24 de febrero de 2022, nos levantamos con la impactante noticia de que Rusia está bombardeando Ucrania en varios puntos del país. La tensión, anuncios y amenazas que desde hace meses (y podríamos decir incluso años) se está viviendo en Ucrania ha llegado a un punto de no retorno. La guerra ha empezado.
Sabemos que la guerra es la continuación de la política por otros medios, este largo conflicto ha acabado traduciéndose en acciones militares directas por parte de la Federación Rusa sobre suelo ucraniano. La guerra imperialista, que últimamente tendía a desarrollarse a muchos más kilómetros de Europa, ahora está más cerca, peleando por el reparto de la influencia de los distintos monopolios sobre los mercados, los recursos naturales y las rutas de transporte.
En España, el “No a la guerra” ha corrido como la pólvora. No obstante, es necesario preguntarse quién, y desde qué responsabilidades, lo dicen. Se suceden estos días movilizaciones contra la guerra, así en abstracto, a lo largo y ancho del país, convocadas por sindicatos, ONGs, plataformas, etc. Convocadas, incluso, por los partidos del sacrosanto gobierno más progresista de la historia. Convocadas, sin ningún pudor ni sentimiento de contradicción, por quienes han involucrado a nuestro país en esta guerra. Porque sí, señores y señoras, con este jueguito de trileros de decir una cosa y hacer la contraria quieren engañar a la clase obrera para que no sepa dónde se esconde la bolita.
Por suerte, señorías, les voy a dar unos datos, como diría la ministra Yolanda Díaz. España tiene actualmente cientos de tropas españolas movilizadas en la OTAN en relación con el conflicto en Ucrania: en Bulgaria 130 soldados, junto con cuatro cazas Eurofighter provenientes de la base militar de Albacete; en Letonia 350 soldados y 80 carros blindados. Además, han desplegado tres buques al Mar Negro: el Blas de Lezo (con 200 soldados), el Meteoro (con 50 soldados) y el cazaminas Sella (con 40 soldados). Todo esto hace un total de casi 800 militares españoles desplegados en la zona en conflicto desde hace semanas. Mucha cifra para aquellos que dicen defender la paz y estar contra la guerra.
Mención especial me gustaría hacer al posicionamiento del Partido Comunista de España (que no olvidemos que forma parte del gobierno a través de la candidatura de Unidas Podemos) respecto a esta guerra. Su comunicado se centra de manera intensa en la vía de la diplomacia, y en la defensa del papel de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Curiosas referencias para un partido comunista, que con todo lo que podría decir ante el estallido de una guerra como esta, se centra en tratados de seguridad internacionales de dudoso beneficio para los pueblos del mundo y falsas diplomacias, olvidándose de utilizar nuestra imprescindible y valiosa teoría leninista del imperialismo para analizar la realidad concreta. Qué rápido se olvidaron de ello.
El vaso de las contradicciones en el seno del gobierno se está llenando gota a gota. La distancia entre las palabras y los hechos es cada vez más evidente a los ojos de la clase obrera. El compromiso con la OTAN de este gobierno súper progresista y que hace cosas chulísimas se reafirma. Es un hecho inamovible, como lo es la participación y complicidad de Unidas Podemos tanto en esta guerra, como en la organización de la cumbre de la OTAN que acogerá España en junio de este 2022. Sobre nuestro suelo, auspiciados por quienes que estos días claman contra la guerra, se celebrará esta cumbre en la que la OTAN aprobará su nueva estrategia, más agresiva.
No es retórica, es necesidad. Es urgente que se comprenda que una posición internacionalista contra la guerra imperialista debe ser consecuente, y en nada se parece al falso pacifismo burgués que nos inunda en estos días. Es urgente poner los hechos realmente a la altura de las palabras en nuestro país, para que nuestra clase no luche por los intereses de uno u otro imperialismo, para que no acabemos peleando bajo banderas que no representan nuestros intereses. Por ello es que insistimos tanto, aunque suene a viejo, en la retirada de las tropas españolas en la zona, en la ruptura de España con la OTAN y la UE, y en la eliminación de las bases extranjeras que hoy están presentes en nuestro país.