“El miliciano de la aldea más lejana, el que no puede aprender a leer, el que sabe que por tradición oral la sabiduría del pueblo comprende perfectamente que es el fascismo el que quema los libros, mientras nosotros guardamos en nuestros museos el viejo arte religioso: que son los enemigos los que convierten las custodias de los antiguos orfebres en lingotes de oro con que poder pagar al extranjero la destrucción de España; que son los incultos generales facciosos, que jamás visitaron el Prado ni la Biblioteca Nacional, los que han mandado incendiarlos”.
María Teresa León: La cultura, patrimonio del pueblo, diciembre de 1936.
Cuando pensamos en la guerra y en todo lo que supuso para nuestra clase, nos vienen siempre a la memoria los heroicos luchadores antifranquistas que dieron incluso su vida para defender a España del fascismo. Y habitualmente, además, siempre nos vienen a la mente hombres ilustres, destacados héroes de nuestra clase y de nuestra historia.
Y sí, tenemos grandes ejemplos de hombres que estuvieron en la vanguardia de las trincheras, que se echaron al monte, que defendieron la libertad y la democracia de un país en sus peores horas. Pero no nos olvidemos que también hubo miles de mujeres que lo dieron todo para defender a España, a su pueblo, y a su patrimonio.
Una de estas mujeres, y de las más destacadas, fue María Teresa León Goyri. María Teresa, nacida en el Logroño de principios de siglo XX, estuvo marcada durante toda su vida por el ambiente cultural que ya desde pequeña le inculcaron en su casa. No es casualidad que se dedicara a la literatura teniendo referentes cerca de ella como su tía, María Goyri, una de las primeras mujeres en conseguir un doctorado en Filosofía y Letras, y adelantada en su tiempo en la defensa de los derechos de las mujeres.
Pero María Teresa León fue más que una escritora adscrita a la gran Generación del 27. María Teresa León fue más que una mujer comprometida con el tiempo que le tocó vivir. María Teresa fue una consecuente militante comunista, que vivió el exilio en Francia, Argentina e Italia junto a su compañero de vida, Rafael Alberti.
Gracias a una beca que consigue de la Junta para la Ampliación de Estudios, tiene la oportunidad de viajar por Europa, conociendo de primera mano la realidad de la Unión Soviética, donde, de hecho, volverá a acudir en el año 1934 para asistir al Primer Congreso de Escritores Soviéticos. En octubre de 1934 creará junto a Alberti la revista Octubre, basada en los hechos de Octubre de 1934 en Asturias.
Fundadora, junto a otros compañeros de profesión, de la revista El Mono Azul, respaldada por la Alianza de Intelectuales Antifascista para la Defensa de la Cultura, durante la Guerra Nacional-Revolucionaria llevará a cargo una intensa actividad cultural y política como secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas y como subdirectora del Consejo Central del Teatro.
Uno de los hitos de su trabajo en defensa de la cultura fue la promoción de un organismo que se encargara de proteger las obras de arte de aquellos edificios incautados a los sublevados y, gracias a las diferentes gestiones realizadas, el 23 de julio de 1936, por decreto del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, se creará la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico.
El 3 de diciembre de este mismo año, se encomendará a María Teresa León tanto la selección como la salida de diferentes obras de importancia del Museo del Prado y del Monasterio de El Escorial hacia Valencia. Gracias a su trabajo se salvaron obras tan conocidas como Las Meninas y el retratado del Conde-Duque de Olivares a caballo, de Diego Velázquez, o el Carlos V en la batalla de Mühlberg, del pintor italiano Tiziano. Así, se sacaron del Prado, bajo la dirección de María Teresa, 64 cuadros y 181 dibujos.
A pesar del conflicto en el país, María Teresa León se mantuvo firme en sus convicciones y siguió, hasta que debe marchar al exilio, promoviendo todo tipo de iniciativas culturales para el disfrute de las masas, pues para ella la literatura, el arte, en definitiva, todo lo relacionado con la cultura, era una forma de expresar la realidad en la que vivía a los trabajadores y trabajadoras.
María Teresa falleció el 13 de diciembre de 1988 a la edad de 85 años, aquejada de alzheimer. Aquella que fue la primera voz, la primera memoria literaria sobre la guerra civil en el exilio, nos dejó sin hacer ruido pero con todo un legado del que aprender y tomar nota.
En su tumba del cementerio de Majadahonda, donde nunca faltan flores aunque pasen los años, descansa bajo el epitafio del gran amor de su vida, Rafael Alberti: “Esta mañana, amor, tenemos veinte años”.