Mucho se está hablando del combate a la precariedad del mercado laboral en España que supondrá en teoría la nueva Reforma Laboral. Pero veamos algunas cuestiones que nos pueden clarificar los cambios introducidos por esta nueva reforma.
Es cierto que los datos de precariedad laboral en España son demoledores. Sabemos que la precariedad global fluctúa en función de las coyunturas económicas, pero en nuestro país se ha mantenido de forma constante más allá de los ciclos económicos lo que demuestra que la precariedad es el resultado de la regulación laboral.
No estamos hablando, pues, de un fallo del modelo laboral, sino que es intrínseca al modelo laboral promovido durante décadas tanto por los gobiernos de la socialdemocracia como por los de la derecha política. No es por tanto una disfunción del sistema, sino una apuesta por un modelo que se asienta en decisiones políticas y empresariales concretas para dar respuesta a la crisis capitalista.
Las reformas laborales de 2010 (Zapatero) y 2012 (Rajoy) fueron claramente en este sentido, se implantaron con el objetivo de provocar una devaluación de los salarios y las condiciones de trabajo y permitir así a los capitales ir saliendo de la crisis de 2008 sobre la base de una mayor sobreexplotación de la fuerza de trabajo, centrada básicamente en lograr una menor participación de los trabajadores en el fruto de su trabajo. El ataque frontal a la negociación colectiva, la facilidad extrema para la contratación temporal no causal, la extensión masiva de la subcontratación y del uso de las Empresas de Trabajo Temporal y un mayor abaratamiento del despido son sólo algunos de los elementos que prueban lo dicho.
El resultado produjo que esa diferencia en el reparto, entre lo que la clase obrera produce y lo que cobra de salario por esa producción, se incrementase hasta niveles porcentuales muy superiores a los países del entorno europeo. El mecanismo de la alta temporalidad se demostró así muy efectivo para extraer rentas del trabajo hacia rentas del capital, especialmente en los sectores de la construcción, la agricultura, o la hostelería. Aunque también se produjo el mismo efecto en otras ramas, manteniéndose una alta correlación en la brecha entre la tasa de temporalidad en España y en la Eurozona, y la brecha en la participación de los trabajadores en la productividad (ver tabla).
| % costes laborales / productividad
(Ambos por hora trabajada) |
Tasa de temporalidad en % | |||||
| Eurozona | España | Diferencia | Eurozona | España | Diferencia | |
| Total economía | 65,9 |
61,3 |
-4,5 |
15,7 |
26,3 |
10,6 |
| Sector primario |
68,7 |
28,1 |
-40,6 |
39,3 |
56,5 |
17,2 |
| Industria |
57,7 |
48,9 |
-8,8 |
12,1 |
19,4 |
7,2 |
| Construcción |
74,3 |
56,5 |
-17,8 |
17,0 |
40,2 |
23,2 |
| Servicios |
65,8 |
64,9 |
-1,0 |
15,9 |
25,5 |
9,6 |
| Año 2019 (a partir de datos del Annual National Accounts de Eurostat) | ||||||
Pero estos mecanismos implantados, de regulación laboral en favor de los intereses de los empresarios, también han generado una economía menos productiva, lo que limita en el tiempo el grado de desarrollo incremental de los beneficios capitalistas, y por ello ahora el capital precisa intervenir de lleno sobre la productividad en España.
La forma de salir de la crisis del 2008 fue la de reducir la participación de los trabajadores en el fruto de su trabajo mediante la precariedad, hoy la forma de afrontar la crisis es aumentar la productividad mediante mecanismos de flexibilidad interna y trabajo a demanda (que introduce la nueva reforma laboral) con lo que se espera conseguir expropiar aún más plusvalía de una clase trabajadora cada vez más empobrecida.
La conclusión es clara: la reforma laboral del gobierno “más progresista de la historia” sigue el modelo de abordar la crisis capitalista desde los intereses del capital.