¿Pertenecemos todas las mujeres a ese ente homogéneo en el que nos quieren incluir por el hecho de ser mujeres? ¿Tenemos todas las mujeres por razón de nuestro sexo los mismos problemas? Estamos bastante cansadas de escuchar que sí, de que intenten convencernos de que todas las mujeres, sin distinciones, formamos, o debemos formar, un grupo homogéneo en el que organizarnos para luchar y que se escuchen
nuestras reivindicaciones, porque la respuesta a las preguntas anteriores es un rotundo NO, y es que los intereses y preocupaciones que nosotras tenemos como mujeres trabajadoras no son los mismos que los de las mujeres que nos explotan desde los puestos de dirección de las empresas.
Nosotras, las trabajadoras, sufrimos una doble opresión; por un lado, nos encontramos con la discriminación y desigualdad por nuestro sexo y, por otro lado, nos encontramos con la opresión que sufrimos por pertenecer a una clase. De nada sirve luchar contra lo primero si no lo hacemos, a la vez y con las mismas fuerzas, contra lo segundo, que es el sistema que lo sostiene y alimenta, y que juntos crean la alianza perfecta para nuestra sobreexplotación.
Las mujeres seguimos siendo educadas para llevar el peso de las tareas domésticas y de cuidados del entorno familiar al igual que fueron educadas nuestras madres y abuelas, y aunque no se hace de la misma manera, el sistema sigue enviando la misma información para continuar con los roles de género que han existido hasta ahora, y es muy difícil pelear contra el sainete de siempre y que todas en mayor o menor medida acabamos asumiendo; pero todo esto tampoco afecta de la misma manera a trabajadoras y explotadoras.
A pesar de estos roles que nos imponen, el sistema capitalista no favorece que para la mujer trabajadora sea asumible llevarlos a cabo, y es
que no se nos dan las condiciones reales para que decidamos ser madres, y para quienes lo hacen no se les dan las herramientas adecuadas con unas bajas por maternidad de tan solo 16 semanas, con unas excedencias por cuidados de hijo sin sueldo que son impensables para las familias trabajadoras que a duras penas llegan a final de mes a pesar de contar con dos sueldos (y mucho menos con las subidas de los precios que se están dando actualmente), con una conciliación que no existe, en la que tan solo el 20% de las madres trabajadoras tienen acceso a plaza en una guardería pública. Con ello lo que el Estado hace es favorecer más al propio capitalismo generando una necesidad de guarderías privadas que las familias obreras debemos pagar de nuestros escasos sueldos para llenar más aún los bolsillos de la burguesía.
Debido a esto, la precariedad laboral afecta con más fuerza a las mujeres trabajadoras: somos nosotras las que contamos con el 75% de los contratos a tiempo parcial, ya que así podemos disponer de más tiempo para llevar a cabo todas las tareas domésticas y ocuparnos de nuestros hijos e hijas; es a nosotras a las que ponen en las categorías más bajas en las empresas con su correspondiente menor salario; son los sectores más feminizados los que cuentan con los sueldos más bajos, lo que nos lleva a la brecha salarial. Y es que las mujeres trabajadoras cobramos de media un 24% menos que los hombres y por todo ello, al llegar a la edad
de jubilación, también nuestras pensiones se verán reducidas en comparación con la de los hombres en una media de un 30%.
Y la nueva reforma laboral, lejos de venir a ayudarnos y a acabar con esto, ha llegado para empeorar aún más nuestras condiciones laborales y por tanto de vida, pues con ella se refuerzan los mecanismos de flexibilidad interna de las empresas, lo que se traduce en una mayor
temporalidad y precariedad para nosotras y para nuestros compañeros de clase.
Si queremos mejorar nuestras condiciones laborales y de vida debemos pelear por la socialización de las tareas domésticas y de cuidados, eliminando con ello la falta de igualdad en estas labores y liberando a las mujeres trabajadoras de las mismas para poder así ejercer nuestras profesiones sin miedo a ser despedidas tras la baja por maternidad o la excedencia, sin miedo a que se nos estigmatice por pedir una reducción de jornada o días libres para poder cuidar a nuestras hijas e hijos enfermos.
Todos estos problemas no afectan por igual a las mujeres que nos levantamos cada día para vender nuestra fuerza de trabajo, que a las mujeres que desde su puesto de dirección deciden que nuestras condiciones laborales sean precarias; ellas no tienen problemas para que sus hijas e hijos están atendidos, no tienen que hacer malabarismos para pagar las facturas, ellas son las que nos oprimen, y es que lo que ellas y ellos miran es a la clase a la que pertenecemos independientemente de nuestro género, no tienen problemas en explotar a un hombre o a una mujer.
La única vía que tenemos las mujeres de clase obrera para poder vivir una vida plena es organizarnos y luchar al lado y mano a mano con los hombres de nuestra clase para acabar con el sistema que nos explota, luchar unidos para derrocar al sistema capitalista.