casi 50.000 trabajadores y trabajadoras de Correos.
Es algo en lo que debe haber un compromiso real por parte de la empresa, pero también por parte del Gobierno, que, a fin de cuentas, es quien la respalda. Y eso requiere un enfoque por completo distinto al que ambos tienen actualmente.
¿Cuál ha sido la respuesta por parte de la empresa?
La estrategia de la directiva de Correos ha sido negar todas las evidencias. Desde el comienzo, se cerraron a la posibilidad a una negociación creíble y realista, manteniendo únicamente reuniones en las que no se concretaba nada y que la empresa utilizaba para colgarse la medalla de ser dialogantes y transparentes. Una farsa.
Es más, la empresa ha ido creando todo un aparato de propaganda para tratar de imponer su discurso. Se han gastado millones en ello. Particularmente quiero referirme al diario El País, que concede una entrevista casi todos los meses al actual presidente de Correos, Juan Manuel Serrano. Casualmente, el único medio de alcance nacional que no se hizo eco de nuestra huelga de los días 1, 2 y 3 de junio.
Además, se han instalado pantallas en los centros de trabajo, donde en bucle aparecen campañas de propaganda de la compañía, estadísticas de lo bien que supuestamente va todo y fragmentos de notas de prensa de la empresa. Se ha establecido como rutina semanal reunir a los carteros en cada distrito para que su jefe les lea las informaciones que la empresa considera que deben conocer, la mayoría de las cuales son pura morralla propagandística. Y durante la intensa campaña por la huelga, mientras desde CCOO y UGT se realizaban asambleas animando a la movilización y la protesta, se envió a los jefes de sector a hacer contraasambleas en los centros de trabajo pidiendo que no se secundara la huelga, negando los hechos evidentes que se vienen denunciando desde hace mucho, un intento que provocó tanto rechazo en la plantilla que en más de un caso sirvió para reforzar nuestras posiciones.
¿Qué acciones habéis llevado a cabo desde tu sindicato y qué respuesta o seguimiento tuvieron entre la plantilla?
La mayor parte de acciones que realizaron CCOO y UGT tuvieron lugar durante los largos meses de pandemia, por lo que no era posible realizar concentraciones o movilizaciones masivas. Se optó entonces por acciones más bien simbólicas. En numerosísimas provincias del país, a lo largo de 2021 y aún a comienzos de 2022, se realizaron rodadas postales, es decir, protestas de varias hileras de coches circulando por las calles.
En los pasados meses de abril y mayo, además, hemos realizado encierros en numerosos centros de trabajo y algún escrache.
Se trata de acciones de protesta que no requerían de multitudes, sino que bastaba con un pequeño grupo de militantes para llevarlas a cabo, que deberían haber servido a la empresa para tomar nota del descontento de la plantilla de Correos y reconducir la situación. No lo hicieron y ahora se han visto con decenas de miles de carteros y carteras manifestándose en Madrid el pasado 1 de junio, saliendo en prácticamente todos los noticiarios y en la prensa.
Desde el PCTE llevamos tiempo advirtiendo de la llegada para quedarse de relaciones laborales donde la flexibilización de la precariedad y el trabajo a demanda comienzan a ser la norma; es lo que nosotros denominamos “uberización” del trabajo; Correos no se ha librado de esta tendencia, ¿no es así?
Comparto por completo la idea de que se está imponiendo un empleo cada vez más precario y flexible, a disposición de la empresa. Sin duda, ello tiene que ver con varios factores: una crisis económica perenne y latente, que no sabemos muy bien cuándo eclosionará; un contexto internacional cada vez más desfavorable para el capitalismo europeo; una economía nacional completamente dependiente del turismo y los servicios, sectores que son incapaces de obtener beneficios si no es imponiendo unas condiciones de trabajo draconianas (pienso, por ejemplo, en la restauración).
Pero, a final de cuentas, todo se reduce a dos únicas cuestiones. Uno, que la patronal encuentra en la flexibilidad y la precarización la vía fácil de obtener beneficio. Y dos, el paulatino desarme de nuestra clase, muy debilitada en lo organizativo y en lo ideológico.
El sindicalismo de clase, al que pertenezco y del que me reivindico, todavía está muy presente en las empresas grandes, con plantillas numerosas, y en el sector público. Y eso ha sido fundamental para que esa «uberización» de la que hablabas no se haya instalado en Correos. Pero también es cierto que hay un importante porcentaje de nuestros compañeros y compañeras que trabajan a media jornada deseando tener la jornada completa, que tenemos una tasa de temporalidad muy alta, y el hecho de que la empresa está empezando a instaurar la jornada partida en las oficinas de atención al público.
La tendencia a la precarización es general y en Correos no estamos exentos de ella.
Los empleados públicos son vistos habitualmente como unos privilegiados por el resto de los trabajadores. Sin embargo, también se enfrentan a escenarios de precarización y recortes de sus derechos y condiciones de trabajo.
La ofensiva neoliberal contra la clase trabajadora es total, por tierra, mar y aire. Para ello no sólo es necesario mermar las condiciones de trabajo de quienes tienen derechos consolidados desde hace décadas, sino que además es preciso enfrentar a la clase entre sí. Los parados contra los que sí tienen empleo; quienes tienen un trabajo eventual contra quienes tienen un contrato fijo; quienes están en activo contra quienes son pensionistas; los del sector privado contra los del sector público; etcétera, etcétera. Y el discurso siempre es el mismo: «es que éstos o aquéllos son unos privilegiados». Los beneficios del capital, sin embargo, están fuera de toda duda y todo debate.
En este sentido, en mi punto de vista, el mensaje tiene que ser claro: precarizar el empleo en cualquier sector, público o privado, no sólo afecta a quienes lo sufren directamente, sino que presiona a la baja las condiciones de trabajo de todos los demás sectores. La lucha no puede ser por acabar con unos presuntos privilegios, que no son tales, porque son derechos adquiridos y consolidados gracias a la presión y la movilización, sino que tiene que ser la de la unidad de toda la plantilla.
En estos momentos se está negociando por parte de la empresa y otros sindicatos el Plan Estratégico y el IV Convenio Colectivo. ¿Por qué no están ahí CCOO y UGT?
Simplemente, esas negociaciones son una farsa. Reuniones de las que la empresa no informa qué van a tratar, sin documentación previa que estudiar o debatir, sin luz y taquígrafos en las que conste quién dijo qué. La empresa demuestra que, en realidad, no quiere negociar nada.
Una semana antes del 1 de junio, primer día de huelga de los tres que tuvimos, y tras varios intentos por parte de la empresa de parar la convocatoria, la directiva de Correos sacó un comunicado en el que decían, según ellos, el gran ánimo de diálogo que tienen. En un gigantesco error de cálculo, que demuestra el miedo de la patronal cuando las y los trabajadores plantan batalla, incorporaron en ese comunicado una batería de propuestas, que incluían cosas como la desaparición de la carta como contenido de trabajo o la promesa de un nuevo modelo productivo del que no se concretaba nada, la flexibilidad de horarios, la jornada de 35 horas en cuatro días (echen cuentas de cuántas horas salen al día), la generalización del turno partido, entre otros muchos disparates, con los que demuestran cuáles son sus verdaderas intenciones.
Personalmente, yo no formo parte del equipo de CCOO que podría negociar con la empresa un plan a futuro, pero tengo claro que si la única propuesta de Correos es el desguace del servicio público y la precariedad laboral, poco hay que negociar.