Hay una queja constante en el mundo del trabajo acerca de la Inspección: Que si tarda mucho, que si no contestan, que si para cuando lo hacen la empresa no existe, desapareció o se mudó y nunca se volvió a saber nada porque no pudieron hacer labor inspectora.
No es una cuestión baladí. La Inspección arrastra una falta de medios tremenda. El número de subinspectores e inspectores es ridículo en comparación con las necesidades y otros países de nuestro entorno. Sirva este ejemplo a modo ilustrativo: entre 2010 y 2020 no ha variado apenas el número de funcionarios destinados a esta tarea. En cambio, se ha pasado de firmar 14 millones de contratos a más de 22.
En esa década además aparecieron novedades en el mercado de trabajo como las plataformas digitales donde la Inspección ha sido clave al actuar de oficio. Más allá de las novedades tuvieron que seguir combatiendo el fraude en el empleo siendo el país de nuestro entorno con mayor temporalidad, muchos puntos superiores al resto, fraude en las prácticas no laborales (becas) y otro sinfín de ejemplos…
El incremento de la carga de trabajo de la Inspección es innegable, así como la ausencia de medios y efectivos. Esto repercute en dos cuestiones que benefician ambas a los empresarios: la primera es una mayor precariedad en todas sus formas; jornadas parciales superiores a las pactadas, inaplicación de convenios, ausencia de medidas de prevención… y la segunda relacionada con la primera, falta de sanciones.
Nuestro mercado de trabajo no va a mejorar mágicamente con un toque de varita pero quizá en alguna ocasión facilitase la organización de los trabajadores sindicalmente que Inspección pegase un palazo serio al explotador de turno. Sería una pequeña victoria que sirviese para coger impulso.
Es este el desesperanzador mapa de quien vigila —obviando la tutela judicial, que daría para otro artículo— las relaciones de trabajo. No somos ingenuos sino plenamente conscientes de que los gobiernos del capital no quieren una Inspección que funcione y que lo que hay son concesiones al movimiento sindical en busca de la concertación social.
Por ello debemos hablar de la última medida estrella: la robotización de la Inspección de Trabajo. No piense el lector que esto consiste en inspectores humanoides de cuerpo antropomorfo y denominación de Terminator ITSS-800 que se desplazan en Harley Davidson a las empresas para velar por los trabajadores. La realidad, como siempre, es más cutre que el cine y la robotización que comenzará a operar sin saberse aún muy bien como será a través de la inteligencia artificial y el Big Data. Lo que comenzó a hacerse en Hacienda hace unos años.
No es el ludismo lo que inspira estas líneas. La digitalización de la información y su tratamiento masivo es un día a día de nuestra vida. Insistimos: no hay ludismo en la medida, hay desconfianza. Porque si bien el Big Data puede mejorar la Inspección, lo hará siempre y cuando se emplee como una herramienta de los subinspectores y los inspectores y no como una sustitución de estos. La inteligencia artificial debe servir para hacerles más eficientes y no para suplantarles, como se está planteando, donde directamente una IA sancione sin la supervisión de un inspector.
Es por ello que cabe desconfiar de la medida que va a usarse para no contratar más funcionarios. Medidas volcadas en que el robot directamente sancione, que seguramente conlleve en muchos casos a nulidades de las sanciones y en sobrecarga de los medios humanos que ya hay tratando de defender la “acción inspectora artificial” en vez de realizar una propia. Lo que debería servir para aligerar la carga de trabajo al final se puede acabar convirtiendo en una carga extra.
¿Será al final la robotización una excusa para no contratar más inspectores y les sobrecargará? ¿Hasta cuándo aguantarán subinspectores e inspectores esta situación? ¿Acudirán ellos a la huelga?
Son preguntas interesantes y cuyo desarrollo veremos en el corto plazo. La pregunta clave en cualquier caso es la siguiente: ¿Servirá para proteger los derechos de los trabajadores y mejorar su organización al dotarles de herramientas de presión en la acción diaria? Si la respuesta es que no, como probablemente sea, habrá servido para fortalecer la explotación ejercida por los empresarios, que se seguirán sintiéndose impunes.