En 1976, Felipe González, por entonces Secretario General del PSOE, definía a la OTAN como «una supuesta estructura militar impuesta por los americanos para garantizar la supremacía del sistema capitalista», orientada «contra las posibles transformaciones revolucionarias en el seno de los países capitalistas y capaz de transformar el Ejército español en una simple prolongación, en un recadero del Ejército americano».
En octubre de 1981, cuando se discutía en el Congreso la adhesión de España a la OTAN, el mismo Felipe González realizó un discurso en el que dijo, entre otras cosas, “No queremos que España entre en la Alianza Atlántica por razones de seguridad, porque aumenta nuestro riesgo en caso de una guerra nuclear limitada; (…) porque nos convierte en un país beligerante, condición que hasta este momento no teníamos; (…) No queremos el ingreso de España en la Alianza por razones de política interior: porque nuestros problemas reales, los inmediatos, los problemas nacionales, poco o nada tienen que ver con el ingreso o no en la Alianza. Los problemas de la crisis, del paro, de la educación, de la cultura o de la vivienda nada tienen que ver, en la preocupación de los ciudadanos españoles, con este deseo de ingreso en la Alianza Atlántica. (…) No queremos el ingreso en la OTAN porque nuestra dependencia de poderes extraños va a aumentar en todos los terrenos, y sobre todo en el de las decisiones defensivas o militares.”
El 30 de mayo de 1982 España entró formalmente en la Alianza Atlántica y, unos meses después, el PSOE de Felipe González ganaba las elecciones generales con mayoría absoluta. La historia es de sobra conocida, el PSOE defendió en el referéndum de marzo de 1986 la pertenencia de España en la OTAN, contradiciendo todo lo que había dicho hasta el momento, y acabó poniendo en bandeja que el primer Gobierno de José María Aznar y el PP, en 1996, promoviese la integración total de nuestro país en la estructura militar integrada de la Alianza.
Javier Solana, flamante antiotanista en sus años mozos, acabará pasando a la Historia como el carnicero de Belgrado, dirigiendo —como Secretario General de la OTAN— aquel bombardeo “humanitario” de 78 días sobre Yugoslavia en 1999.
A lo largo de estos años, España ha participado en 21 misiones de la OTAN y movilizado para ello a aproximadamente 125.000 soldados, llegando a convertirse en el séptimo miembro que más aporta a la Alianza Atlántica.
Al PSOE solamente le hicieron falta 10 años para aceptar que el ejército español se convirtiera en un recadero del ejército americano. Unos pocos años más, con el incumplimiento sistemático de los términos del referéndum del 86 mediante, y llegan a afirmar, como vergonzosamente hizo Pedro Sánchez el pasado 30 de mayo, que “estamos en el lado correcto de la Historia” al participar en esa alianza imperialista, al tiempo que venden al pueblo saharaui y solicita un despliegue de la OTAN por el “flanco sur” para reforzar su posición.
El papel jugado por la socialdemocracia española en lo que tiene que ver con la OTAN es la enésima confirmación de cuál es su papel histórico en general: pervertir las posiciones obreras y populares para colocarlas al servicio del gran capital, tratando de convencer a la clase obrera y al pueblo de que esa subordinación es la única vía posible.
Corresponde ahora preguntarse cuál es el papel que piensan jugar los nuevos socialdemócratas que forman el Gobierno de coalición junto con los que empezaron con el “OTAN de entrada, no” y terminaron en el “Por el interés de España, OTAN sí”. Sí, los nuevos socialdemócratas que llevaban en sus candidaturas al responsable de la participación española en los bombardeos de la OTAN sobre Libia en 2011. Los mismos nuevos socialdemócratas que han dejado manos libres al PSOE en todo lo relativo a política exterior y que tampoco se atreven a decir ni mu ante las sucesivas renovaciones automáticas anuales del acuerdo con el Gobierno de EEUU que permite su utilización de las bases de Rota y Morón.
Sería bueno ver cómo explican que supuestamente están contra la OTAN mientras se mantienen en un Gobierno que decide implicarse en una guerra imperialista como la de Ucrania. Seguramente no explicarán nada porque está todo prácticamente dicho. Su papel es el mismo que el de la vieja socialdemocracia, aunque con más colores y sonrisas. Su razón de ser es beneficiar al gran capital mientras dicen desarrollar políticas para las mayorías populares. Con esa política tramposa y torticera encajan perfectamente en una Alianza que existe para beneficiar a los capitalistas, facilitarles nuevos mercados y garantizarles el acceso a las materias primas y a las rutas de transporte de mercancías.
Cada cual decide qué papel quiere jugar en la lucha de clases. Cada cual debe ser responsable de las decisiones que toma y de las medidas que apoya. Nosotros seguiremos, más allá de la próxima cumbre, organizando al pueblo trabajador contra la guerra imperialista, contra la OTAN y la UE, por la salida de los militares extranjeros de nuestro país y por el regreso de todas las tropas en misión imperialista. Y contra quienes hablan con lengua de serpiente.