El 7 de marzo conocíamos la noticia de que eran detenidos los camaradas Aleksandr y Mikhail Kononovich, de la Unión de la Juventud Comunista Leninista de Ucrania. El arresto de Mikhail, Primer Secretario de la organización, y de su hermano se ha realizado con base en unos argumentos que no se sostienen y esto, desgraciadamente, no es ninguna sorpresa. A la fecha de redacción de este artículo, los camaradas Kononovich siguen presos de los capitalistas ucranianos y apenas tenemos noticias de ellos. Sabemos solo que están vivos y que han sido torturados en su custodia policial en Kiev. Nada más.
Los actos de represión al movimiento obrero ucraniano y, particularmente, a la militancia comunista, como es el caso de los Kononovich, no son episodios aislados. En la Casa de los Sindicatos de Odessa, en 2014, los nacionalistas reaccionarios ucranianos ya asesinaron vilmente en el contexto del golpe de Estado a medio centenar de luchadores de nuestra clase incendiando el edificio y haciéndoles arder. Entre las víctimas mortales se encontraba otro joven comunista ucraniano, Vadim Papura.
En este periodo de complejísimas relaciones geopolíticas en las que la socialdemocracia tanto apela a la realpolitik, como han demostrado vendiendo miserablemente a nuestros hermanos de clase del Sáhara Occidental a la monarquía marroquí, el crimen político perpetrado contra Oleksandr y Mykhailo demuestra cuál debe ser la posición de los comunistas y de la clase obrera de nuestro país en la guerra entre el bloque Ucrania-OTAN y el bloque aglutinado en torno a Rusia. Debemos exigir el fin de la guerra, sí, pero no en apoyo de ninguno de los dos bandos: no estamos ni estaremos con los capitalistas occidentales que reprimen al movimiento obrero ucraniano ni con los capitalistas rusos que hacen lo mismo con la clase obrera de su país. Estar en contra de la intervención rusa no significa, ni puede significar, apoyar al Estado de Ucrania, convertido hoy en la punta de lanza de los capitalistas que tienen en la OTAN su principal alianza militar. Por supuesto que el principal interés del pueblo ucraniano es el fin de la guerra, pero es que esta guerra se produce por las contradicciones entre los diferentes capitalistas del mundo… ¡entre ellos, los capitalistas ucranianos! ¡Los mismos capitalistas ucranianos que azuzan los movimientos reaccionarios que asesinaron brutalmente a los sindicalistas y comunistas de Odessa! ¡Los mismos capitalistas ucranianos que hoy mantienen detenidos y torturados a Oleksandr y Mykhailo!
Es necesario derrocar a la Federación Rusa en la medida en que es el Estado de los capitalistas rusos que reprime a la clase obrera rusa y la envía a matar (y ser matada) por la clase obrera de Ucrania. Y, en la misma medida, es necesario luchar contra el Estado ucraniano, al de EEUU y al de todos y cada uno de los países capitalistas que hoy, a través de la OTAN, financian y fomentan la guerra en Europa, tal y como llevan décadas haciendo en otras partes del mundo.
La detención de los camaradas ucranianos, además, es solo una muestra más de que bajo el lema de defensa nacional propuesto por el Estado de Ucrania, realmente solo se oculta la consigna de defender los intereses de la burguesía nacional ucraniana, en particular, y de la burguesía de los países pertenecientes a la OTAN en general. Por ello, esta represión al movimiento obrero ucraniano no puede desligarse de otras medidas recientes del gobierno de Zelenski como la ilegalización de numerosos partidos de su parlamento, por ser contrarios a la OTAN con el pretexto de que son partidos “prorrusos”. ¡Como si estar en contra de la criminal alianza atlántica supusiera necesariamente estar de acuerdo con los crímenes del gobierno de Putin! Lo que observamos es que sencillamente, el capitalismo tiende a la reacción en todos los terrenos y un contexto de guerra (la cual no es más que “la continuación de la política por otros medios”) es extremadamente útil para la burguesía porque le permite liquidar sin medias tintas el aparato parlamentario e instaurar un dominio aún más directo.
Por todo ello, la única política consecuente para los intereses de la clase obrera es la del internacionalismo proletario que, en este caso, se traduce en exigir la liberación de los camaradas Kononovich, la legalización de los partidos comunistas y los sindicatos, el fin de la guerra imperialista en Ucrania, la vuelta a casa de las tropas españolas de todas las misiones en el extranjero, el desmantelamiento de las bases extranjeras en nuestro país, la desvinculación de España con la OTAN y otras alianzas capitalistas como la Unión Europea. La represión hacia los comunistas ucranianos demuestra que los intereses de la clase obrera rusa, ucraniana, española o de cualquier lugar del mundo son los mismos: derrotar a nuestras respectivas burguesías para construir el socialismo y la paz.