Este 5 de marzo se cumplen nada menos que cien años del nacimiento de uno de los artistas más prolíficos, lúcidos, comprometidos y, sin ninguna duda, desafiantes, que hayamos podido conocer en los últimos tiempos. Por supuesto, hablamos de Pier Paolo Pasolini.
Natural de Casarsa, en la Bologna, desde que nació se encontró rodeado por la cultura campesina y marginal e impregnado por parte materna de una segunda lengua, el friuli (lengua dialéctica de la Zara de Valdine) que más tarde abanderará con sus primeros poemas, aún siendo esta una lengua minoritaria. Pero quizás lo más influyente en su vida, para comprender su obra y figura, fue el contexto socio-político y la figura del revolucionario pensador marxista, y uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci, del que acogería su ideología, militaría durante un tiempo en el PCI, y utilizaría sus herramientas dialécticas para analizar la sociedad y plasmarla en sus obras. Su poemario más reconocido lo titularía como “Las cenizas de Gramsci”.
La época de su juventud fue la época del fascismo italiano, e inevitablemente fue un periodo que marcaría su vida y su obra. Siempre se mantuvo angustiado por la idea del resurgimiento fascista y por la dominación de una sociedad consumista.
Bien molestos resultaron para la clase burguesa sus poemas y los artículos que escribió principalmente en el periódico Corriere della Sera (recogidos en sus “Escritos Corsarios”) sobre estos temas, clase a la cual definiría en su película “Pocilga” como un “ente antropófago” que va devorando a todos bajo el repelente modelo del pequeño burgués. Como profetizando lo que acabaría ocurriendo con la enseñanza y la televisión, ya los advertía como una máquina adoctrinadora, creando conciencia pequeñoburguesa especialmente a los jóvenes proletarios y marginales, implantándoles un modelo concreto, el modelo “pequeño burgués, idiota y feroz, aquel a quien durante mucho tiempo han despreciado espiritualmente como ridículo y repugnante.”
En sus películas predominarán los personajes marginales, la pobreza y las condiciones de vida del pueblo italiano tras la guerra, como en “Accattone” o “Mamma Roma”, siempre envueltas en un estilo narrativo impregnado con humor sórdido y cierto patetismo. También lo podemos encontrar en novelas tan sobrecogedoras como “Ragazzi di vita” (Chavales del Arroyo) o “Una Vida Violenta”.
Era su realidad – incluso cuando llegó a ser ampliamente conocido -, debía de mostrarla llena de crudeza, tal y como era… como normal era en la vida de Pier Paolo jugar al fútbol en los campos de la borgata romana o comer en una trattoria.
Aunque si hablamos de Pasolini, inevitablemente hablamos de polémica… levantarle la falda a la Iglesia está mal visto, imagínalo en aquellos años… Imagina también que su condición sexual no es de su agrado (ni antes ni ahora), que le fascina la literatura y los personajes católicos, y que él despejó la palabra tabú en la ecuación de la sexualidad… entonces aparecen películas como “Teorema” o “El Evangelio según San Mateo”.
No menos importantes fueron sus múltiples trabajos en los que demostró tener gran capacidad de transformar una obra ya existente, a través de sus estructuras, sus personajes y su trama, dándoles nueva vida, como por ejemplo, por la parte que nos toca, la obra teatral “Calderón”, donde transforma la obra “La vida es sueño” utilizando el sueño como una serie de transmigraciones de un personaje buscando una vida asumible, con el contexto de la posguerra española.
Su compromiso político siempre estuvo por encima de él, y aunque rozase cierto idealismo y se puedan encontrar algunas contradicciones fruto del devenir de los acontecimientos, nunca cesó en su empeño por denunciar a la clase opresora y en darle el protagonismo a los oprimidos. Ya hemos visto su guerra abierta contra el fascismo, la burguesía y la Iglesia, pero también fue crítico y recriminó acertadamente al PCI su desconexión con las masas y su inmovilismo (que sería el previo al eurocomunismo, que por desgracia conocemos) y a la izquierda, en especial a la socialdemocracia creciente, por decir luchar por los derechos civiles abanderando ser la alternativa cuando no querían romper con el sistema, sino ser uno más y dejar atrás la lucha de clases… ¿Nos suena de algo, verdad?
Su adiós fue prematuro, cuando acabó de rodar “Saló o los 120 días de Sodoma”, su película más cruda en la cuestión sexual y de burla al fascismo, y cuando más fuerte era su voz contra sus enemigos, estos, sí, esos a quienes tanto molestaba… nos lo arrebataron…
Y no, no hablaremos de su terrible y polémico asesinato, hoy celebramos el centenario de su nacimiento y la inmortalidad de su obra y legado.
Pero por supuesto, ahora que lo conocemos, podemos seguir hablando de Pasolini.