En las últimas semanas el enfrentamiento entre la OTAN, la Unión Europea y EEUU con Rusia ha aumentado considerablemente. España, una vez más, no se queda rezagada y cumple con sus “compromisos” internacionales: apoya las acciones de la OTAN mandando cazas, buques y tanques, además de mandar más de 400 militares más a las zonas cercanas a la frontera rusa, llegando a cerca de 800 efectivos.
A esto hay que añadir que nuestro país, los días 29 y 30 de junio, celebrará la Cumbre de la OTAN en Madrid, una cita marcada en el calendario del Gobierno, ese del que tanto repiten que es el más progresista y feminista de la historia y del que forman parte supuestos militantes comunistas.
Y por mucho que salgan ahora denunciando, supuestamente, el papel del Gobierno (no olvidemos, su propio gobierno) en cuanto a su obligación con la OTAN por parte del sector de Unidas Podemos, no deja de ser el mismo paripé de siempre: ¿acaso se olvidan de que el 21 de diciembre el Consejo de Ministros aprobó el envío de tropas españolas al este de Europa? ¿O es que son parte del Gobierno y a la vez parte de la oposición cuando les interesa?
La hipocresía de la nueva socialdemocracia (porque a la vieja ya la conocemos desde hace tiempo) está llegando a límites insospechados, y su papel dentro de la cadena imperialista está intensificándose exponencialmente. Y para muestra un botón.
Yolanda Díaz no hace muchos días decía que España se encuentra en una posición muy difícil y compleja “ante el conflicto ucraniano” y que a ella, como una mujer de paz, no la van a encontrar nunca dividiendo a nadie. La misma que un mes antes afirmaba algo parecido en el papel cuché: “Nunca peleo con una mujer. A mí me van a encontrar siempre defendiéndolas aunque no piensen igual que yo”.
Así que nos encontramos con una ministra, que representa a un partido político, que representa a un gobierno, que afirma que siempre defenderá a las mujeres, piensen lo que piensen. Es decir, que da igual si esas mujeres, bajo el paraguas de la inclusividad y el “feminismo” aprueban en sus respectivos países mandar bombas, tanques y buques de guerra a terceros países por ese discurso tan manido de los “compromisos internacionales” o la “lucha por la paz”. Pero la paz que ellos quieren y representan.
¿Cómo se puede luchar por la paz enviando bombas a los pueblos del mundo? ¿Cómo se puede luchar por la paz formando parte de un organismo imperialista como es la OTAN o la Unión Europea?
Y aquí las trabajadoras tenemos mucho que decir y mucho que hacer. Somos nosotras las primeras que tenemos que luchar por la paz y contra la guerra imperialista, porque la misma no es más que producto de los antagonismos sociales creados y legitimados por el sistema capitalista.
Las trabajadoras debemos decir alto y claro que no queremos bases militares de la OTAN en nuestro país, que no queremos ser cómplices del asesinato sistemático de miles de hermanos y hermanas de nuestra clase en los diferentes pueblos del mundo. Las trabajadoras tenemos que oponernos con toda nuestra fuerza a cualquier misión imperialista que salga de nuestro país por mandato de la Unión Europea, de la OTAN o del propio gobierno de la burguesía: ¡Las trabajadoras queremos paz entre los pueblos!
Estar de brazos cruzados no es una opción para las mujeres de nuestra de clase. Las consecuencias de la guerra imperialista son incalculables para nosotras, para nuestros hijos e hijas, para toda la clase obrera. Y es por eso por lo que debemos ser exigentes y ser conscientes de las tareas que vamos a tener en los meses venideros.
Luchar contra la guerra imperialista y por la paz es luchar por nuestros derechos como seres humanos, es luchar por el futuro de las nuevas generaciones, es luchar por acabar con este sistema capitalista explotador.
Nuestro deber histórico, como mujeres de la clase obrera, en el corto plazo debe pasar por exigir el fin de la guerra imperialista, nuestra salida de los organismos imperialistas como la Unión Europea y la OTAN y la vuelta a casa de nuestras tropas.